La Hija de Dorothy

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El cuarto de baño de Dorothy era pequeño pero coqueto. Los azulejos de las paredes eran azules y contrastaban el plato de ducha que era del color de la arena en la playa, al igual que el aseo, la taza del váter y el bidé.

Evolet lucía su hermoso cuerpo desnudo cuando su madre la animaba a entrar en la bañera, allí cogió la alcachofa de la ducha y comenzó a regar su cuerpo tras comprobar que la temperatura del agua era la adecuada.

A ella le extrañó que su madre llenara la bañera, pues nunca tomaba baños. Sólo se duchaba y lo hacía sola, por eso aquella noche le extrañó que su madre estuviese presente, e intentó que se marchase, pero Dorothy insistió en quedarse.

Probó el agua y vio que estaba a la temperatura idónea, así que tomó de la mano a Evolet y esta entró a la bañera no sin un poco de forcejeo, pues le molestaban las situaciones nuevas o extrañas como era el caso. Finalmente aceptó sentarse en el agua y tras el contacto con el líquido elemento no pareció desagradarle así que sí, el baño estaba en su punto.

Por su parte Dorothy había meditado durante la tarde acerca de la atrevida sugerencia de su amiga Lindsay. Y aunque no las tenía todas consigo, pensó que por probar no se pierde nada. De modo que comenzó a enjabonar su espalda suavemente, luego sus brazos y sus hombros y pasó a la parte de delante.

Sus pechos eran menudos y su vientre prácticamente liso pues Evolet era muy delgada. Dorothy enjabonó todo su vientre y luego pasó la esponja por su canalillo, dejando para el final sus pequeños y firmes pechos.

Allí se detuvo y con la esponja humedecida y con abundante jabón los acarició con ella en círculos. Evolet pareció estar receptiva ante estas inesperadas caricias y sus pezones se erizaron y se pusieron duros. Tenía las areolas pequeñas y de color marrón, coronadas por sus pezones un poco más oscuros. No pudo evitar que aquellas caricias en sus tetitas le provocaran una media sonrisa dibujada en su cara, un detalle que no pasó desapercibido para su madre.

Cuando Dorothy la vio pensó que le indudablemente aquello le estaba gustando, así que supo que iba por el buen camino...

Bajó la esponja y pasó a sus piernas, primero empezó por los pies, sacando estos del agua y enjabonándolos, bajando por las pantorrillas y luego por sus muslos. Primero uno y luego el otro...

Evolet observaba cada uno de sus movimientos y su mirada la hacía sentir avergonzada, así que Dorothy no estaba segura de si continuar o parar.

Finalmente convino en darse un poco de tiempo y no ir directamente, por lo que siguió frotando su espalda y colocándose tras ella dejó de sentirse observada. De forma que su esponja de nuevo acarició sus pechos y luego fue bajando hasta colarse bajo el agua y llegar a lo más íntimo de Evolet...

—¡Oh! —dijo Evolet con un suspiro al sentir el íntimo contacto.

Dorothy lo oyó perfectamente y sintió un escalofrío recorrerle la espalda en ese preciso momento. Tentada estuvo de retirarse, pero luego se calmó y sin sacar la esponja del agua siguió frotándola entre sus ingles íntimamente.

Un nuevo suspiro de Evolet le indicó que aquello le gustaba, así que el dilema ahora era seguir o parar...

Dorothy aún no lo tenía claro, así que volvió a sus pequeños pero firmes pechos y se concentró en ellos. Ahora pasó de la esponja y usó ambas manos desnudas, cogiéndolos a la vez y masajeándolos directamente.

Sintió el jabón correr por su piel y sus dedos deslizarse por sus senos. Sus pequeños pezones, que ya estaban duros y puntiagudos, se deslizaban por entre sus dedos mientras los acariciaba y de vez en cuando los capturaba con las yemas a modo de pinzas.

—¡Oh! —¡gimió Evolet ahora con más fuerza!

Su madre estaba aturdida y al mismo tiempo confundida, ¿qué hacer ahora?

Tímidamente retomó la esponja y bajándola su vientre y la colocó bajo su sexo, comenzando a frotarlo muy suavemente con ella. Los gemidos de Evolet le decía que seguía por el buen camino, así que Dorothy ya ni se lo planteaba.

No podía creer lo que estaba haciendo, pero allí estaba, casi era media noche, mientras usaba la esponja para frotar el sexo de su hija y así intentar relajarla y que la dejase dormir.

Finalmente abandonó la esponja y usó sus propios dedos para explorar el sexo de Evolet. Usó su índice y su anular para abrir sus labios vaginales, mientras el corazón se paseaba arriba y abajo por el surco abierto entre sus dedos, lo cual arrancó un hondo sus piro de Evolet.

Siguió recorriendo su surco, hundiéndolo suavemente la yema de su dedo corazón en él, buscando el hoyito que daba acceso a su entrada...

Mientras ella exploraba, Evolet se aferraba al brazo que usaba y gemía cada vez más alto. Por su parte, Dorothy comenzaba a tranquilizarse, así que se concentró en hacerla llegar al orgasmo rápidamente, pasando a un masaje clitoriano directo, mientras con la otra mano seguía acariciándole sus pechos con la esponja y eventualmente pellizcándole los duros pezones puntiagudos.

La idea funcionó a las mil maravillas, Evolet respondió con agitación en todo su cuerpo. Su excitación creció rápidamente, a pesar de las pocas caricias que le había dedicado su madre desde que comenzó a ducharla.

Deseando terminar lo antes posible, una desatada Dorothy aceleró la velocidad de sus frotes clitorianos y consiguió el ansiado orgasmo de Evolet, quien se estremeció aferrándose con ambas manos al brazo que su madre usaba para acariciarla tan íntimamente allí abajo. Cerrando con fuerza sus muslos atrapó su mano entre sus ingles y mientras sentía estertores de puro placer, resoplaba agitadamente y apretaba su brazo.

Finalmente se calmó, como ocurre tras la tempestad, entonces la madre aclaró su cuerpo y la secó, para cuando se dio la vuelta Dorothy fue capaz de mirarla a los ojos a ver su reacción, su cara no expresó mucho, pero por unas milésimas de segundo sus labios se curvaron hacia arriba en una media sonrisa de aprobación que inmediatamente su madre identificó con agrado.

La acostó y ésta se empezó a quedar ya plácidamente dormida entre las sábanas nada más tocar su cabeza la almohada.

Saliendo a hurtadillas de su cuarto la madre sintió una emoción inesperada: ¡Qué bien por fin podré dormir! —pensó para sus adentros....

La Hija de DorothyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora