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7:00 AM la ruidosa alarma de su celular la hizo despertar entre gruñidos y murmullos maldiciendo al pequeño aparato y de paso a su estilo de vida.

Porque sí, otro día más de mierda, teniendo que aguantar actitudes de mierda y haciendo cosas de mierda. Debía levantarse a lavar los platos y preparar el desayuno, pues, si no lo hacía ella, quién más lo haría?.

En cuando se decidió por quitar el cálido cobertor que cubría su cuerpo del frío de la mañana y cuando se incorporó para quedar sentada la puerta de la habitación se abrió dejando ver al hombre con el que había vivido cinco largos y lindos años, bueno, lindos la mayor parte del tiempo, no todo puede ser perfecto en una relación. Traía consigo una mesa para cama y de inmediato la colocó sobre las piernas de la chica aún medio dormida, en la mesa había un plato con un par de huevos perfectamente hechos, al lado, tocino justo en ese punto crocante que ella tanto amaba, patatas con algunas hierbas finas y un vaso grande con jugo de naranja recién hecho.

— Qué es esto? – preguntó la chica mirando incrédula a su novio.

— Tu desayuno, ¿no es obvio? – respondió él con una sonrisa divertida.

— Umm gracias pero... Te sientes bien? Qué mosca te picó hoy? – Dijo ella en un todo con tintes irónicos. – Estás cosas no las haces ni aunque te las pida.

— Estoy perfectamente, solo me dieron ganas de hacerlo pero si no lo quieres puedo...

— NO! – lo interrumpió de forma brusca mientras protegía con sus manitas la pequeña mesa morado pastel – Quiero decir, no, gracias por esto, luce delicioso – Esbozó una sonrisita mientras miraba la comida.

— Bien, come y luego ven a la sala, tengo una sorpresa para ti – y sin más el chico salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

— Definitivamente debo estar soñando o hay un impostor en mi casa. – Soltó una ligera risilla y decidió disfrutar lo que sea que estuviese pasando, sabía que duraría poco, se dispuso a terminar su desayuno, dejó la mesa junto a la cama y salió a la sala en busca de la dichosa sorpresa.

Okey, oficialmente era la mañana más extraña de toda su vida, en la mesa de centro de la pequeña sala había un gran ramo de girasoles junto con un pequeño pastel de chocolate con fresas, justamente su favorito, helado de queso con moras y pequeñas galletas de mantequilla. ¿Será que hoy iba a morir y nadie se tomó la molestia de notificarle?.

— Buenos días, princesa – se acercó su novio dándole un casto beso en la frente y acariciando sus rebeldes rizos que por la mañana siempre eran indomables. – Te gusta? – refiriéndose a la mesa de centro en la sala.

La chica no podía sentirse más extraña, era hermoso, sin duda. – Me encanta, ¿Es mi cumpleaños y no me he acordado? – preguntó mirando el calendario en la pared junto a la televisión "13 de octubre" – Tampoco es nuestro aniversario – aseguró mientras miraba los ojos de su apuesto novio. – ¿Qué estamos celebrando hoy? – le preguntó dando un saltito y colgándose de su cuello en un abrazo feliz.

— Mmmm te lo diré cuando te des un baño y te arregles, saldremos más tarde, ¿te parece? Recién van a dar las nueve, no irás a clases hoy. – con esa misma sonrisa, empujó a su novia hacia el baño donde ya estaba lista la toalla en el gancho. Cerró la puerta no sin antes decir – Te amo.

— Si esto es un sueño, no quiero despertar – pensó la chica mientras se disponía a darse una ducha rápida y asearse como era debido, no quería perder tiempo de aquella maravillosa mañana.

Una vez lista, se sentaron en la sala a disfrutar de los ricos postres y las hermosas flores que adornaban la mesa, entre risas y besitos se hizo el medio día.

— Quiero que sepas que eres la cosita más linda que tengo. – le dejó un beso en los labios mientras acariciaba su mejilla gordita y rosadita. – pero tienes que despertar.

— ¿Qué? – La chica lo miró confundida a los ojos. Y todo se volvió exageradamente blanco después.

— Hey – un chasquido de dedos resonó frente a sus ojos – Kalypso, reaccionaaa – era su psiquiatra, parpadeó varias veces y bajó la mirada a la mesa encontrándose con tres píldoras de diferentes colores. – Kalypso, por favor, no has escuchado nada de lo que te he dicho, toma tus medicinas y ve a tu habitación.

Con mucho pesar, puso las pastillas en su boca y tomó del vaso de agua, se levantó letargica de la silla y avanzó con rumbo a su solitaria y blanca habitación, una vez ahí, se sentó frente al WC y escupió las pastillas a la vez que jalaba la palanca.
Fue a su cama, se acostó y cerró los ojos, decidida a volver al lugar donde era realmente feliz.

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