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Lo lamento, chicos. Tengo un compromiso y no puedo cancelarlo. Quizás la próxima.

Fueron las palabras de su amigo antes de colgar el teléfono.

—¡Otra vez lo mismo!—exclamó con enfado una mujer de cabello naranja.

—No debería molestarse por un marimo idiota como él, Nami-swan.

—Idiota o no, Zoro nos ha vuelto a cancelar—resopló.

—¿Quizás? ¿Realmente es muy importante?—intentó justificar un joven estudiante de sombrero rosa.

—¡¿Durante seis meses?!—reclamó con más enfado la peli naranja.

—Bueno. Talvez...

—¡Que no!

—Lo siento.—se disculpó asustado mientras se ocultaba detrás de una mujer de cabello oscuro.

—Nami.—regaño la mujer mayor.

—¿Uh? Oh. Lo siento mucho, Chopper—se disculpó con sinceridad—. No quería descargar mi frustración contigo, tan solo...

—Lo sé, es un poco frustrante que Zoro ya no quiera vernos.—respondió el más joven con tristeza.

—Desde la mudanza ha estado más raro. Ya ni siquiera lee nuestros mensajes.—comentó a nadie, en especial un joven con nariz larga y cabello rizado.

Aquello último logro sumergir a la mayoría en sus pensamientos. Al final era cierto.

Desde la separación de los dos años, todos habían vuelto diferentes, sabían que muchas cosas ya no serían igual, pero aún se tenían a ellos mismos como grupo para poder sobrellevar la situación. Sin embargo, Zoro pareciera no poder dejar atrás el pasado.

A veces, cuando lograban encontrarse, siempre se le notaba pensativo o bastante retraído con sus emociones, ya no sonreía o reía con tanta frecuencia como antes. Las únicas veces que lo hizo, tras el reencuentro, fue hacia su teléfono y no para ellos.

En su momento creyeron que tenía un amante, incluso bromearon sobre ello, pero este negó por completo aquella hipótesis. Intentaron varios métodos para interrogarlo, algunos sutiles y otros no tanto, pero ninguno daba frutos.

No había caso, Zoro no hablaría. Así que simplemente desistieron, y le permitieron tener un poco más de privacidad y secretismo.

Y así fue durante cuatro años.

Hasta hace seis meses.

La mudanza fue agotadora para su cuerpo

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La mudanza fue agotadora para su cuerpo. Aunque agradeció de todo corazón la ayuda que recibió por parte de sus amigos, sobre todo de uno con cabello celeste.

En situaciones como estas agradecía contar con su gran amigo amante de la cola y de lo súper.

Buscar, elegir y comprar una nueva propiedad no es tarea sencilla, más si no tienes los conocimientos o influencias necesarias. Sin la ayuda de Franky y Robin definitivamente no hubiera logrado mudarse en tan poco tiempo.

Su nuevo hogar aún lo mantenía algo ocupado. Todavía tenía muchas remodelaciones que realizar en la infraestructura, pero definitivamente los trabajadores que su amigo le recomendó contratar estaban realizando un buen trabajo.

A este paso, su nuevo hogar estaría prácticamente listo en tan solo cuatro semanas.

Si se lo preguntan quizás lo negaría, pero estaba muy emocionado por su nuevo hogar. Sobre todo, sabiendo lo que pasaría una vez estuviera listo.

La nueva casa era muy, muy, muy, diferente a su antiguo departamento de soltero, como lo llamaban sus amigos. Era un tres ambiente ubicado en el centro de la ciudad, quizás para un hombre soltero como él era un espacio muy amplio y mal desaprovechado, pero definitivamente una familia no cabría cómodamente en él.

—Una familia.—murmuró por lo bajo, antes de que el sonido de su teléfono lo interrumpiera de su tranquilidad.

—¿Diga?—contestó sin leer el nombre de identificación.

—Un "Hola, ¿cómo estás?" También es apreciado, Roronoa-ya.—respondió una mujer con voz ligeramente grave y cálida.

—No eres quien para hablar de modales.—dijo con una sonrisa divertida.

—Es cierto, pero no es por mí.—regañó la mujer—. Recuerda que no soy la única que te llama por este número.

—Lo sé, lo sé. Disculpa—suspiró con frustración—. Entonces, ¿ocurrió algo?

Nada nuevo que hubiera que destacar. Simplemente, quería hablar contigo.

—Oh. Si tú pagas los tragos, con gusto te invito a cenar, nena.— coqueteo con burla.

—Ja, ja, ja, muy gracioso—respondió con sarcasmo—. Si no supiera la cantidad de alcohol que bebes, quizás aceptaría un poco de compañía. Pero yo no soy la persona que...—se escucharon algunos murmullos desde el otro lado, haciendo sonreír al peli verde—. Quiere hablar contigo.

—Ha, ha, ha. Ya me parecía raro que no dijera nada. Creo que es la conversación más larga que hemos tenido durante un tiempo.— comentó con tranquilidad.

—Ni que lo digas.—suspiró con diversión—. Muy bien. Ya no la hagamos esperar.

—Tú eres la que interfiere entre ella y yo—escuchó algunos reclamos desde el otro lado—. Anda, no te pongas celosa, bonita, ya sé que te gusta mi voz y amas escucharme—bromeo mientras escuchaba a la mujer quejarse con diversión.

Ya tuve suficiente, nos vemos.

—Ha, ha, ha. Hasta luego, Law.—se despidió con una voz ligeramente más ronca de lo normal, sabiendo que provocaría algo en la azabache.

Sonrió para sí mismo al escuchar un pequeño idiota desde el otro lado. Definitivamente, sí provoco algo en la fría y distante mujer.

—¿Hola?, ¿hay alguien todavía?—una voz más joven y aniñada fue la que hablo esta vez.

—Hola, princesa. ¿Cómo estás?—respondió esta vez con una sonrisa más grande, al escuchar una risita como respuesta.

¡Papá!

—¡Papá!

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¿A dónde va Zoro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora