CAPÍTULO LXXXVIII "ESTAR MAL PARA ESTAR BIEN"

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Cada paso que me ponía más cerca de Yordana, me provocaba un terror horrible, temía estar tocar el sol con los dedos y que eso alterara mi estado racional por completo, pero ¿A quién le importa si me mira así?

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Cada paso que me ponía más cerca de Yordana, me provocaba un terror horrible, temía estar tocar el sol con los dedos y que eso alterara mi estado racional por completo, pero ¿A quién le importa si me mira así?

—¿Sigues preocupada por Karim?

—No le hemos visto en más de una semana, mi hermana se va a volver loca, los busca demasiado.

—Los que se buscan se gustan.

—¿Crees que a mi hermana le guste Karim?

—¿Por qué no? Es arrogante, pero físicamente es agradable, no más que yo, pero sí.

—Tú eres demasiado guapo, Max, te miro y digo, no puede ser real, es demasiado sexy y demasiada maldad en una sola persona.

—¿Crees que soy sexy y malvado?

—Más cuando sonríes así, luces como un loquito sexy.

—¿Ahora estoy loco? ¿En serio?

—Dije que luces como un loquito sexy, no que estás loco, pero te confirmo el resto —me besó—, sí que eres sexy.

Como no podíamos quedarnos en Milán para estar juntos, Kai nos había dado unos tips para aprovechar algunos espacios en los que podíamos estar felices sin ningún contratiempo, así que llevé a Dana al parque de diversiones, el cual recorrimos en patines.

—Tiene mucho que no uso unos, si me caigo, solo me levantas y ya —dije mientras me colocaba los patines, ella es una máster y aún más difícil, ella lo hacía sobre hielo y parecía fácil, lo cual es una mentira total.

—Lo harás bien Max, vamos, arriba, arriba —sentí el vértigo y me quedé estático, ella rió y me sujetó de la mano como si con eso pudiera evitar que me rompa la cabeza en el suelo.

—No quiero morir.

—No seas dramático, solo vamos.

Me bastaron unos segundos para acostumbrarme a la sensación, después resulté ser muy bueno a sus ojos, lo que me llenaba de orgullo.

Le compré un algodón de azúcar, lo que pareció no ser una buena idea porque se puso hiperactiva, terminamos en una explanada con gente que iba al centro cuando sabía una coreografía de la canción que sonaba.

—¡Vamos a bailar!

—No me sé coreografías.

—¿En serio?

—Muy en serio, soy muy torpe para memorizar.

—Pero si te he visto bailar, tienes más ritmo que una canción de reguetón, no me quieras mentir.

—Con decirte que todo el mundo se burla de mí porque nunca aprendí a bailar la macarena.

—No puede ser cierto, Max.

🇮🇹 𝐈𝐥 𝐌𝐢𝐨 𝐂𝐚𝐩𝐨: 𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚 𝐒𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐈𝐭𝐚𝐥𝐢𝐚 🇮🇹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora