𝐁𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚𝐒 | 𝐘𝐞𝐑𝐲𝐞𝐨𝐧𝐠/𝐑𝐲𝐮𝐂𝐡𝐚𝐞𝐫

CAPÍTULO I

El bosque Hoia; este era uno de los más misteriosos y tenebrosos de Rumanía; era el hogar de las más tenebrosas criaturas.

Muchas personas creen que son sólo leyendas para asustar a los niños pequeños y evitar que vayan al bosque sin compañía de un adulto, pero en realidad ese bosque ocultaba más cosas de lo que se contaba. Su exuberante vegetación y tenebroso clima hace que sea aún más tétrico el querer entrar, sólo los valientes se atreven a hacerlo, aunque algunas veces esos valientes no salen con vida...

Esta es una historia que los ancianos del pueblo prefieren evitar, prefieren sólo decir que las bestias son malas y no tienen una mísera pizca de empatía a los humanos. Sin embargo, las bestias tenían sus razones para odiar a los humanos, ya que estos destruyen la belleza del bosque y cazan incansablemente a las criaturas que vivían pacíficamente en ese lugar. No fue hasta que el Alpha; Eun JiWon, y el vampiro líder Hwang InYeop, decidieron hacer algo para evitar que las criaturas inocentes paguen por la necedad de los humanos.

Aunque ambos se hayan aliado en esto para librar a las criaturas, estos tenían sus mismas diferencias que hacían que empezasen a enemistarse. El Alpha JiWon, decía que no podían seguir las órdenes de un vampiro, lo consideraba un mal líder, un don nadie que no merecía el respeto de su manada; en cambio, el vampiro, consideraba a los lobos como seres inferiores. Esta rivalidad hizo que las criaturas vayan separándose y creasen una rivalidad ridícula entre sí mismos.

La manada Seirs, era aquella dirigida por el poderoso Alpha Eun JiWon, a la cual nos situaremos ahora para narrar una de las tantas historias que nadie se atreve a contar.

Un día cualquiera, una joven lobita decide salir de cacería para poder darle de comer a su pequeña hermana, sus padres habían muerto durante una batalla entre manadas; por lo que ella había prometido cuidarla a como dé lugar, y si eso le costaba la vida, estaba dispuesta a perderla con tal de salvar a su hermana. Su apariencia de lobo blanco hacía que muchos lobos de la manada se fijarán en ella y hasta querían ser su tan preciado mate; o mejor dicho, su pareja predestinada.

Por su parte, la lobita sabía que su mate llegaría en el momento indicado, pero tenía miedo de ser rechazada, ya que vió a muchos soldados caídos a causa de sus parejas, quienes no los aceptaban; y vió como esos soldados abandonaban la manada sólo para no estar junto a ellas o ellos. La joven lobita sabía del peligro que corría y del dolor que le causaría el ser rechazada por la persona que la diosa luna guardó para ella, pero nada le aseguraba que estarían juntas de la noche a la mañana.

Ella era bastante hábil a la hora de cazar, sabía lo que hacía debido a que fue su padre quién le enseñó. Llevaba persiguiendo a un zorro hace más de dos kilómetros, estaba muy en lo profundo del bosque, hasta que por fin lo alcanzó. Atrapó al zorro clavando sus colmillos en el cuello del animal, el cual no lo soportó y murió. Dejó caer el cuerpo de este para poder retomar las fuerzas que había perdido persiguiéndolo, hasta que por fin lo sintió.

Sintió como el corazón se le acelera de una manera inexplicable, su lobo intentando localizar el dulce aroma a fresas con miel que lograba alborotarla de una manera imprudente. Se sentía raramente entusiasmada al sentir ese olor a muy pocos centímetros de ella.

Aún en su forma lobuna, comenzó a seguir aquel olor tan fuerte que hacía palpitar su corazón; corrió por medio bosque, cuando llegó hasta el lugar, se ocultó para poder ver de quién se trataba.

Se había ocultado tras un arbusto volviendo a su forma humana; escondida se quedó y en silencio siguió ese aroma que tanto la cautivaba. Entre las sombras logró divisar una silueta extraña; que en cuatro patas olfateaba el terreno a su alrededor quizá buscando comida, paró un momento y levantó la cabeza al oír unas pisadas al frente suyo, rápidamente corrió tras el sonido pensando que podría tratarse de un pequeño animal silvestre.