C A P 2

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Roier despertó con un dolor de cabeza que no le permitía abrir los ojos por completo. Sentándose poco a poco, no sabía cómo es que se había quedado dormido. Con una mano en su cien tratando de controlar el dolor, comenzó a analizar su entorno. No recordaba lo último que había hecho. Solo sabía que alguien lo había estado persiguiendo desde que salió a explorar hasta que regresó a casa y la sensación de que alguien lo observaba no lo dejaba estar en paz.

La habitación en la que se encontraba estaba algo oscura, solo una pequeña ventana dando una escasa iluminación permitía a Roier ver. Rejas. Un lavabo. Una cama. ¿Estaba acaso en una cárcel?
Pero la única cárcel del servidor era subterránea, así que la luz solar no era posible. ¿Fue secuestrado?

—Con que despertaste. – Roier dio un pequeño brinco por el susto. – Tranquilo, solo soy yo.

Roier comenzó a enfocar su mirada de donde la voz venía, dándose cuenta de quien era. Ese traje blanco.

—¿Cucurucho? ¿Qué hago aquí? – preguntó retirando la delgada cobija de sus piernas para levantarse y poder acercarse un poco a la silueta.

—Perdón por que hayas despertado en este lugar, pero primero quiero asegurarme de que estés de mi lado.

Roier pareció confundirse.

—¿De tu lado? ¿De qué hablas?

—Solo necesito saber qué serías capaz de hacer para proteger a los que amas. – sonrió el oso blanco mientras se acercaba a las rejas con una sonrisa extraña.

A Roier no le dio buena espina. Todavía se encontraba ido como si quisiera seguir durmiendo, probablemente le habían dado algo para sedarlo y hacerlo dormir, su sexto sentido le gritaba desde que despertó que se encontraba en peligro, pero debía guardar la calma.

—¿A qué viene esa pregunta? ¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde me tienes?

Con enojo, él oso blanco gritó —¡Responde! ¡¿Qué harías para salvar a Spreen y tus amigos?!

A Roier se le fue el alma del cuerpo. Cuando Spreen tras un arranque obvio de celos le dijo que Cucurucho estaba demente y que no tenía buenas intenciones, pensó que lo decía por el momento, el oso albino solo era un amigo, pero verlo así de desesperadamente enojado y teniendo en cuenta que lo había secuestrado le hizo tener los pelos de punta.

—No se de que estás hablando Cucurucho, pero podemos hablar tranquilos. – trató de calmar la situación Roier.

—Es simple. – contestó tomando compostura arreglando su traje. – Te lo pongo así, en una situación de él o yo, elígeme a mí, estarás a salvo y no te tendré que usar de carnada. Además, sé cómo te trata ese oso, yo nunca sería así contigo, mi amado Roier. – terminó de explicar Cucurucho mientras estiraba su mano derecha hacia el castaño.

Roier frunció el ceño.

—Eres un ridículo si crees que alguna vez elegiría a alguien más sobre Spreen. – soltó Roier sin importarle las consciencias que traería.

Pero al ver la mirada oscurecida en la que se transformó quien se supone que era un amigo, creyó que debió haber escogido mejor sus palabras.

—Está bien. – soltó Cucurucho.

De ahí, lo último que Roier recuerda es haber peleado con toda sus fuerzas contra siete hombres que entraron a su celda para tratar de inyectarle algo.

By Your SideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora