Una pequeña historia triste:

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Suelo ir al parque todas las tardes, siempre suelo observar una pareja de viejitos que lo frecuentan. Se sientan juntos en una banca y se toman fuertemente de las manos, como jóvenes que apenas acaban de conocer el amor. Viéndolos así de acaramelados realmente me hace reflexionar sobre este sentimiento que nunca creí demasiado fuerte para que durara tanto tiempo.

Un día no los vi más, al menos, no juntos como solían estarlo. El señor fue el único que volvió, cabizbajo ahora, haciendo la misma rutina que siempre hacía junto a su señora. El viejito utilizaba un bastón y construía sus pasos con entorpecimiento. Se sentó en la misma banca de siempre, mirando al cielo que oscurecía bajo el paso del tiempo. Y bajo el sol poniente como testigo, el viejito despedía un sollozo, que nunca existió antes de la ausencia de su dama.

 Y bajo el sol poniente como testigo, el viejito despedía un sollozo, que nunca existió antes de la ausencia de su dama

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