Adiós.

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Ouyang Zizhen pensó siempre que era algo menos que los demás. Su padre muchas veces lo presionaba demasiado para sobresalir entre la multitud de discípulos de muchas sectas, mientras él prefería pintar, y observar el paisaje. Quizá su maldición era ser demasiado sensitivo. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, procuraba no prestar demasiada atención a lo malo, y a los pensamientos negativos en su mente. Se decía a sí mismo que su padre lo hacía por su bien, y se repetía que tenía amigos que lo consideraban importante.

Jin Ling, el ahora líder de la secta Jin de Lanling, un poco menor que él. Y los dos jóvenes Lan, Lan Sizhui, el mayor de todos, y Lan JingYi. Todos buenos amigos. Así los consideraba él al menos, y creía que también era considerado así por ellos... pero nunca pudo dejar de prestar atención a esos pequeños detalles que le recordaban que no era realmente importante para nadie, ni siquiera para ellos. Detalles como que al caminar por un espacio reducido, él se mantenía detrás, separado de la conversación. Cosas como que JingYi y Sizhui eran tan naturales el uno con el otro, y a pesar de la distancia, Ling también parecía familiar, siempre peleando de forma amistosa con JingYi, y debatiendo con Sizhui. Incluso los adultos expresaban maravillas de los tres, alegando que serían los mejores cultivadores de su generación.

¿Quién podría recordar a Ouyang Zizhen, como otra cosa, mas que el chico que siempre iba detrás de ellos cuando podía, porque no siempre podía. Las sectas menores poco tenían que ver con los grandes exponentes de la cultivación, Lan, y Jin, que aún con el fuerte daño dejado por su anterior líder, seguía siendo relevante y abundante.

Pero Zizhen trataba de alejar esos pensamientos. Sus amigos le querían, le llamaban y trataban con cariño, siempre preguntando cómo iban las cosas con su padre, y con su secta. ¿Sería siempre así? Ouyang Zizhen deseaba que sí, pero dentro de su corazón sabía que era imposible. Ya había comenzado a notar los cambios. Sus amigos cada día estaban más ocupados. Disfrutaría de su compañía hasta que todos tuvieran que hacerse responsables de sus sectas. Hasta que tuvieran que casarse y seguir. Para entonces quizá esos pensamientos se habrían diluido en su psique.

O eso pensó antes de aquel día. No recordaba con claridad los acontecimientos que llevaron a ese momento, pero de un momento a otro se había quedado mirando fijo a los tres, observando sus gentiles y atractivos rostros, las expresiones que llegaban a ellos conforme su conversación avanzaba, sus sonrisas, sus ojos... Zizhen siempre los había admirado de forma sana, pero luego de haber descubierto la verdadera identidad del Maestro Mo, quien resultó ser nada más y nada menos que el Patriarca de Yilling, Wei Wuxian, y luego de su polémica boda con el Segundo jade de Lan, Lan WangJi, había comenzado a ver a sus amigos de otra forma. Jamás pudo decidir quién de los tres le agradaba más. Todos le parecían grandiosos.

Aquel día descubrió que los amaba, e incluso que tenía una oportunidad. ¿Por qué? Era siempre: él también tenía ojos, y podía encontrar su propia expresión en la que ellos se dirigían. También estaban enamorados unos de los otros, estaba seguro. Y eso no parecía ser un problema, todas las personas que hablaban de ellos decían que probablemente se convirtieran en hermanos jurados al madurar por completo, y asumieran sus roles en el mundo. ¿Por qué no? Zizhen pensaba que uno de los dos Lan terminaría casándose con el líder Jin (probablemente JingYi), y el otro sería su hermano jurado. Ya no había tal restricción en el mundo, luego de la célebre boda de Wei Ying y Lan Zhan. Bien podrían salirse con la suya, y continuar su floreciente relación en el futuro. Y si ellos podían, ¿por qué no podría él unirse a ellos?

La respuesta vino el mismo día.

El Maestro Wei Wuxian había apartado a su hijo adoptivo, sin percatarse de que Zizhen se escondía detrás de una esquina cercana.

El que no debió existir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora