II

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La vida siempre me ha parecido un verso efímero que gusta o disgusta según el poeta que lo lea, aunque si pudiera decir lo mismo de mi vida que me amparen los santos porque sería feliz y nadie se detendría a leer sobre ella, pero no es así, mi vida es triste y miserable desde mi punto de vista pero envidiable desde los ojos de otro.

Nunca tuve muchas cosas a pesar de que me lo dieron todo, golpes incluidos pero a pesar de eso aprendí que si no aprendía a cocinar nadie se casaría conmigo y pensar en no casarme no estaba permitido, nunca aprendí a barrer a pesar que puse todo mi esfuerzo, pero aprendí que nunca seria suficiente, mas de una vez me castigaron porque uno de los pequeños rompió o daño algo, en realidad me castigaban por no estar pendiente de lo que hacían aunque los adultos estuvieran dormidos o viendo la televisión, pero los golpes me enseñaron a ser una sombra, sin personalidad ni vida más que estar con el ojo encima de alguien más, me convertí en lo que todos deseaban que fuera y domé mi cabello, aprendí a usar maquillaje, a sentarme como niña, a no ser contestona, aprendí que si me pasaba algo malo era porque había hecho algo malo y debía pedir perdón y pedí perdón, la mayoría de las veces sin saber por qué pero verdaderamente arrepentida.

Cumplí 9 años y mi historia siguió de mal en peor, el monstruo me visitaba todos los días, era mi vecino y debía jugar con y dejar de ser tan odiosa, las niñas buenas son amables con todos, monstruos incluidos.

Los días se me hicieron eternos porque el hambre detiene el tiempo, por mucho tiempo esperé con la barriga llena de promesas de volveré a medio día, mis medios días eran a las 12 meridiano, pero con el tiempo aprendí que estaba equivocada, el medio día siempre fue hasta las 6, la correa se encargó de enseñármelo.

Crecí en un hogar amoroso, una familia consagrada a Dios, una madre con hijos ejemplares y un padre que siempre estuvo presente, nunca tuve razón para sentirme mal, la depresión es un invento y yo solo estaba muy ociosa, nada que un suape y una escoba no arreglen, yo solo era muy blandita.

Llorar por las noches escuchando las peleas de un matrimonio perfecto era una muestra perfecta de que era muy blandita ero a pesar de eso siempre fui una niña buena y nunca dije a nadie que en las noches no puedo dormir, ni que en los días solo me acompañaban unas pequeñas criaturas que no debían verme llorar y que debían comer lo que había aunque yo muriera de hambre y el monstruo, el monstruo siempre me hizo compañía porque las niñas buenas no deben quedarse solas, siempre deben tener a un hombre para que las cuide aunque ese hombre sea la peor compañía.

Mis 9 pasaban sin prisa mientras yo aprendí a fingir sonrisas, a esconder moretones, a guardar silencio, siempre saque buenas notas y le lleve a mis padres algo para presumir, si pasaba de curso me compraban un helado, mis padres me adoraban porque era la niña mas buena del mundo y aunque a veces me golpeaban lo hacían porque estaba siendo mala, lo entendí la noche que me echaron a la calle junto a esas criaturas, descalza y con una blusa de tiritos para el frio, llorando me fui, estaba enojada y no pedí perdón por desobedecer y no guardar la casa limpia, pero nos fueron a buscar y nos explicaron que cuando te piden que hagas algo obedeces y ya y sino lo haces debes pedir perdón y yo pedí perdón, porque las niñas buenas nunca tienen la razón.

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⏰ Última actualización: May 10, 2023 ⏰

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De niña buena a oveja negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora