Capítulo 6

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Dejé caer mi lápiz sobre la mesa, me incliné hacia adelante con el examen en mano y avancé hasta el encargado.

—Acabé.

Oí unos cuchicheos a mis espaldas e instantáneamente los miré de reojo, ignorando a todos noté a una niña al final de la clase que ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que alguien ya había acabado: cabellera corta negra, ojos azules y un rostro extrañamente familiar.

—Puede retirarse —dijo el hombre después de sellar y guardar mi examen.

Al salir por los caminos hacia las rejas me envolvió un sepulcral silencio. Aparentemente había sido la primera en acabar el examen, pero, ¿por qué tardan tanto?¿o me habré apresurado en contestar? Quizá debería tardar en regresar para que padre no se entere...

La puerta de una cabaña al frente mío se abrió y de ella salió un niño delgado y pequeño. Sentí un alivio reconfortante.

—Hola, me presento, soy Arise Saragon. ¿Qué tal te fue en el examen?

No era alguien de alguna familia importante o adinerada, su rostro no me resultaba conocido y tampoco había visto su cara entre los descendientes de las familias más importantes de las distintas clases.

—Bien.

Se giró y comenzó a caminar hacia la salida.

—¡Oye, espérame! —corrí un poco hasta llegar a su costado— Solo preguntaba porque eres la primera persona que veo desde que salí.

Él siguió sin contestarme.

No quise presionarlo más así que lo seguí unos metros más atrás suyo. Después de estar unos minutos así llegamos a la puerta, los guardias nos dejaron salir y entré a mi carroza, pude ver que el niño hizo lo mismo; sin embargo, su carroza era antigua y estaba sucia, además, el pequeño burro que tiraba de ella parecía tener hambre, estiraba su cuello para poder acercarse al pasto.

—¡Espere! —grité a mi cochero antes de que comenzara el retorno.

Tomé un cesto de manzanas que había debajo de mi asiento y me dirigí hacia el burro.

—Toma, te ves muy cansado —le susurré dándole una manzana.

Miré al niño y confronté sus ojos clavados sobre mí. Dejé el cesto a los pies del animal, tomé una manzana y me acerqué a la ventana de la carroza (o al hueco, porque no había una ventana en sí).

—Tú también deberías comer.

Hizo un rictus amargo con los labios, no parecía confiar en mí.

—Entiendo, mira —partí la manzana a la mitad y comí una parte—. ¿Ves? no tiene nada, está limpia.

Su mirada se ablandó y tomó con cautela la otra parte.

—Gracias, señorita Saragon —respondió.

—¡Vaya, entonces sí hablabas! —exclamé sonriendo.

Su rostro nuevamente se oscureció. Uy.

—Eh... Bueno, me tengo que ir. ¡Espero que pases el examen, adiós!

Subí a mi carroza y nos dirigimos hacia el castillo, mientras atravesábamos el campo comencé a sentir cómo mi corazón palpitaba con rapidez. Intenté distraerme mirando una laguna a lo lejos, rodeada de ciervos, pero eso intensificó mis latidos y el vértigo ascendía por mi garganta. A penas pude controlar mi cuerpo, en cuanto llegamos al castillo fui corriendo hacia mi habitación y vomité. 

Traté de atribuirlo a los nervios del examen, pero sabía que había algo más. 

Pronto terminó el día, luego pasaron cinco más, y en un abrir y cerrar de ojos se cumplió una semana desde que di el examen, eso significaba que la carta estaba por llegar. El ambiente en el castillo era tenso, los sirvientes corrían de un lado para otro acatando las órdenes de mi padre, quien había estado más estresado de lo normal.

Llegó la hora del almuerzo y nos sentamos en el comedor mi padre, Blenda y Cadwyn.

—Quizá no haya aprobado, el resultado de Cadwyn llegó a penas se asomó el sol entre las colinas —dijo Blenda con una sonrisa de medio lado.

Blenda Tereon era la actual esposa de mi padre, descendiente de una familia adinerada e influyente entre los de clase sanadora y una mujer con una belleza tierna y suave, que contrastaba totalmente con su carácter. En pocas palabras, un lobo disfrazado de oveja. 

Padre la fusiló con la mirada, sin embargo, Blenda seguía sonriendo, su familia, al fin y al cabo, había aportado bastante dinero a mi padre durante su gestión, por lo que era difícil reclamarle algo.

Cadwyn me miró con suficiencia y sonrió antes de continuar su comida. 

Con el paso de los años había comenzado a detestar esa mirada.

Unas pisadas se oyeron acercarse desde el pasillo, las puertas del comedor se abrieron de par en par.

—Señor... —un sirviente llegó con gotas de sudor en la frente y levantó su mano derecha, en la cual estaba mi carta de ingreso.

Tomé un sorbo de té antes de pararme.

—He terminado.

La belleza de Caos #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora