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Al abrir los ojos la invadió una ardiente punzada en la ceja.

Su mandíbula se endureció a caer en la realidad.

La puerta estaba abierta de par en par.

Y su ropa ya no estaba en el suelo.

Al abandonar la habitación, topó a varios de sus hombres tendidos en el suelo muertos.

Las paredes tenían manchas de sangre y había un olor a nauseabundo que ya comenzaba a llenar el lugar.

A medida que avanzaba lograba ver varios rasguños en los restos de sus hombres y algunas mortales mordidas, que lograban a dar entender que había arrancando algo más que un poco de piel, un hambriento animal había pasado por allí.

Jeongyeon se llevó ambas manos a la cabeza para luego dejar escapar una gran carcajada de su boca.

Había acabado con todo su equipo de hombres.

Estaba ahora sin nada de protección ante cualquier amenaza.

Tendría que atraparla nuevamente por su sola cuenta.

Era algo parecido a una cacería.

Y ella era su presa.

No podía estar más hambrienta luego de haberla saboreado un poco.

No podía esperar para volver a probarla.

Nayeon estaba agotada, su respiración estaba irregular y su cuerpo estaba apunto de ceder al cansancio, había corrido tanto que estaba muerta.

Le había llevado a afueras de la ciudad.

Ahora estaba estaba en medio de una calle en plena madrugada esperando que algún auto que le diera un aventón.

Había destruido su falda y ahora portaba unos asquerosos pantalones, acompañada con una camisa que parecía sacada de oficina.

No quería otra cosa más que un baño caliente y un maldito cambio de ropa.

Por suerte pronto un auto blindado se detuvo, el vidrio tardó algunos segundos en estar abajo y pudo entonces observar al conductor.

Parecía un sujeto simpático.

Pero no tenía tiempo para eso.

Había tomado una arma con silenciador, un muy mínimo sonido y cayó desplomado en su asiento, lo sacó, tomó su auto y se largó de allí, rumbo a su casa.

Pero al inundarse en la ciudad observó como varías patrullas llenaban las calles y el ruido de sirenas eran lo único que resonaban en una fría noche en Seúl.

Encendió la radio y ahí estaba.

Estaba en bocas de todos, una enorme masacre de jóvenes, para su sorpresa descubrió que luego de que los aniquilaran, habían saqueado de sus cuerpos más de un órgano, las autoridades sospechaban que se trataba de alguna organización ilícita de tráfico.

Poco parecía importarle sólo quería llegar a casa.

Llegó a su vecindario, pero antes de que pudiera estar frente a su casa, visualizó el auto de sus padres y como lo acompañaban tres patrullas.

Bajó del auto a media calle.

Aunque se había cerciorado de estar libre de manchas o algún rastro de sangre, sentía que algo iba mal y era demasiado sospechoso aparecer repentinamente sana y salva cuando había asistido a aquella catástrofe que ahora mencionaban en los medios.

Escuchó el motor de otro auto y pasos en su dirección.

—Yo de ti no haría eso.

Se giró a verla.

—Sabía que vendrías a tu casa, pero este ya no es más tu hogar.

Jeongyeon estaba tal cuál la había dejado, vestía un traje y aunque estaba impecable, su ceja estaba sangrando.

—Te llevaré a tu nuevo hogar.

Nayeon se apartó antes de que pudiera tomarla de la muñeca.

—¿Por qué crees que iría contigo a algún lugar?—Bramó, perdiendo la paciencia. Ya comenzaba a fastidiarle.

—Porque no tienes alguna otra alternativa.

—¿De que hablas?

—Tus padres lo saben todo.—Sonrió con gracia, intentando reprimir su alegría al revelar su noticia.—Su pequeña flor ha salido de su capullo. Ahora todos en la ciudad saben la mala clase de perra que eres.—Rió suavemente. —Por fin, no tienes que ocultarte más, ahora puedes vivir libremente.

¿Qué?

Su cara lo decía todo, regresó su vista a su casa, mirando a los lejos las flores de su jardín, probablemente sería la última vez que las contemplaría, sus lindas macetas.

No tenía otra opción.

Se volvió a la rubia.

—¿Y mis padres?

Jeongyeon le dio una sonrisa tranquilizadora.—Yo me encargaré de que estén bien. Nadie les hará daño.

La castaña dejó escapar una profunda bocanada de aire.

Jeongyeon pensó que esto no le afectaría pero se había equivocado, nunca pensó que pudiera sentir tristeza por algo tan ordinario.

De alguna forma, pasó sus brazos a los lados de su cuerpo, buscando abrazarla y brindarle algo de consuelo, Nayeon cedió al contacto, un poco reacia.

No volvería nunca más a su anterior vida.

No creía estar lista para eso.

Apenas tenía diecinueve.

Jeongyeon la condujo al auto, pero antes de darle la mínima posibilidad de escapar, hundió rápidamente la jeringa en un costado de su cuello, doparla hasta dejarla inconsciente, la sostuvo en sus brazos y la introdujo en su auto blindado.

No tenía idea de lo que estaba por avecinarse.

Todo lo de sus padres había sido una gran farsa, estarían muertos para el día de mañana, realmente no pensaba que se hubiese tragado ese cuento, sabia que intentaría huir cuando recobrara la razón, pero ya estarían bastante lejos cuando abriera los ojos.

Acababa apenas de sumergirse en la peor de sus pesadillas.

LOVE KILLA/ 2YEON (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora