Capítulo 1

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*esta historia va a estar más explícita, están advertidas

Jude Victor William Bellingham nació el 29 de junio del 2003, en un domingo y pesó 2.229 kilogramos. Era el primer hijo del matrimonio Bellingham, y después vendría Jobe Bellingham.

Jude no tenía un interés en particular en el fútbol. No era como Jobe, que a pesar de tener dos años menos, movía el balón como a su papá le gustaría que ambos de sus hijos hicieran. Hasta que, a los ochos años, Jude comenzó a ver el fútbol de una manera diferente. No supo si era una coincidencia o si era el destino que había cambiado de rumbo. Tal vez, a su corta edad, tenía miedo de perder el fútbol sin llegar a lo profesional como su padre, y tenía miedo al fracaso.

El fútbol era un mundo increíble, un mundo que daba más de lo que alguna vez pensó, pero también era un mundo que pedía sacrificios. Pero, Jude estaba dispuesto a hacerlos.

A una corta edad, ya había logrado muchísimo, y sabía que sus padres estaban orgullosos. Pero, en la cima, un rayo cayó para desestabilizarlo. Jude no creía pertenecer a la categoría de los alfas, pero tampoco creyó que sería un omega. Sin embargo, las cosquillas que sentía en su vientre antes de cumplir los dieciocho no era una enfermedad pasajera, sino la venida del conocido celo. Jude no había puesto la atención suficiente cuando en clases tocaban ese tipo de temas. Jude sintió que su estómago se deshizo cuando la doctora del equipo le dijo que era un omega sano y fértil. ¿Fértil? No, de ninguna manera. Tendría que ser un error. Pero, no era uno y Jude debía de aprender a vivir con esa condición.

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Si a Jude le preguntaran con qué palabra podría definir a Erling Haaland, él respondería que la palabra imponente no hacía justicia a ese cuerpo esculpido con esfuerzo y un poco de genética. Y la palabra fuerte sería equivalente a un cliché. Jude sentía respeto y admiración por el noruego, pues su talento levantaba las miradas aquí y allá. Jude se sentía honrado de compartir la cancha con Erling, de defender la misma camisa. También, era posible que tuviera un ligero, pero muy ligero crush con Haaland. Uno pequeñito. Casi invisible.

Tenían una amistad corta que Jude quería que durara toda una vida, incluso si en un futuro ya no formaran parte del mismo equipo. Jude tal vez podría ser el padrino de los hijos de Erling, u otra manera de seguir formando parte de la vida del rubio. Sin embargo, de nuevo, otro rayo desestabilizó el camino que ya tenía hecho.

Jude seguía una rutina estricta para suprimir sus celos. A pesar de que la discriminación en contra de los omegas era casi inexistente, Jude no quería convertirse en una molestia para su nuevo equipo. Sin embargo, justamente ese día dónde se disputaba el partido, su cuerpo decidió traicionarlo. La doctora le había advertido que usar medicamento fuerte para detener su biología no era la mejor opción, y Jude no escuchó. Las cosquillas en su vientre que ya reconocía estaban presentes. Su respiración ya no estaba agitada por el esfuerzo físico, sino por el celo. Jude cayó al pasto. La sensación pegajosa en su parte trasera era incómoda. No supo cuando fue que Erling apareció y lo alzó entre sus brazos. Su visión estaba fogosa. Jude hundió su nariz en el cuello de Erling, olfateando la blanca piel, buscando satisfacer su necesidad, persiguiendo ese aroma que estaba anulando su razón.

No tenía duda de que el partido se había detenido, y de que su olor causaría un grave problema si continuaba en el campo. Brandt, el otro omega en el equipo, le había dicho que existía una habitación en cada estadio para situaciones de este tipo, y supuso que era allí donde sería llevado. Escuchó los gruñidos de Haaland, alejando a los demás alfas de su propio equipo y del contrario. Eso no debería excitarlo, pero estaba en circunstancias ajenas a la normalidad. Esa protectividad que venía de fabrica en los alfas y que Jude sabía que era genuina en Erling, estaba pintando escenarios imaginarios en su cabeza. Escenarios donde Erling era más que un simple amigo 

—Jude, vas a estar bien. Te lo prometo. 

Jude le creía. Su agarre en los hombros de Erling era como la mordida de un cocodrilo, pero Erling no se quejó ni una sola vez, estaba ocupado manteniendo a todos lejos. El bullicio se volvió cada vez más lejano.

—Tu mamá ya viene en camino.

Jude no había perdido el habla, pero entre los brazos de Erling, se sintió seguro y no tenía cómo agradecerle, además de que si abría la boca, saldría un sonido que fácilmente sería reconocido como un gemido.

Había tantos cambios en su interior que se sentía en otro cuerpo. No debió ignorar las advertencias de la doctora, pero era testarudo. No quería aceptar la realidad, y la desgraciada se había presentado sin aviso y con un puñetazo en la cara.

—Oye, ¿no te afecta?— Jude pudo preguntar. Él, en definitiva, si estaba siendo afectado. El aroma de Erling era abrumador, y Jude quería que Erlingo lo marcara por todo el cuerpo. Alejó su rostro del cuello de Erling, quien tenía un hilo de sangre en su labio. No obtuvo respuesta. Claro que Erling podría tener a quien quisiera a sus pies, Jude solo era un compañero de equipo más. Podría pertenecer al menor porcentaje de la población, al de los hombres omega, pero no era suficiente. Jude no quería ser especial por una condición que no podía cambiar, y menos ante los ojos de Erling.

—Jude, tienes que quedarte aquí hasta que tú mamá venga. No va a tardar. Seguridad ya está en camino también— Erling lo había dejado sobre la cama, pero Jude lo tenía agarrado de la camisa. La habitación parecía una genérica de hospital.

—No te vayas. Te necesito.

El filtro entre su cerebro y su boca se había averiado. La neblina se había esparcido a su cerebro y no podía formar un pensamiento coherente, al menos no uno que no involucrara a Haaland.

—Jude, no creo que sea prudente que me quede, no estás en condi…

Jude no quería escuchar nada más, necesitaba acción, agua para calmar el incendio adentro. Su lengua invadió la cavidad de Haaland, y sus manos rondaron libremente la espalda. En ese momento, atacar a Haaland era una idea excelente y era lo que quería, pero después, con la cabeza fría, se percataría de que Haaland tenía razón, a pesar de que lo que dijo quedó inconcluso, Jude lo había entendido.

*Miren qué foto me encontré. Jude, ten un poquito de pudor jaja

 Jude, ten un poquito de pudor jaja

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