OS ; 3K No, no soy furra... Bueno, quizás solo por Catluc. ^^
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El trabajo para el heredero del viñedo; Diluc Ragnvindr, no tenía fin. la cantidad de papeleo que había en su oficina lo abrumaban a pesar de contar con el apoyo de viejos socios de su padre en el negocio, sin embargo, tampoco podía quejarse demasiado. Estaba agradecido de que el negocio estuviese dando frutos y si aquello conlleva a noches en vela, entonces tendría que aceptarlo y esa noche no sería la excepción.
Una montaña de papeleo esperaba por él una vez llegó a su oficina y de sus labios salió un suspiro, sabiendo que de nuevo se quedaría hasta tarde. Dejó su saco en el respaldo de su silla, prendió algunas velas, dió un sorbo a su té y puso manos a la obra. Al principio iba muy bien, pero pronto comenzó a sentir los efectos del sueño apoderarse de su cuerpo. Perdió la cantidad de bostezos que dio en los últimos diez minutos y finalmente cedió repitiéndose que descansaría unos minutos. Sin embargo, los minutos se convirtieron en horas y para cuando abrió sus ojos ya estaban los rayos de sol entrando por la ventana.
Bostezó abriendo sus ojos poco a poco. Gruñó al darse cuenta que durmió de largo y suspira sabiendo que ahora estaría mucho más cargado de trabajo que antes.
Miró a su alrededor y por alguna razón todo se percibía ligeramente más grande. Incluso la puerta de la oficina era mucho más grande de lo que recuerda. Parpadeó un par de veces solo para asegurarse de que no se trata de su imaginación y miró hacia abajo para asegurarse de que todo esté en orden y cuando vió sus manos se asustó. Esas no eran sus manos... ¡Eran patas de gato!
¿Es un sueño? ¿Sigo durmiendo? Eso fue lo que pensó. Solo había esa explicación porque nadie se transforma en un gato de la noche a la mañana, ¿verdad? Eso no sería posible. Ni toda la magia de Veyvat podría lograr algo como eso.
O al menos hasta donde él sabe.
Trató de calmarse y respiró hondo, repitiéndose que quizás es un sueño, uno donde todo se siente ligeramente más pequeño de lo acostumbrado y las patas de gato eran solo algo que su mente estaban creando. Sí, eso debía ser.
-Miau.
Espera, ¿Acabo de decir lo que creo que acabo de decir?
-Miau. ¡Miau!
Oh, no. No, no, no. Este sueño está siendo muy extraño. ¿Por qué diablos estoy maullando? ¡¿Qué está pasando?!
-¡Miau!
Escuchó pasos acercarse hasta donde la oficina donde se encontraba y al abrirse la puerta su miedo despareció por un momento. Finalmente una cara conocida para él aparecía: Adeline. La mujer entró al lugar con un rostro extrañado y al verlo cambió a uno lleno de ternura que incluso asustó un poco a Diluc porque nunca la vio con ese rostro.
La vio caminar hasta a él y cuando estuvo justo en frente, se veía tan pequeño en comparación a ella cuando obviamente no debería ser así.
-Hola, amiguito. ¿Qué haces en la habitación del Maestro Diluc?