Paula
Estoy tranquilamente disfrutando de la magnífica noche que tengo por delante y se me acerca un tipo, es alto, con el pelo corto moreno, complexión atlética, es bastante atractivo, va enchaquetado, llega hasta a mí a paso ligero y paro de bailar y le presto atención porque sé a lo que viene y me divierto rechazando a todos los hombres que se me acercan, es un pasatiempo más.
—A mi jefe le gustaría conocerte, acompáñame —me dice, así tal cual, frío como el hielo, como si le estuviera hablando a la pared.
—Pues dile a tu jefe que hoy va a tener que buscarse a otra, yo no estoy disponible —le contesto lo más altanera posible, ya que estoy acostumbrada a rechazar a más de uno.
—No es una petición, es una orden, ven conmigo ya —y esa última palabra la dice alzando la voz un poco, con gesto muy serio. Me estoy empezando a cabrear, esa forma de hablarme no me gusta, a mí se me respeta, y lo voy a poner en su lugar.
—Mira, idiota, a mí no me hablas así, NO es NO, ahora ve y dile que vaya a meneársela para no estar tan aburrido —contesto enfadada y me doy la vuelta hacia mis amigas que estaban escuchando todo con cara de pocos amigos. En ese momento el hombre me coge por el brazo y seguidamente me doy la vuelta y lo miro con cara de asesina—. Suéltame o vas a acabar la noche en la cárcel, llamo a los de seguridad y formo aquí lo que haga falta para que te apresen —le digo sin dejar de mirarlo fijamente.
Por fin me suelta y se va cabreado, no dejo de mirarlo hasta que sube las escaleras hasta la planta de arriba y lo pierdo de vista. Exhalo fuerte, no me había dado cuenta que había dejado de respirar, me siento entre enfadada y asustada, me ha incomodado bastante este altercado, y el alcohol empieza a hacer efecto y siento que estoy un poco mareada.
—Necesito una copa, chicas, no preocuparse, está todo bien —les digo para que se sientan más tranquilas aunque yo esté totalmente al revés.
Me dirijo a la barra mientras las dejo en la pista bailando, necesito descansar, respirar y tranquilizarme. Me enciendo un cigarrillo y pido una copa, me apoyo con las manos en la barra, cuando me ponen la copa voy a coger mi monedero para pagar y una voz cortante y fría me interrumpe.
—La casa invita, nena, así que te haces de rogar, ¿no? —me dice exhalando el humo del cigarro, repasándome cada parte del cuerpo con esa mirada intimidante.
Sí, esa es la palabra, intimidante, tiene los ojos azul cielo, los rasgos de la cara marcados, el pelo corto y moreno, está bronceada su piel y aunque lleve camisa se le ve que tiene el cuerpo fibroso. Se podría decir que es bastante parecido al hombre de antes, pero este es mucho más misterioso, atrayente y autoritario. Es atractivo, bastante. Su actitud es lo que me asusta y a la vez me intriga, debe tener unos treinta y cinco años, tiene una mano metida en el bolsillo de los pantalones y es como si estuviese mirando a una presa, y yo no soy presa, siempre cazadora, siempre. Está claro que es el tipo que me quería arriba.
—Gracias por la copa, pero tú y yo no tenemos nada más que hablar —respondo intentando disimular los nervios y la calentura que sin venir a cuento se me ha instaurado en el cuerpo. No voy desaprovechar la invitación a una copa, tengo un sueldo deprimente y la vida está muy cara.
Se acerca un poco más a mí, tengo su cara a centímetros, «oh, Dios mío, qué bien huele», es una de mis debilidades que un hombre huela siempre bien, y reconozco ese perfume a leguas, ya que es mi favorito.
—Nena, a mí nadie me niega nunca nada —dice con mucha tranquilidad.
Se me ha llegado a pasar por la cabeza que no estaría mal cambiar de modo esta noche, ya que desde que entró en mi campo de visión no he parado de pensar cómo sería tocar esos abdominales mientras me lo hace duro, pero ya está, ya lo ha estropeado todo, a mí los tipos prepotentes como este me cabrean muchísimo, he salido de una relación con una toxicidad enorme y no me voy a dejar amedrentar por ningún hombre más en esta vida.
—Pues va a ser la primera vez entonces que te quedes con las ganas, disfrútala —añado con superioridad.
—Estás jugando con fuego, nena —me responde con una sonrisa maliciosa.
—Me gusta quemarme, y no soy la nena de nadie y menos tuya, búscate a otra a la que joder, esta noche se me rifan los imbéciles y el cupo ya está cerrado —le contesto con mi ego al máximo, aunque mi mente no para de pensar en montar ese cuerpo.
—Ten más cuidado, podrías arrepentirte de tus palabras —suelta mientras exhala el humo con los ojos fijos en mí.
—¿Necesitas que llame a los de seguridad o mejor a la policía? —pregunto con un toque de humor.
—Nena, yo soy la autoridad —responde con frialdad.
—Pues métete la autoridad por donde te quepa, dicho esto me voy —digo con la máxima tranquilidad que puedo aparentar mientras camino hacia mis amigas, aunque en el fondo estoy nerviosa, estoy molesta porque me ha puesto muy caliente, tengo las bragas empapadas, pero me mantengo firme porque me juré que ningún hombre iba a volver a jugar conmigo, aquí la que juega soy yo cuando quiero y como quiero.
¡Mierda, qué intensidad! Intento controlarme un poco mientras me presiono con dos dedos mi entrecejo, y vuelvo la cabeza buscando la mirada de ese hombre imponente y misterioso, y me encuentro con que ya no está, se ha ido, las pulsaciones se relajan un poco más y me dedico los siguientes minutos a relatarles a mis amigas toda la conversación con pelos y señales.
Pasan unas horas y bailo como si no hubiese un mañana, nos animamos entre mis amigas y yo y vamos haciendo bailes coreográficos y movimientos sensuales, no paramos de reír y chillar y en ese momento entre la euforia y el alcohol no puedo parar de pensar en el encuentro que he tenido, no sé cuántas canciones bailamos ni cuántas copas nos hemos bebido, pero ya estamos agotadas, necesitamos las tres un descanso, así que nos dirigimos a una de las mesas altas.
Me empiezo a sentir un poco mareada y con náuseas, así que le hago señas a mis amigas de que voy a ir al baño y salgo andando, ellas están igual que yo así que no me hacen mucho caso, no es que me guste estar en este estado pero hace que no pueda pensar apenas, sé que soy una cobarde pero necesito evadir un poco la realidad. No puedo parar de pensar en ese hombre, joder, tenía que hacerme la estrecha por el maldito orgullo, y ahora estoy ansiosa por encontrármelo donde sea para comérmelo. Entro al pasillo del baño y veo a un chico apoyado en la pared, está hablando con otro, y se gira a mirarme, veo que sonríe, esa mirada la conozco, sé de sobra cuando alguien quiere algo conmigo, de repente se me han pasado las náuseas, me acerco a él y le beso en la boca, lo beso con ansias y él me corresponde, necesito más contacto, estoy demasiado caliente, me separo de él, lo miro y lo agarro de la mano, tiro de él hasta el baño de chicas, lo meto en un cubículo y vuelvo a besarlo, él se va derecho a mi culo, me lo agarra con fuerza y me arrima a él, estoy desesperada por que me la meta, se me siguen viniendo imágenes del hombre misterioso y mi mente me juega malas pasadas pensando que es él quien me toca.
—¿Tienes preservativo? —pregunta el chico excitado. Es como si se me hubiese encendido el cerebro, paro en seco, ha estropeado lo que me estaba imaginando, me acaba de dar un golpe de realidad y ya no quiero que me toque. Sin una explicación lo empujo a un lado y salgo del baño un poco enfadada porque sigo encendida y solo quiero que me apague este fuego una persona que apenas conozco.
Llego hasta la mesa alta con mis amigas, una vez allí hago una ligera observación a la pista veo a todo el mundo disfrutando, las luces me deslumbran y levanto la cabeza buscando las cristaleras del segundo piso, sabiendo que es en vano porque no se ve nada. Justo cuando miro, se hacen transparentes y recibo un escalofrío al ver cómo el individuo de antes prepotente me está mirando fijamente, mientras fuma y con esa media sonrisa suya tan peculiar. No he podido dejar de pensar en él, sé que me quiero hacer la fuerte, pero me he arrepentido mil veces de decirle que no, hubiera sido una conquista muy buena en mi lista de una sola noche, llevaba toda la noche imaginando cómo sería en el sexo, cómo me tocaría y cómo lo haría; creo que por eso era yo la que más sudaba de las tres. Le miro fijamente igual que él hace, y hago una media sonrisa como hace él, porque yo no me dejo intimidar, no puedo negar que me encanta su actitud y su pose de superioridad, se nota que tiene poder, que no está acostumbrado a las negaciones y eso me pone mucho la verdad.
Bajo la mirada porque no aguanto más esa presión, y me llevo otra sorpresa, el tóxico está mirando desde el otro lado de la pista, está con amigos suyos y me está mirando con cara de querer asesinarme, se me acelera el corazón y de un momento a otro me falta el aire, miro a mis amigas y le señalo disimuladamente con la cabeza, lo ven y me cogen de la mano para irnos, saben cómo es él y es capaz de cualquier cosa, voy escabulléndome entre la gente, buscando la salida rápidamente, cuando estamos fuera vamos camino al parking y Carol rompe el silencio:
—¿Estás bien? —me pregunta nerviosa.
—Sí, tranquila, lo siento mucho por fastidiar la noche —digo con voz apenada sintiéndome muy culpable.
—No te preocupes por eso, estamos juntas para lo bueno y lo malo, ya veremos cómo nos seguimos divirtiendo. Oye, no quiero incomodar pero necesito ir al servicio antes de irnos, no puedo aguantar más —dice María pegando pequeños saltitos sobre sí misma.
—Normal, si nos hemos bebido media barra —respondo riéndome—. Id vosotras, yo voy al coche y os espero allí, así me tranquilizo —digo convencida.
—No te vamos a dejar sola, María puede ir sin compañía —responde Carol muy segura.
—Vamos a ver, estoy bien, él no sabe que está aquí el coche, voy a estar segura, prefiero que vayáis juntas porque él sí está dentro y a mí no me va a encontrar, pero por si se os acerca con malas ideas, que estéis juntas —digo con total convicción.
—Llevas razón, ahora venimos, no tardamos —responde Carol alejándose con María.
Sigo mi camino y encuentro el coche, me enciendo un cigarro y me apoyo de espaldas en el maletero, echo la cabeza atrás y exhalo, valiente noche estoy teniendo, salgo a divertirme y parece que estoy teniendo una noche digna de película de terror, escapando de su asesino. Me doy cuenta de que me duelen muchísimo los pies, y me quito los zapatos para apoyar los pies en el suelo y estirarlos un poco, me he relajado tanto que no me doy cuenta cuando tengo a alguien delante de mí.
—Hola, Paula, ¿escapando de mí? —dice con malicia Fran, mi ex.Abro mucho los ojos sin poder creerme lo que está pasando, no puede ser, me ha seguido, y estoy sola, se me acelera el corazón y recuerdo toda mi historia con él. Me empieza a faltar el aire en el momento que da un paso y acorta todo el espacio entre nosotros, me da miedo, mucho miedo, se le pone una sonrisa malvada en la cara y veo que tiene los orificios de la nariz roja, va a levantar una mano y en ese momento, el hombre intimidante y atractivo de antes le ha cogido la mano al vuelo, me quedo impactada mirando la situación.
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POLOS OPUESTOS - [Publicado por Editorial] (1° Bilogía Atracción)
Romance¿Qué podría pasar en una semana? ¿Podrías llegar a encontrar el amor, perderlo, reencontrarte y perderlo todo? Eso lo averiguará Paula que está cansada de tanta monotonía en su vida, a ella le gusta la adrenalina, y la emoción, pero hace mucho que n...