Capítulo 1

919 160 98
                                    

—No, no —me removí, inquieta—. No me dejes. Por favor.

La horrible sensación de que el final estaba cerca me invadió. No importó cuánto supliqué, él soltó mi mano. Miré mi palma vacía, sintiendo que ya lo extrañaba.

—Lo siento, Julia —él se disculpó, como en cada ocasión—. Perdón, pero ya es hora de que despiertes.

Como si sus palabras fueran órdenes, de repente mi vista cambió. De aquel mágico lugar antiguo, lo único que vi fue el aburrido techo de mi habitación.

Desperté con la respiración alterada, incluso cuando era algo que ocurría noche tras noche.

Soñaba con un joven de hermosos rasgos, piel pálida, ojos dorados y personalidad juguetona. No podía recordar bien su rostro luego de despertarme, pero siempre que soñaba volvía a reconocerlo. Aquellos sueños se dispersaban como arena entre mis dedos, hasta dejarme solo con la sensación de que había algo importante en esos sueños.

Y cuando volvía al mundo real, siempre tenía este extraño sentimiento conmigo. Como si algo me faltase.

¿Cuándo había comenzado? Me pregunté a mí misma. ¿Cuándo fue la primera vez que soñé con aquel hombre misterioso? ¿Desde cuándo al dormir era el único momento dónde me sentía llena? No lo recordaba. Para mí, era como si él siempre hubiera sido una parte fundamental de mi vida.

Siempre presente, siempre latente. El desconocido en mis sueños se mostraba como un príncipe azul, mostrándome un mundo que siempre olvidaba. A veces, estaba segura de tener sentimientos reales por una persona que mi subconsciente inventó.

Por supuesto, pasábamos un tercio de nuestras vidas durmiendo. Así que era natural que me sintiera cercana a él.

Gruñí, queriendo volver a dormir para volver a verlo. Una vez más, me prometí, como todas las veces. Solo necesitaba verlo una vez más para poder memorizar su rostro, aprenderme su nombre.

—¿Julia, estás despierta? —escuché la voz de mi hermano mayor.

Ahí se iban mis esperanzas de volver a dormir.

—Uhm —contesté de mala gana.

Solía costarme mucho levantarme durante la mañana. Aunque si mi mamá me escuchara decir algo sobre eso, comentaría que la causa era quedarme despierta hasta tan tarde.

Pero es que, en la noche, cuando todo estaba callado y oscuro, me sentía mucho más segura. Más libre.

Ella no lo entendía. Ni mis hermanos.

No recordaba cuándo empezó, pero por alguna razón se me hizo costumbre estar despierta por las madrugadas. A veces parecía que esperaba algo o a alguien. Alguien que nunca llegaba.

Y quizás nunca llegaría.

—Despierta o llegarás tarde —advirtió, alejándose.

Eso terminó con todos los rastros del sueño. Me froté los ojos, sintiéndome con unas frustrantes ganas de llorar. Quería... Quería volver a él. Eso era lo que gritaba aquella voz en mi cabeza. Quería verlo y no solo en sueños, como si aquel desconocido fuera algo más que una invención de mi cerebro.

—¡Julia! —gritó desde la distancia.

—¡Ahí voy! —devolví—. Ahí voy.

Mi hermano era mayor que yo solo por unos años. Éramos cuatro, pero mis dos hermanos ya no vivían en casa con nosotros, desde hacía mucho, mucho tiempo.

Así que Jake, aquel hermano que solía despertarme cada día, mamá y yo éramos mucho más unidos.

Refunfuñando por lo bajo, me levanté de la cama y me calcé mis pantuflas de ositos. Toda mi habitación era tan cursi que a mi hermana mayor le daban jaquecas cuando venía de visitas. O al menos eso decía ella.

Raven Black (Trilogía Monarca II) Estreno 21 de septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora