Capítulo único.

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La parte favorita del día de Nagi era ir a visitar a Reo, otro híbrido como él.

La única diferencia entre ambos era el tipo de híbridos que eran.

Por un lado Nagi era un híbrido de perro mestizo, tan común y callejero como cualquier otro híbrido de perro blanco. No tenía un hogar ni una familia que llorara por él si le sucediera algo. Toda su vida la había pasado en las calles, comiendo lo que había y buscando algo que hacer para comer el día siguiente. La única ventaja que Nagi tenía era su gran altura y fuerza que en más de una ocasión le sirvieron de gran ayuda para defenderse de los peligros de la calle.

Por otro lado Reo era un híbrido de un zorro fénec, una raza tan exótica de la cual solo un puñado de personas en todo Japón podía darse el lujo de decir que tenían. Por supuesto, Reo venía de una larga generación de híbridos fénec. Su existencia había sido planeada y su hogar ya había sido determinado desde antes de que hubiera nacido. Reo había pasado toda su vida en un exclusivo condominio alejado de los suburbios, donde todas las personas eran amables y gentiles con él.

El dueño de Reo nunca se cansaba de decir qué tanto gastaba en su preciado híbrido. El precio de la comida gourmet y las carísimas estéticas a las que Reo iba semanalmente sumaban miles de dólares al mes. El único trabajo de Reo era lucir bonito y educado para cuando llegaran las visitas.




Reo estaba tomando su segunda siesta del día cuando escuchó un fuerte sonido proveniente del jardín trasero de su casa. Sonaba como si algo se hubiera caído. Como su dueño aún se encontraba trabajando, Reo se apresuró a ver qué era lo que había ocurrido.

Allí, en su precioso jardín de rosas, Reo conoció a Nagi. El híbrido callejero había llegado a su casa en busca de comida.

Reo jamás había visto a un híbrido callejero. Todos los híbridos que había en el condominio tenían dueños, jamás salían sin sus dueños ni tampoco eran tan altos. Para Reo Nagi era algo nuevo, bastante diferente a lo que él conocía como normal.

¿Aquel híbrido había crecido en la calle?

¿Cómo es que Nagi estaba vivo sin tener un dueño?

¿Era realmente la calle tan peligrosa como su dueño le describía?

Reo sintió curiosidad y, a cambio de darle un poco de comida y dejarlo descansar en el jardín, Nagi accedió a responder todas las preguntas de Reo.




Nagi no tenía pensado quedarse por aquella zona. No había suficiente comida ni lugares en lo que esconderse, pero aquel híbrido de casa fue la razón por la que se quedó. Era la primera vez que alguien quería escucharlo y la primera vez que comía un salmón entero. Además, la forma en la que los ojitos de Reo brillaban cuando le contaba sobre una de las tantas peleas que tuvo hacía latir su corazón de forma acelerada.

— ¿Y qué pasó después? —Reo le preguntó— ¿Lograste vencerlo?

— Sí, pero luego volvió con sus amigos —Nagi respondió—. Fue un dolor en el trasero tener que pelear con todos ellos.

— ¡Eres sorprendente! —Reo dijo mientras le daba otro bocado de salmón a Nagi— Quizás...


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