LONDRES, INGLATERRA.EL HOMBRE MISTERIOSO
I N V I E R N O
Comenzaba la temporada navideña. El pueblo británico se preparó para las festividades. La lluvia era intermitente y constante. Londres se caracterizó por ser la mayor parte del tiempo, un lugar lluvioso. Dentro de Westminster; cerca de la gran plaza de Trafalgar Square, en un barrio un poco alejado de la zona, vivía Morgan lefroy Rollins. Un joven pintor francés con ciertos dotes culinarios y una gran habilidad con los pinceles y las pinturas de acuarelas.
Había pasado los primeros años de su vida descubriéndose a sí mismo a través de las pinturas, lienzos y retratos destacados de la época pasada. Morgan era el mayor fan de Picasso. Su gran pasión por el arte, comenzó cuando salió junto a su madre a Galerie Templon Paris. Una galería de arte ubicada en París, Francia. Desde ese día en adelante, el pequeño Morgan desarrollaría un amor inefable por la pintura y el arte que esta intentando siempre transmitir.
A los dieciocho; el aventurero Morgan tomó la decisión de mudarse a Londres. No solo porque desde niño Inglaterra había sido su país favorito, sino porque era un chico que amaba las aventuras y el riesgo. Sabía que si se mudaba a la ciudad de Londres, sería el comienzo de una etapa importante en su vida. Y por obvias razones, era una aventura que no le aterraba empezar a experimentar.
La mañana del catorce de mayo de dicho año, Morgan se había levantado como de costumbre para preparar su estudio de arte, ubicado en una de las habitaciones de su apartamento. Había recibido la mañana de ese día, a un cliente un tanto peculiar. Morgan no pudo divisarlo bien debido a que el hombre iba ridículamente cubierto, tanto que no se podía ver su rostro. Llevaba ropa negra y un saco del mismo color. Unos zapatos lujosos, un sombrero oscuro, un reloj bastante caro y gafas de sol.
—Señor, dígame... ¿qué es exactamente lo que gustaría que dibujara para usted? —preguntó Morgan de manera amistosa. Aún le faltaba terminar algunas pinturas, así que se tomaría su tiempo para entregarle el cuadro al señor misterioso.
Nunca le había parecido correcta la idea de criticar a un cliente; pero éste, en particular, era terroríficamente extraño. No solo por su manera sospechosa de vestir, sino también por cómo actuaba. Se había sentado sobre un sofá, y veía frecuentemente hacia cada rincón del estudio. Con continuidad, se levantaba el sofá e iba hacia la ventana y observaba su reloj cada veinte minutos. Como si estuviera apurado, o peor aún, huyendo de alguna persona.
Morgan en ninguna de esas ocasiones se atrevió a pedirle que se sentara. El hombre, que tenía los brazos cruzados, comenzó a rebuscar entre su maletín. El extraño cliente no habló en absoluto. En ningún momento. Bajo ninguna circunstancia. Era como si dirigirle la palabra al chico sentado frente al lienzo, o tan siquiera mirar al joven artista, lo incomodara. Luego de unos segundos, el hombre le prolongó una hoja de papel doblada y le señaló con los dedos lo que quería que dibujara.
Morgan suspiró y se giró sobre su taburete para tomar un pincel y comenzar con el dibujo sobre el material. Se detuvo a examinar el papel, y vio que éste detallaba el retrato de un halcón volando libremente sobre un río. No hizo ninguna pregunta y se puso manos a la obra.
* * *
Al cabo de unas horas, luego de haber soportado la presencia del sujeto, Morgan había terminado por fin el retrato del ave sobre el lienzo y se lo había entregado al hombre encapuchado. El cliente por fin lo miró y le sonrió ampliamente. Le pagó una buena cantidad de dinero, y antes de que el joven pintor pudiese decir algo, el hombre alistó su paraguas y salió de su apartamento con el cuadro medio seco en brazos.
La lluvia se desató de inmediato.
Morgan se apresuró a mirar hacia la ventana, con esperanzas de encontrarse aún en la acera a su cliente. Éste se subió rápidamente a una Ranger Rover oscura y se perdió de vista.
A la mañana siguiente, Morgan se levantó como era de costumbre, se preparó una taza de café y se dirigió hacia su estudio de arte para terminar un cuadro de una clienta. Se escuchó en todo el departamento el sonido astillado de las tazas rotas sobre el suelo y el café esparcido por todo el salón. Sus cuadros habían desaparecido. Morgan tan alertado y asustado, corrió en dirección al escritorio al notar el destello resplandeciente de un sobrecito. Dentro de dicho sobre, había una carta doraduzca donde se leía fácticamente: «Fue gratificante hacer un trato con usted, Morgan Lefroy...»
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El robo de los 7 cuadros
Ficção AdolescenteMorgan Lefroy Rollins, es un pintor francés de veinticuatro años que ha vívido los últimos seis años de su vida sumergido en sus pinturas y en su pintoresco apartamento, en uno de los barrios más visitados del moderno Londres. Un día lluvioso, aburr...