Capítulo cinco

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Esa semana fue como un sueño para Jinsoul.

Al día siguiente, como era sábado, partieron a YongPyong Ski Resort, un lujoso centro de esquí en el que iban a estar por toda la semana. Poseía no sólo pistas de esquí y lujosos hoteles, sino también piscinas temperadas y un sauna, una zona de golf, habitaciones de juegos y karaoke, restaurantes y pubs, tiendas para comprar distintas cosas y un salón de bolos. Además, contaba con teleféricos para recorrer todo el lugar.

Jungeun no escatimó ningún gasto en ese pequeño viaje. Llevó a Jinsoul a todas partes para pasar tiempo juntas, y la omega sólo se dejaba llevar por esa efímera felicidad. Efímera, porque era lo que siempre pasaba entre ellas: la alfa la mimaba unas semanas antes de volver a la rutina de todos los días.

Por eso mismo, no le dijo del embarazo todavía. Jinsoul quería disfrutar esos días sin preocupación alguna, sólo las dos y ese bonito lugar que parecía como un cuento de hadas. Tal vez ese era su florecimiento, pensó mientras abrazaba el brazo de Jungeun y subían por el teleférico, abrigadas para evitar el frío. Florecía pocas veces al año, cuando Jungeun le dirigía una mirada, y después se escondía otra vez, esperando una señal para volver a nacer.

Aunque era un poco complicado ocultarle del embarazo, comenzando por el hecho de que ya no podía beber alcohol. Usó mil veces la excusa de que no lo aguantaba bien, sin embargo, la alfa no parecía muy convencida por eso. Por otro lado, se fijó un día mientras salía de la tina, su vientre estaba un poco más hinchado. Era como si hubiera comido un montón de cosas ese día, con la tripa sobresaliendo un poco.

―Creo que estoy rechoncha ―comentó una tarde, mientras estaban en el salón de bolos―. ¿Me viste? Debería...

―No digas estupideces ―contestó Jungeun, agarrando el bolo rojo con el que jugaba―. ¿Rechoncha? Aunque lo estuvieras, serías más adorable de lo que ya eres.

―¿Lo dices en serio?

―Claro ―la alfa le guiñó un ojo―, tendría más para agarrar cuando te follo, bebé.

Jinsoul estuvo tentada de lanzarle su bolo azul, pero sólo le sonrió, feliz.

El dos de enero les tocó volver de esas cortas vacaciones. La omega sabía que eso sería todo por ahora: Jungeun volvería a trabajar y los murmullos regresarían. Estaba bien, ya se encontraba preparada para eso, porque era su rutina diaria. Atesoró esa bonita semana en el fondo de su corazón y la guardó con recelo, para recordarla cuando volvieran los días malos.

Al día siguiente, Jungeun llegó a casa a las cinco y media. Jinsoul había estado de rodillas, en cuatro, buscando el control remoto bajo el sofá, cuando escuchó la puerta siendo abierta y Kim apareció.

―¿Lip? ―preguntó, boquiabierta, y miró la hora―. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tan temprano?

―Quédate allí ―masculló la castaña, caminando hacia ella y agarrándola de la cintura―, ¿por qué no me recibes así todos los días?

Jinsoul le iba a preguntar a qué se refería, pero recibió una nalgada sobre su pantalón y las manos de Jungeun le bajaron la prenda. Ni siquiera protestó o se quejó, tan sorprendida de que su alfa estuviera ahí, tan desesperada por hacerla suya.

Gimoteó al sentir la polla frotándose entre sus nalgas y sólo levantó más el culo, dándole mejor acceso.

Una vez acabaron, con la omega sentada en las piernas de la mayor y haciendo arrumacos, recordó todo.

―Jungeun ―habló, con las mejillas coloradas y una sonrisa risueña―, ¿qué haces aquí? Siempre llegas más tarde, ni siquiera tengo lista la cena.

BLOOM, lipsoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora