uno

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¿Quién soy? ¿Quién soy? ¿Quién... seré?

Quité las lágrimas de mi rostro mientras caían. Mi cabeza dolía, mi corazón también, quería llorar y llorar, despedirme de la tristeza. Pero eran días malos, días que me hacían desear no saber nada, no saber que son las emociones, días que me hacían que mamá me diera un abrazo y un beso, y me acariciara la cara mientras yo dormía en sus brazos.

Pero mamá jamás aparecía, ella siempre estaba ocupada.

Puse musica que me pudiera calmar el dolor que sentía, ¿debería de morir? No puedo con mi tristeza, no soy un buen amigo, ni un buen hijo, ni buen estudiante. No sobresalgo en nada, y nada me hace querer mejorar. Estoy dañado.

Palabras de odio seguían recorriendo mi mente, todo se nublaba, la música ya no era alegre, ya era triste. Mi cuerpo ya no quería seguir.

Me dolían los brazos y las piernas de tantos cortes, pero era lo único que me ayudaba a volver a la realidad.

La navaja estaba en mi mano, la cuál temblaba, tenía miedo, mucho miedo... Todo era negro, no podía ver con claridad.

Un toque a la puerta. Alcé la vista, seguía nublado y oscuro. Otro toque. Y otro.

Volví a mí.

Seguían tocando la puerta y salí, sin importar lo hinchado, feo y lleno de mocos que iba a estar.

–Oh, hola –dijo un chico de cabello ondulado. –¿Estás bien? –me tomó de las manos.

Luz. Él fue un rayo de luz en mi oscuridad.

–Lo siento –quité una mano de su agarre, limpiando mi cara.

–No, no –se apresuró a decir. –Realmente venía porque me acabo de mudar, pero puedo quedarme un rato hasta que te sientas mejor.

Su mano seguía sujetando la mía.

–No te preocupes.

Seguía secando mis lágrimas, y él seguía ahí.

–Si ocupas hablar con alguien, puedes hablarme cuando quieras; estoy en el piso de arriba, en la ciento cuarenta y tres. –rascó su cabeza.

Asentí, no sabía qué decirle.

–Sonará grosero, pero ¿a qué venías?

–¡Ah! –sonrió. –Casi lo olvidaba. Es que me inscribí en la universidad de aquí cerca, pero quería saber si había alguien que me dijera cómo llegar exactamente, porque todavía me confundo.

–¿Te refieres a darte indicación? –asintió.

–Aunque también me refiero a que me acompañe, y me dijeron que tú ibas ahí.

–¿Quién? –lucía lindo, no cómo mi tipo, pero era lindo.

–El director; si aceptas, podría llevarte en mi carro.

Alcé una ceja: –¿me llevarás todos los días aunque ya te sepas el camino? –sorbí mis mocos que seguían cayendo. Asintió: –Trato hecho. –dije tomando con fuerza su mano, estrujando y meciendo de arriba hacia abajo.

–Bueno, entonces nos vemos mañana. –soltó mi mano lentamente. –¿Estarás bien?

–Sí –sonreí un poco, siempre lo estoy. –Nos vemos mañana.

Se inclinó al despedirse, subiendo las escaleras hacia su piso, cerré la puerta tras de mí.

Miré el lugar donde dejé la navaja, hoy fue el primer día que no la usé en mucho tiempo.

Gracias, chico lindo, pensé, tomé la navaja y la escondí.

Mañana sería otro día.

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Ni mode, empecé otra historia cuando en la otra ni he actualizado jaja🥱.

Ikigai; ChangLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora