Capítulo 1.

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- Buenos días queridos alumnos. Soy William Eastwood, y soy vuestro director como ya la mayoría de ustedes ya sabrán de años anteriores. Quiero dejarles claro que en esta institución priman los resultados académicos y las actividades extraescolares como objetivo para hacer de ustedes unos integrantes válidos y autosuficientes para la sociedad. Ya saben que aquí, la familia es una prioridad,por lo tanto sólo permanecerán internos durante la semana, los sábados y domingos los pasarán en casa a menos que la distancia sea demasiada. Aprovecho la ocasión para recordarles que la rivalidad con Colton High no es sana para nadie, y ustedes no deben alimentarla. No les retengo más. Disfruten de los aperitivos. Bienvenidos a Rosewood.
En contraste con el silencio anterior, la sala estalló en aplausos. Muchos porque el director por fin les dejaría libertad; otros, emocionados porque el curso empezaba al fin.
Rose Eastwood sabía que ella entraba en el primer grupo, por mucho que adorara a su padre, le parecía incomprensible y totalmente aburrido que siempre pronunciara el mismo discurso. Además de tener que escucharlo todos los años semanas antes del inicio del curso, su padre estaba convencido en que la única forma de demostrar que la familia era importante suponía tenerla de pie a su lado.
Acabado el discurso, dos miembros de la junta escolar se acercaron al atril para hablar con William y su mujer, Daisy. Aprovechando la situación, Rose giró sobre sus talones y de manera sigilosa salió del campo de visión de sus padres y fue en busca de dos personas que motivaban su alegría, sus dos mejores amigas.
Recorrió con la mirada el gran salón de ceremonias que estaba abarrotado. Con la agilidad que le era propia, Rose se deslizó entre los grupos de personas que se habían formado tras el discurso. Había gente por todos lados con copas en las manos y pequeños platos con canapés. Pero tras pensarlo un poco, cayó en la cuenta de que no las iba a encontrar en el centro del salón. No eran amantes de toda esa parafernalia.
Rose fue dirigiéndose hacia las paredes del salón, cuyos grandes ventanales estaban decorados con unos cortinones color sangre.
En la pared que estaba al norte del atril donde su padre había dado el discurso, se encontraban unos sillones que llevaban en el internado desde su inauguración en 1828. El edificio había pertenecido siempre a la familia Eastwood, por lo que Rose conocía hasta el más mínimo detalle. Prueba de ello, eran las múltiples desapariciones de la joven. Cuándo se iba sola, todos sabían que no debían ir tras ella. No se puede encontrar a alguien que no quiere ser encontrado.
En el sillón más cercano a la puerta se encontraba una chica con la nariz escondida tras un libro. La reconoció de inmediato y fue corriendo hacia ella, pero en el último momento decidió aminorar el paso y acercarse con sigilo a su amiga. Desvió la dirección y en vez de acercarse de frente, decidió asomarse por detrás del mueble en el que estaba.
- ¡Bu!-gritó en su oreja. El libro que estaba leyendo se le cayó al suelo.
- Dios Rosie, ¿algún día vas a cambiar?-la castaña se agachó a coger el libro y le dio unas caricias cariñosas. Sus libros eran su bien más preciado. Se quitó sus gafas de leer y las apoyó junto con el libro en el sillón del que se había levantado. Se giró hacia Rose y la fulminó con la mirada.
Isabelle Dupont era una chica realmente guapa. Sus ojos eran verdes como esmeraldas de un caro collar de la realeza. Su cabello castaño le llegaba hasta la cintura y en esta ocasión llevaba un lazo azul sujetándose el flequillo en la parte de atrás de la cabeza. Era alta por lo que el vestido azul que llevaba le quedaba por encima de la rodilla, alargando aún más sus piernas si era posible. En sus pies tenía unas bailarinas negras. Belle nunca llevaba tacones, siempre decía que solo eran un invento de los hombres para tener a las mujeres a su merced intentando parecer lo más guapas posibles para ellos. La castaña era pura sencillez y es lo que más le gustaba a Rosie de ella.
-Belle querida, cuánto tiempo sin verte. Si he estado bien aquí encerrada, gracias por preocuparte.- dijo la rubia con ironía. La mirada de la chica bajó la intensidad con la que miraba a su amiga.
- Lo sien...
- Tranquila, estoy acostumbrada. ¿Qué tal pour la France?
- Al final no fui. No puedes obligar a alguien a olvidar los recuerdos.-sus ojos esmeralda pierden luminosidad. Antes de apenarse más, ella misma cambió de tema.-Oye, ¿no está Winter contigo?
- No, pensaba que estaba contigo. Espera aquí, voy a buscarla- antes de que Belle pudiera decir algo al respecto Rosie salió corriendo en dirección desconocida.
Rosie era una chica un tanto hiperactiva, nunca podía estar quieta sin hacer nada. A ello también contribuía su gran capacidad imaginativa. Sus ojos azules eran la envidia de todos, porque no eran de un simple y común color azul. Sino que eran tal cual dos hermosas gemas de lapislázuli. Si a esto le sumamos su melena rubia y que sus padres eran los que llevaban el internado, cualquiera podría pensar que Rose Eastwood era una niña mimada y consentida. Pero cuando llegas a conocerla sólo ves a una chica divertida.

Belle sabía que aunque la ponía de los nervios con sus bromas, Rosie era una parte importante en su vida. Al igual que Winter.
Winter Quinn eran una chica cuya voz era aún más dulce que su actitud. Era la cantante solista del coro de Rosewood,y como una sirena, encantaba a cualquiera con sus cantos. Sus labios eran de un natural color rojo intenso, además de que sus mejillas siempre están coloreadas con un ligero rubor. La joven poseía una ligera palidez natural, lo que le confería la apariencia de haber estado un día entero en la nieve jugando. Es por ello que su madre la había llamado Winter. Sus ojos eran del color de la miel y su pelo era del color del azabache.

Rosie volvió con los hombros bajos, lo que le indico a Belle que no la había encontrado. La rubia llevaba una blusa blanca con cuello de bebé semitransparente y una falda rosa además de unas bailarinas plateadas. Según ella, era el calzado más adecuado para poder desaparecer a su gusto dentro del internado. La gente la miraba al pasar, pero ella no notaba esas miradas sino que iba perdida en la contemplación de sus pies. Un defecto que le agrega la hiperactividad, es que la mínima tristeza en ella hacía que se ahogara en una depresión.

Para evitar eso, Belle colgó sus gafas en el escote de su vestido, cogió en libro y se acercó corriendo a la chica, dejando un beso en su mejilla.

- No te preocupes Rosie, aparecerá.-le sonrió y la joven intentó corresponderle pero no le salió más que una mueca.

- Tengo un mal presentimiento-dijo volviendo a contemplar sus pies.

- Rose, déjate de tonterías anda, vamos a tomar aire fresco.-la cogió con su mano libre y la arrastró hasta la puerta.

Pero justo antes de que pudieran llegar a la puerta, esta se abrió dejando a la vista de las muchachas a Winter. Pero no era la misma chica de siempre. El rímel se había corrido por sus blancas mejillas, sus ojos estaban cristalizados, su pelo despeinado y su ropa desaliñada.
Se acercaron a ella rápidamente, que las abrazó sin dejarlas formular ni una pregunta. Aunque había intentado contener las lágrimas, empezó a sollozar en los hombros de dos de las tres personas más importantes de su vida. Pensar en ello le recordó que nunca más iba a poder estar con el otro pilar importante de su vida.

- Mi padre ha muerto.-dijo con voz entrecortada antes de volver a romper en lágrimas.

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⏰ Última actualización: May 30, 2015 ⏰

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