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Uno de mis amigos entro en su portería y nos dejo a mi otro amigo, al chico de la ventana y a mí.

A mi acompañante al que llamaremos " z " le incomodaba la presencia de aquel dios mitológico. Y a causa de eso nos fuimos de aquel sitio sin que él nos viera.

Yo, antes de huir eche un último vistazo, y como no, estaba ahí con sus perfectos brazos apoyados en la ventana mirándome, se estaba riendo, pero no era una risa cruel, era dulce y divertida.

Sinceramente no sé bien bien a ciencia cierta porque escape del chico de la ventana.

Seguí a mi amigo a través de unas dos porterías y llegamos a una barandilla que nos separa de otra extensión de asfalto a unos escasos metros del suelo.

A diferencia de " z " yo salté con bastante agilidad.

Cuando ya estábamos ambos al otro lado de aquella barra metálica proseguimos con nuestros caminos.

Cada uno a su casa.

El chico de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora