Prólogo

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No lo podía creer en cuanto lo vi con mis propios ojos. Ambas esferas se posaban en el arma que callo a la tierra bañada en sangre de mis camaradas.

Mi vista se pasea a mi alrededor, el fuego que vino desde el infierno llegó a la Tierra para destruirla, cada llama incriptante se reposaba sobre los tejados de las casas de aquella pequeña aldea. Cada rastro que era de vida se volvía negra carbonizada debido al fuego. Cada pared o muro que pertenecía a las casas estaban en el suelo envolviendo a los cuerpos como mantas.

Enfocó mi vista en la espada plateada que estaba cerca de sus pies. Este la patea hacia mí y yo la tomó.

- Dase...la- intentaba pararse a pesar de la enorme herida que tenía en su estómago, como puedo lo tomó entre mis brazos y lo recoste en el piso- Dase...la, a...ella- intentaba articular las palabras correctas aún expulsando sangre de su boca.

- Sabes, que ella aún es...- escucho el sonido de pasos atrás de mí y veo que era la mujer de mi vida y en sus brazos podía escuchar el llanto del bebé que dio a luz hace tres días.

Sus piernas estaban moviéndose a modo de temblor por la sorpresa que recibió al ver aquella escena. Sus rodillas temerosas llegan al suelo llegando a lastimarse. Miró a sus ojos dorados a los cuales no portaban ese hermoso brillo que la caracterizaba anteriormente cuando nos conocimos, tenían una color apagado como el óxido la esperanza se escapaba cada vez más de su cuerpo.

- Dime...que es una mentira- escuché a su tono de voz medio audible, apagado, triste y mas que nada con ligeras tonadas de furia en ella- Esto...no tenía que pasar- su mirada la cual antes estaba en el inerte cuerpo del chico joven se dirige a mi buscando los míos a los cuales no los dirijo a ella- Él no tenía que sufrir esto...por tu culpa él y ella-

- NO HABLES DE ELLA- sabía lo que quería decir con respecto a la situación y tenía la razón.

- Mamá....Papá....no..pelen...Sara...es- ta dormi-da- miró a mi bebé y veo que es completamente cierto.

A pesar del caos que observaba, sus pequeños ojos se mantenían cerrados y su respiración era leve como la de un animal recién nacido. Mi mano fue directo a su cabeza para acariciala. La suavidad de su cabello toca mis dedos a forma de lluvia. Su frente estaba arrugada debido a la molestia de la caricia que le proporcionaba, era adorable. Mire de nuevo a mi hijo.

- Padre...quie-ro darle...una ben- di-ción a mi- las palabras entrecortadas nos daban una clara señal de que ya casi le llega su tiempo lo cual no me gustaba- Her...manita-

Susan acepto a pesar de los pocos segundos que estaríamos los cuatro juntos. Acerco a nuestra bebé a las manos casi heladas de mi sucesor. Su movimiento era lento, la extremidad tardaba en llegar a su destino. La tomó por la muñeca para que uno de sus dedos toque la delicada frente.

- Sa..ra, tendrás la...vi-sion de un fu-tu-ro mejor pa-ra los que te rodean....Pero a la vez...en-fren-taras...a las tinieblas con...un...co-ra-zón de guerrera- su mano se aleja y de a poco cierra sus ojos- Los...quie-ro a los...tres.

Arabel soltó su último aliento expresando su amor hacia nosotros. Miró su cuerpo inerte en el suelo lleno de tierra ensuciando su vestimenta de batalla y su cabello negro. Sus manos y pies estaban llenos de barro y sangre. E incluso la espantosa herida de su estómago no faltaba, era lógico que una herida que te atraviesa parte de tu cuerpo puedes estar entre la vida y la muerte. Pero que herida es más terrible la que atraviesa tu corazón, ese fue mi dolor.

La oscuridad de aquella caverna me arropaba al igual que un manto. La luna y las estrellas bailaban a mi alrededor igual que un móvil de juguete en lo que arruyaba al pequeño ser que poseía en mis brazos.  Tarareaba las notas de una canción de cuna para calmarlo. Aún tenía sangre en su pequeño cuerpo. Sus ojos estaban abiertos mirándome fijamente. Sus pequeños pies y sus pequeñas manitas se movían al compás disfrutando la canción que le tarareaba.

- Mi pequeño demonio- le hable dulcemente- Quiero que crescas viendo siempre el lado positivo a las cosas, y que tengas la sonrisa más hermosa y brillante capaz de sacar el sol de la tierra gris de aquellos que la tengan- sonreí para luego besar su pequeña frente adornada por dos pequeños cuernos.

Mis piernas estaban cerradas debido a la sangre que corría por estas. Sentia claramente los temblores que provenían de ellas por el miedo de que ellos me encontraban. Cada segundo en la oscuridad era una cárcel, una sensación que me hacía pequeña y me devoraba. Hacía lo posible para calmarme y no dejar que este entre.

A los pocos segundos escucho las pisadas de alguien. No, eran varios, sabía lo que eso significaba era el momento de escapar. Arranque la tela que sobraba de mi vestido ensangrentado. El sonido era lo de menos que se podía escuchar debido al eco. Una vez que ya estaba fuera envolví a mi hijo en aquella tela ensangrentada y lo dejé en el suelo. Bese una vez más su frente y salí de la caverna.

- LA ENCONTRÉ- dijo uno de sus guardias.

No me dieron mucho tiempo para correr. Pero, mi cuerpo es capaz de sacar dos o tres pasos de aquella cueva para alejar su atención de esta.

No había avanzado ni tres metros del lugar, las piedras se enterraban en las plantas de mis pies y rasgando la carne de mis dedos y uñas. La adrenalina corría por mi cuerpo llegando a ocultarme en el mismo bosque.

Pero mi suerte no duro hasta que me atraparon.

Alas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora