Se consumía el cigarro poco a poco, volvía a estar pensando, lo curioso que era la existencia de un cigarro, solo echo para arder y ser consumido. Era una de las razones por las que me volví adicto a esto de fumar, por el sentido de desesperación que se siente al ser un cigarrillo en la vida real, el darte cuenta de que ardes en un rio de sangre y lagrimas para acabar siendo parte de aquellos consumidos por el dolor y el poder. No lo podía permitir, no podía ser uno mas de aquellos.
Los oí gritar a lo lejos, gritaban por miedo, por miedo a mí, porque se dieron cuenta de que no debían haber salido de la cama ese día, porque sabían que si no hubieran salido no tendrían que enfrentarse a mí, el mismísimo dios de la destrucción de los bajos fondos de la ciudad. Pero qué podían hacer, tocaron algo que era mío y a los mortales no les está permitido hacerlo, no son quienes para poner sus manos en mis cosas, en mis juguetes, no podían tocarlos, porque si lo hacían, sufrirían el castigo divino del dios de la destrucción.
Cogí las vendas de camino a la parte trasera del almacén, me esperaban detrás de la puerta metálica, no tenía ni idea de quienes eran solo que hicieron algo que me provocó por lo que la ofensa tenía que ser pagada, estaba terminando de ponerme las vendas cuando llegué a donde estaban los dos guardias de seguridad custodiando aquella fría e irrompible puerta metálica, me reí por dentro, la puerta era similar a mí.
-Adrik, si quieres nos encargamos nosotros, no hace falta que te ensucies las manos con esto -dijo Matt, el guardia de seguridad de la derecha.
-Lo siento jefe, Matt aún es nuevo en esta área del trabajo. - dijo Josh a la izquierda
-Está bien chicos, hoy ha sido un mal día, así que me viene bien desahogarme con ellos, -miré a los dos, los guarda espaldas uno y dos, Matt y Josh. Siempre han estado a mi lado desde que era un niño, antes solo traía a Josh a este tipo de trabajos, llevamos un año colaborando y ya era hora de traer a Matt también, pero era cierto lo que acababa de decir hoy, no era un buen día, necesitaba desahogarme.
Me di la vuelta y Josh ya tenía en sus manos una bolsa con hielo y Matt ya había ido a por el coche, me la dio y la sostuve un rato contra el vendaje de mis nudillos, poco a poco este mundo estaba creando una soga alrededor de mi cuello, pero aún no estaba preparado para irme, todavía tenía que dominarlo.
Matt ya estaba llegando con el coche, todavía tenía que pensar, no podía llegar a casa, eso sería un problema, todavía necesitaba fumar mi cigarrillo y no podría fumar una vez que llegara a casa, a el no le gusta que fume y mucho menos en casa.
Llegó Matt y solo pude decirles a ambos que se fueran en el coche sin mí, y que le dijeran a padre que llegaría un poco más tarde que aún tenía que ocuparme de un par de cosas, una vez que les dije eso se subieron a aquel 4x4 negro y siguieron hacia la mansión Morgan, la mansión escondida tras el bosque de aquella triste pero hermosa ciudad nocturna.
Iba caminando solo pensando en lo mucho que me consumía ser quien era y hacer lo que hacía hasta que de repente empecé a sentir calor en la comisura de los labios, el cigarrillo ya había terminado de consumirse, por fin desperté del estado en el que me encontraba de no poder dejar de pensar, olvidando todo lo que me rodeaba cuando de repente escuché su grito, no sabía quién era pero su voz me llamaba, a lo lejos vi a una chica más o menos de mi edad en medio de la calle y a ese idiota que corría detrás de ella.
Sin darme cuenta aceleré el paso hacia ellos, a cada paso que daba sin saber por qué mi corazón empezaba a arder más de rabia, ella estaba tirada en el suelo con el vestido que llevaba sucio y roto por culpa de ese subnormal que intentaba quitárselo por las malas, como un reflejo le di un fuerte golpe, tan fuerte fue el golpe que el idiota se movió varios metros.
-Quédate detrás de mí,- le dije a la chica que estaba en el suelo, -esto se pondrá feo probablemente,- el idiota ya se había recompuesto su cara había cambiado, estaba serio con cara de pocos amigos, como si hubiera cabreado a un animal en plena cacería.
-Estás muerto, chico, -fue lo único que dijo antes de sacar el cuchillo y abalanzarse sobre mí.
Fue rápido pero esto iba a terminar pronto hoy no estaba de humor, pero cuando fui a golpear la muñeca donde tenía el cuchillo cambió de mano y me pegó un corte en la mejilla, sentí el calor de la sangre bajar por mi mejilla poco a poco. hablaba enojado, se atrevió a golpear mi cara.
-Idiota, no sabes defenderte de un simple cuchillo, no debiste ponerte entre ella y yo.
-Ya estoy harto de ti, te doy la oportunidad de irte ahora, -dije mientras sacaba un cigarrillo y lo encendía, -no lo volveré a hacer.
-Cómo te atreves a ponerte tan egocéntrico, no te das cuenta, te voy a matar, aquí el único que está perdiendo eres tú, - apenas termino de decirlo, él volvió hacia mí.
En ese momento ya no apunté a la muñeca, apunté directamente a su cara, le di un puñetazo directo en la cara, algo que le dejó algo desorientado, en ese momento le quité el cuchillo y me tiré encima de él que había caído al suelo, le puse el cuchillo en el cuello y fui presionando hasta que me di cuenta de que ella seguía detrás de mí, así que me limité a golpearle de nuevo la cara para dejarlo inconsciente. Me levanté de nuevo y me acerqué a ella.
-No es aconsejable andar sola a estas horas por estas calles, nadie te lo ha dicho -dije con voz ronca, estaba molesto, tenía un corte en la mejilla.
-Lo siento, me había quedado hasta tarde en la biblioteca y cuando quise ir a casa empezó a seguirme y no pude hacer nada, -dijo casi llorando.
Me sorprendió, su voz, aunque llorosa y casi apagada, me atraía tanto, era cálida y hermosa con tonos altos que le daban ese punto que sin saber por qué me gustaba. No me había fijado en ella hasta ese momento, tenía más o menos mi edad, tenía el pelo castaño y los ojos del mismo color, sus labios no eran muy grandes pero eran preciosos. La ayudé a levantarse del suelo, era bastante bajita y sin saber por qué sonreí, algo que hacía años que no hacía.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia? -dijo dejando de llorar -¿te estás riendo de lo que me pasó? -no podía dejar que me hablaran así.
-¿Y que si lo hago? no quiero ser el príncipe azul de nadie, esos idiotas solo quieren ganarse el corazón de la chica, yo estoy más cerca de ser el dragón, que las consigue aunque ellas no lo quieran- todavía no sé porque acabo de decir esas palabras, porque soné tan estúpido.
-Gracias Dragón,-su cara se puso tensa, se dio cuenta del corte que tenia en la mejilla.- mierda estas sangrando. - Dijo limpiándose las lágrimas.
-No es nada, solo es una estupidez de arañazo. - Dije mientras me daba la vuelta y la miraba.- no deberías irte a tu casa.
-Es verdad, ya es tarde.
Hasta nunca, supongo. No tenia intención de haber hecho lo que hice, simplemente me salió sin que me diera cuenta, tenia una sensación incomoda estando cerca de ella. Tenia que irme cuanto antes de allí. Di media vuelta con intención de irme cuando de repente abrió la boca otra vez.
-Todavía no me has dicho tu nombre. - Dijo con una voz más firme.
-Adrik, mi nombre es Adrik, pero mejor que no lo recuerdes.

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Reinados prohibidos
Novela JuvenilAdrik Morgan, el peor personaje que puedas imaginar. Y ella, la única persona que le hizo cambiar. Quién hubiera imaginado que entre el río de lágrimas de sangre, crecería una rosa tan hermosa.