Sirius se dio cuenta antes que Remus, su omega estaba nuevamente encinta, vaya novedad. Se notaba en la forma en la que movía las almohadas y los cojines decorativos de la cama, acomodando las mantas brindadas por el lugar e incluso las que empacó en una maleta aparte de en la que iba su ropa; su cuerpo sabía que había un bebé en desarrollo, sabía cómo actuar, pero por lo visto, esta vez Remus iba a ser el último en darse cuenta... Ya que James y Regulus ya habían hecho un comentario al respecto cuando notaron un olor mucho más dulce emanar de Remus.
Tal vez lo hubiera notado antes, pero no estaba teniendo náuseas matutinas ni ascos repentinos a la comida; sería su primer embarazo tranquilo, ya que los tres anteriores habían estado llenos de cambios de ánimo fuertes desde el primer trimestre, no soportaba que alguien lo tocara o que lo mirara más del tiempo necesario, chillaba molesto al notar el mínimo olor de otro omega en su ropa y lo obligaba a bañarse con todo y ropa.
No había nada de eso esta vez.
Podrían disfrutar los tres meses de vacaciones de verano en esa casa de campo en Noruega, la cual terminó siendo una mansión de 11 habitaciones, 6 baños, un campo de golf de 18 hoyos, 4 canchas de tennis, grandes instalaciones para caballos entre otras muchas cosas. Era una de las mansiones más antiguas, pero el precio tanto a Regulus como a él les dio la impresión de que la estaban regalando; un lugar tan bien cuidado y hermoso como ese debería valer unos cuantos millones más.
Iba a esperar un par de semanas para decirle a Remus que se hiciera una prueba de embarazo.
Sólo pudo aguantar una semana, su propia emoción de confirmar que iban a tener otro cachorro hizo que su alfa interior escupiera la propuesta en medio del desayuno, provocando que James casi se ahogara con su café y Regulus con su té, Remus lo miró fijamente luego de haber dejado caer su trozo de pan con mermelada en su plato. Su omega sólo se levantó y se retiró del comedor, subiendo las escaleras en silencio y él no duró nada en irse tras él, se encerró en el baño con él, buscó la cajita de la prueba en una gaveta del mueble y casi que se la tiró, ganándose una mirada de desaprobación de parte del amor de su vida.
—Lamento eso, no podía contenerlo más tiempo, sé que no fue el momento ni el lugar, pude habértelo dicho mientras salíamos a caminar con los perros, pude habértelo dicho en la cama, en la ducha y en cualquier estúpido lugar y a solas, pero— El alfa no pudo terminar su disculpa debido a que los labios suaves de su omega se posaron sobre los suyos, no era un beso, era una caricia, un amoroso "cierra el hocico" de parte de su compañero de vida.
—Te perdono, ahora date la vuelta y dejáme hacerme la prueba, ¿de acuerdo? —Susurró Remus, sonriendo satisfecho al observar a Sirius ser obediente y girarse sobre sus talones, mirando a la pared; justo en ese momento, él se dispuso a abrir la prueba de embarazo y hacérsela, no era la primera vez que lo hacía, por lo que las instrucciones terminaron en la basura junto con la cajita.
La prueba fue positiva, el instinto de un alfa nunca mentía.
Ya había pasado un mes desde el día en que Sirius soltó la propuesta de la prueba de embarazo en el desayuno, después de eso había bajado las escaleras corriendo como el loquito del centro y gritando a todo pulmón que iban a tener otro cachorro. Esa misma noche hicieron una "pequeña" celebración, todos los adultos en pijamas, tomando chocolate caliente y comiendo unas galletas que habían hecho en la tarde, Remus compartía su taza con Altair, que estaba acurrucada en su regazo; sus demás hijos y sobrinos mayores estaban jugando twister, Emma y Adhara subieron a dormir un par de horas atrás, y según lo que Jackie les dijo, ambas estaban acurrucadas en la cama, cobijadas y la lamparita de Adhara encendida.
Cuando regresaron a sus respectivas habitaciones, el omega sonrió al ver a su amadísimo alfa tirarse en la cama, en su nido, dando vueltas en el colchón, donde está su nido, perfumando su nido con su aroma, impregnando el olor en las cobijas y las almohadas. Ahora se daba cuenta que desde que llegaron había empezado a ponerse cómodo, a crear su zona segura por los próximos meses, a anidar.