prólogo

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El tiempo lo cura todo, dijeron alguna vez. Que grandes mentiras nos decían de pequeños, Ella era mi cura pero ahora ¿qué?. Camino bajo la nieve hasta llegar a la camioneta negra dónde está uno de mis clientes

—llegas a tiempo niño —un hombre ya pasado de edad, uno de los jefes del cartel de México me mira a través de su lentes— te daré cien grandes por un trabajo pequeño

—¿de quién se trata?

—una ratita de alcantarilla que asesina a la mayoría de mis hombres y roba lo que quiera de mis arsenales que están en la pista de patinaje

—¿Sicario?

—no lo creo pero es muy ágil y rápido, no deja ni el polvo

—bien, entonces solo debo asesinarlo y me darás mi plata ¿Correcto?

—obviamente muchacho —empieza a reírse de manera extraña

Me voy a alejar de la camioneta pero me toma del brazo, voy a zafarme pero es mi cliente asi que lo veo con una cara de ¿Qué te picó?

—debo decirte que encontré una pista sobre la chica que buscas

De inmediato capta mi atención. Toma un cigarrillo y lo enciende así sin más con una sonrisa

—¿qué tienes de información?

—deberías empezar por mi problema muchacho, cuando termines con el trabajo ven y búscame, yo te daré la información

—trato —afirmo sin dudar

Me alejo de la camioneta y me dirijo directamente hacia mi departamento. Solo debo matarlo, y tendré información, ella no estaría orgullosa de lo que hago pero sabré dónde se esconde la mayor de las Solís, pienso en su mirada cálida pero a la vez desconfiada, ese carácter fuerte, y su voz tan dulce y suave como la seda. Después del funeral de Ella, no volví a tener contacto con su familia pero al igual que yo sé que están buscando a Amy Solís para quien sabe qué. Observo un callejón dónde hay algo moviéndose como si estuviera temblando, pienso que es un perro pero cuando me acerco veo que es un bulto pequeño y son dos niños abrazados temblando de frío abrazados. Me acerco a ellos con cuidado, ambos están sucios y por lo visto asustados

—hola niños ¿Dónde están sus padres?

El mayor me mira a los ojos como si hubiera visto a un ángel, parece estar agonizando

—ellos están muertos señor

—vengan conmigo yo los cuidaré

Me sorprendo al decir esas palabras, pero no puedo dejarlos morir, son solo unos niños. La menor me mira a los ojos causando un escalofrío en mí, esa mirada frágil y hermosa, es Su mirada. Tomo a los niños en brazos y los llevo directo a mi hogar, dónde me espera mi hermanita Leticia

—volviste —grita desde la cocina

—si Leti, prepara la bañera más caliente posible, tenemos invitados

Leticia se asoma desde la cocina y abre los ojos como un suricato como si mirase a un fantasma. Sale corriendo al baño de huéspedes mientras bajo a los niños, que se quedan mirando todo asombrados. La niña me mira con mucha ilusión y esperanza al igual que el niño

—¿ustedes serán nuestros padres?

— Deberían vernos como unos chicos que los van a cuidar ¿Cuáles son sus nombres?

— Tobías es el mío y el de ella es Abby

—lindos nombres

—La bañera está lista

¿Quién eres tú? (libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora