☾︎~ ༒︎ ~☽︎

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La luz del sol abrazaba los árboles de la pradera, aferrándose a los últimos instantes que quedaban del día. Una leve brisa se levanta, llevando consigo el aire y cargándolo de tensión.

Así se sentía nuestro querido príncipe de ojos morados. El día anterior había llevado a su pequeña con Roier, para que aquel la cuidara mientras él pasaba por una temporada la cual detestaba, el celo.

Normalmente lo sobrellevaba de maravilla, pues no había nada ni nadie que consiguiese alterar las hormonas de su cuerpo al punto de desbordarse, ni siquiera con aquel oso demonio al que tenía tanto aprecio. Sabía controlarse, pero no podía evitar soltar aquel aroma de perro en celo que revoloteaba en el aire de su torre.

En ese momento se mantenía ocupado con crafteos, ordenar cofres, cocinar comida en los hornos, encantar aún más sus armaduras y armas... todo esto para evitar pensar en el hombre que le alborotaba las hormonas, al cual le daba vergüenza decir su situación y por lo que debía pasar. Sus mejillas se sonrojan al pensar en ello, pero niega rápidamente mientras larga un suspiro y vuelve a centrarse en sus quehaceres. Debe mantenerse así durante al menos una semana, una semana en la que no vería a su boyfriend, por su bien y por la comodidad de su pareja.

...

Llevaba horas reordenando, había perdido la noción del tiempo y la única luz que iluminaba la estancia era la tenue luz de las antorchas a su alrededor. Debía haberse ido a dormir hace un rato, pero se le había pasado la hora. Con ese pensamiento en su cabeza, suelta un bufido de molestia, una de las desventajas de pasar la época de celo era que se le arruinaba por completo su horario de sueño. Con la molestia plasmada en su expresión, Vegetta sube a la habitación, aquella que compartía de vez en cuando con su boyfriend cuando aquel pasaba la noche en su torre. Se tumba de lleno, enterrando la cara en su almohada y soltando un suspiro de frustración.

- Que asco... pasar esta porquería solo es peor...
Farfullaba el príncipe mientras se tumbaba bocarriba, rascándose levemente la cabeza y sintiendo como un par de peludas orejitas se hacían visibles entre su profunda cabellera. Se sienta, pegando un suspiro y tras unos segundos con los ojos cerrados, siente algo menearse tras de sí, una mata de pelo negro, su cola.

Suelta un leve suspiro de gusto, volviéndose a tumbar pero esta vez sobre lo que era la cama de Foolish. Aunque hacía mucho que el alto rubio no se pasaba por su casa, una leve esencia, un rastro de su aroma aún se encontraba impregnado en sus sábanas. Hunde la cara en la almohada de Foolish, oliendo profundamente y cerrando los ojos, veía a su pareja delante de él.

- Foolish...
Murmura aún con los ojos cerrados, tumbándose bocarriba nuevamente y echando la cabeza hacia atrás, sin abrir los ojos. Su respiración se volvía más pausada, lenta, tortuosa.

El calor comenzaba a hacerse presente en cada poro de su piel, quemando, soltando pequeñas gotitas de sudor. Menos mal que acostumbraba a llevar su torso al aire, eso le refrescaba unos instantes, pero en ese momento de nada servía. El aroma a su alrededor se había vuelto dulce, caliente. Poco a poco y sin abrir los ojos, se va quitando sus guantes, dejándolos en una mesilla a un lado de la cama. Una vez desnudas sus manos, baja una de ellas a su entrepierna, tocándose por encima soltando un jadeo ahogado. Sus orejitas se encontraban echadas hacia atrás igual que su cabeza. Sus mejillas sonrojadas complementaban su expresión de placer y tranquilidad, sus labios entreabiertos soltaban diversos suspiros y jadeos bajos mientras su mano masajeaba de forma lenta su propia entrepierna.

¿Qué importaba si se daba algo de placer? Estaba solo en casa, qué más daba, ¿Verdad?

Con una leve sonrisa y la imagen de su Foolish susurrándole cosas en inglés lo estaba poniendo a cien. Ahora su imaginación se encontraba con un Foolish esposado en su cama y en ropa interior, todo apetecible para él, solo para él. Se muerde el labio al imaginarse mordiendo y marcando el cuello del rubio. Sus colmillos picaban ante esta abstracta imagen que le encantaría que fuera real. Casi podía sentir la carne del pecho de Foolish entre sus dientes, para luego alejarse y ver aquella bonita marca. Sus manos hacía un rato se encontraban masajeando su entrepierna, y a este punto, sus pantalones estaban perdidos y su ropa interior bajada hasta sus rodillas. Una de sus manos jugueteaba con su glande y falo mientras que la otra se aferraba con fuerza a la almohada, acercándola de vez en cuando a su rostro para oler a su novio.

Comienza un suave vaivén, soltando un jadeo de placer bajo y arqueando la espalda bajo su propio toque. No aceleraba el ritmo, quería disfrutar su imaginación durante un buen rato. Variaba la velocidad entre lento y un poco más rápido, pero cuando se sentía acercar al clímax se detenía con un leve lloriqueo placentero. Una fina capa de sudor cubría su frente y su pecho, dándole un aspecto jugoso a quien lo viese. La punta de su cola canina se erizaba por momentos y sus orejas se encontraban echadas hacia atrás.

- F-foolish...
Gemía bajamente al haberse vuelto a detener para volver a comenzar a bombear su ya bastante crecida erección. En ningún momento había levantado la cabeza o abierto los ojos, ajeno al mundo exterior, aunque eso puede que le trajera consecuencias... El aroma a su alrededor destilaba deseo puro, lujuria y calentura. Solo un animal podría percibir aquello, y más si estaba expandido en toda la casa del mago.

Solo un animal podría sentirse atraído por aquel aroma.
Solo un animal podía seguir aquel rastro de aroma con la boca hecha agua.
Solo un animal podría haber estado observando las acciones de aquel lobo en celo.
Solo un animal estaría vigilando a Vegetta como un predador miraría a su presa.


Oh... Vegitta... my love...

𝑃𝑟𝑒𝑑𝑎𝑡𝑜𝑟'𝑠 𝑝𝑟𝑒𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora