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Jennie

“Porque tú tienes todo el poder, bebé. Me estás haciendo perder el control”

Las palabras de Lisa y sus respuestas me revuelven el estómago, pero todo en el buen sentido.

Y sé que estoy de rodillas, pero nunca me he sentido más poderosa.

La miro a los ojos oscuros y veo el hambre que siente por mí.

Su cuerpo está tenso mientras se agarra a los reposabrazos del sillón.

Tiene los nudillos blancos y parece una tigresa contenida tratando de controlarse.

Alcanzo la cinturilla de sus bragas y se las bajo lentamente por los muslos.

Siento que me arde el cuerpo y quiero volver a meterme en su regazo. Pero lo que más quiero es mi boca en ella. Necesito saborearla y hacerla mía.

Un suave tirón y por fin está desnuda, con su ropa interior negra en el suelo. Está relucientemente mojada, y juro que es como si pudiera ver su coño palpitando. Me excito aún más porque fui yo quien provocó eso. Mi propio sexo se aprieta mientras me pregunto cómo se sentiría contra mí cuando nuestros coños empapados se aprieten íntimamente.

He hecho que se corra sin hacer nada.

Me hace sentir sexy, deseada y querida.

Algo a lo que no estoy acostumbrada.

Me inclino hacia delante, absorbo su aroma y se me hace la boca agua. Doy un lametón justo en medio de su centro, moviendo la punta de la lengua entre sus resbaladizos pliegues.

El sabor salado me llena la boca y empujo la lengua más allá, explorando, curvandose hasta encontrar su duro clítoris. Es tan suave y cálido que gimo contra ella - con el clítoris entre los labios - mientras la saboreo.

No tengo ni idea de lo que hago, pero hago lo que me sale natural. Necesito complacerla como ella me complació a mí.

Se sacude contra mi boca y siento su néctar caliente golpear mi lengua cuando la deslizo hasta su centro. Deslizo la boca hacia abajo, con la lengua buscando la entrada, deseando todo lo que ella me da.

— Detente. — la oigo gruñir. Me empuja hacia atrás y la miro. Su rostro está lleno de ira. — No puedo hacer esto. — dice.

La vergüenza me golpea de repente y mis mejillas se calientan. Retrocedo a trompicones, sin saber qué carajos ha pasado. Me pongo en pie y le doy la espalda mientras se me llenan los ojos de lágrimas.

Retrocedo unos pasos, pero no llego muy lejos antes de que me tire de ella y me inmovilice contra la pared.

— Lo siento, bebé — me gruñe al oído. — Pero tu culo estaba al aire y la gente miraba. No me gustó — admite. — Eso es sólo para mis ojos. No quiero que nadie más te vea así.

Levanto la vista hacia ella. Sus dos manos me apuntalan a ambos lados de la cabeza e intenta enjaularme bloqueando la vista de la habitación.

No me había dado cuenta de lo alta que era comparada conmigo hasta ese momento. Ni siquiera me había dado cuenta de que llevaba tacones de aguja hasta ahora.

— Entonces, ¿no quieres que vean por encima de mi vestido? — Paso.mis manos por sus brazos y luego subo hasta sus hombros descubiertos, disfrutando del tacto de su suave piel.

Dios, huele fantásticamente, como a sirope de arce caliente con un toque de su seductor almizcle femenino.

— No. — me dice mientras se inclina más hacia mí.

give in to me | jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora