Había llegado el día tan esperado. Camila caminaba nerviosa de derecha a izquierda en su habitación. Por una vez, en lo que llevaba de año, la adolescente no encendió su aparato de música. Estaba tensa, todo su cuerpo le temblaba sólo de saber que iba a mentir a sus padres. Sí, ese fin de semana sus padres estaban en casa, algo raro en ellos, lo que hizo cambiar nuevamente todos los planes.
Camila ya tenía preparada su mochila; había metido en ella todo lo necesario para pasar los tres días que iba a durar su corto viaje a Nueva York. Quizá había prescindido de cosas que jamás pensó que desecharía en un viaje de esas características, pero tampoco podía llevar un excesivo equipaje para que las cosas salieran como debían.
Decidida, cargó con el escaso equipaje y bajó hacia la entrada de la casa, depositó allí la mochila y caminó hasta la cocina para desayunar bien. Le esperaba un largo camino hasta llegar a su destino y quería alimentarse de forma abundante para ahorrarse algo de dinero durante el viaje. Cuánto menos
comiese durante el trayecto, menos gasto haría.
-Camila, hija, ¿vas a alguna parte? -preguntó el señor Cabello con cara de extrañeza.-
-Ehm... Esto, bueno... Iba a contároslo ahora mismo, ha surgido de repente.
-Te vas así, sin más. ¿Ni siquiera vas a pedir permiso? Aún eres menor de edad para hacer lo que te dé la gana -la señora Cabello se levantó de su asiento para comprobar qué era lo que su hija había dejado en la entrada.
-Me voy con Dinah de viaje. Sus padres me han invitado.
-¿A dónde? Porque esta mochila es demasiado pequeña...-Sinu se acercaba de nuevo hacia la cocina con la mochila en la mano mientras registraba lo que se encontraba en su interior.- ¿Cuántos días te vas?
-Me voy esta tarde y vuelvo el domingo. Es un viaje exprés.
-Creí que querías que pasara tiempo con mi familia... Y ahora resulta que mi hija mayor se apunta a un viaje con unos completos desconocidos.
-Lo siento mamá, ellos me invitaron y están contentos de que pueda acompañarles.
-Quiero su número de teléfono.
Primera cagada. Para empezar, no tenía el teléfono de los padres de Dinah...pero tampoco iba a ser buena idea darle a su madre el número verdadero si no quería que se enterase de su mentira. Y tampoco iba a ser buena idea ponerle alguna excusa para no poder dárselo. Se encontraba en un verdadero aprieto del que pretendía salir airosa.
Como siempre, su padre no se metía en el asunto, tan sólo miraba cómo su esposa seguía registrando las pertenencias de su hija.
-Papá, ¿no vas a decir nada?
-¿Qué, hija? -Alejandro volvía de sus pensamientos y miraba la cara de preocupación de su pequeña.-
-¿No vas a decir nada?
-Bueno, quizá tu madre tenga razón... No conocemos de nada a esa familia, tan sólo a su hija y no es que tengamos buenas referencias. No sé, es lógico que podamos hablar con ellos por teléfono al menos, sobre todo por si pasa algo durante el viaje, ¿no?
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