CHAPTER THREE : Dragonstone

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❝ Dragonstone ❞

Desde la partida de Ser Harwin, Corwyn había tenido que comenzar a entrenar a tiempo completo con Ser Criston. La verdad es que le incomodaba hacerlo, pero el entrenamiento era parte de su preparación como heredero de su madre y tenía que cumplir con su deber. Aunque no le gustara entrenar con Ser Criston, era su responsabilidad.

Sus hermanos menores habían estado algo decaídos por la partida del guardia, especialmente Jacaerys, por lo que Corwyn era el único que entrenaba junto con su tío Aemond.

Había dias en los que Corwyn no podía dejar de pensar en Ser Harwin. Extrañaba la figura paternal que había sido para él, alguien que no solo lo entrenaba en el combate sino que también le brindaba sabiduría y consuelo. En las noches, cuando se encontraba solo en su habitación, las lágrimas brotaban de sus ojos al recordar los momentos compartidos con Harwin. Sentía un vacío en su corazón que ni los entrenamientos ni los dulces podían llenar.

Cada flecha que lanzaba, cada lección que aprendía, le recordaba la ausencia de Harwin. Sin embargo, Corwyn sabía que debía ser fuerte por sus hermanos y por el reino. Se prometió a sí mismo que haría sentir orgulloso a Ser Harwin siendo el mejor príncipe y futuro rey que pudiera ser.

— No olvides respirar profundo antes de soltar la flecha, mi príncipe. — Ser Criston le dio un consejo. Corwyn asintió y comenzó a contar hasta tres, lanzando finalmente la flecha hacia el blanco. Hizo una mueca al ver que la flecha no había llegado al centro, aunque estuvo cerca. — No debes preocuparte, alteza, aún puedes seguir intentándolo. — Lo alentó Ser Criston, poniendo una mano en su hombro.

Aemond, a su lado, había intentado y fallado varias veces, por lo que se dio por vencido y prefirió observar cómo lo hacía su sobrino.

Corwyn asintió ante las palabras del guardia y tomó una flecha, preparándose para el siguiente tiro. Respiró, tal y como se lo había dicho Ser Criston, y tiró la flecha, esta vez dando en el blanco.

— ¡Bien hecho, Wyn! — Lo felicitó Aemond con una sonrisa y dándole un corto abrazo.

Corwyn se sobresaltó un poco por el abrazo de su tío; él no solía ser una persona que gustara del contacto físico, pero sonrió aceptando el abrazo. Luego miró a Ser Criston y notó la mirada de orgullo del guardia.

— Lo has hecho muy bien, mi príncipe.

Corwyn asintió mirándolo, aún estaba molesto con él por la partida de Ser Harwin, pero a pesar de todo, no podía negar que le tenía algo de cariño. Y se sentía mal por ello.

— ¿Ya ha terminado el entrenamiento, Ser Criston? — Preguntó Corwyn.

— Sí, ha terminado por hoy, mi príncipe. — Respondió Ser Criston con una inclinación de cabeza.

— Bien, creo que aún tenemos tiempo para ir a comer algo a la cocina antes de las clases de Valyrio con la septa. — Sugirió Corwyn.

— Sí, vamos, que me estoy muriendo de hambre. — Dijo Aemond mirando a su sobrino, luego a Ser Criston. — Gracias por el entrenamiento de hoy, Ser Criston. — Se despidió.

Corwyn también se despidió del guardia y siguió a su tío al interior del castillo. Ambos príncipes se dirigieron a las cocinas.

Para nadie en la Fortaleza Roja era sorpresa ver a los jóvenes príncipes en las cocinas después de su entrenamiento. Siempre se les veía juntos; ambos eran los más educados y respetuosos de todos los príncipes, además de que se preocupaban por sus estudios.

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