Capitulo 1

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Los minutos finales se hicieron eternos en la incomodidad del asiento. Me removía inquieta en mi lugar esperando que un leve cambio de postura aliviara la tensión sin delatarme. Sobrepasando mis propios límites, mi mente se esforzaba en disociar el goce del doloroso movimiento continuo que agotaba mi mano hábil a punto del calambre. Cada segundo de pausa que tomaba, los ojos de mi pretencioso acompañante me observaban de soslayo y volvían a alejarse.

—Sakura...

Mi nombre surgió en un susurro suplicante a los oídos de cualquier mortal, ajenos a su pendenciera y verdadera actitud.

—Sakura, en serio; no hace falta.

—Solo un poco más —insistí.

No iba a aflojar. El éxtasis me abordaría al saborear el resultado final, incentivándome a acelerar el ritmo para culminar.

—¡Listo! Quedó terminado.

El grafito del lápiz humeaba tras haber brindado sus servicios y mi mano se había ganado el master soportando la presión. Debía dar crédito a mi pasión por el arte manual y otro tanto a mi ex, por haberme entrenado con anticipación.
Una vez tronado los dedos, tomé el lienzo alineándolo frente a mis ojos. Por el rápido bosquejo, la profundidad lograda me satisfacía.

—Podrías haberlo hecho en la noche con tu tableta gráfica y aprovechar este momento para ayudarme con el informe.

Aquel tono de voz medido con aires de altanería recalcaba, una vez más, el haberme olvidado la laptop. Ese gran error me llevó a improvisar para poder cumplir con mi parte esta tarde de trabajo en equipo sin atentar contra lo planeado. Por fortuna, la temática del diseño era lúgubre y monocromática, pudiendo suplir la falta con hoja y lápiz, siempre a mano.

—Pero de esta forma ya adelantamos un paso. —Esquivé su acusación con las palabras justas sin tener que recaer en la eterna discusión de criterios que teníamos desde niñas—. Esta noche paso el boceto, hago las terminaciones y puedo descansar un poco. Los viernes me dejan agotada.

Tomoyo asintió con un típico, exasperante y casi imperceptible suspiro como última palabra, regresó la vista a la pantalla y continuó escribiendo sin perder el hilo. Pese a esas pequeñas y soberbias actitudes, cerré la boca y le cedí el punto.

Debía reconocer que Tomoyo Daidouji había nacido con un coeficiente intelectual superior al común denominador. Desde temprana edad, su don para la comunicación era exquisito en vocablos y conocimientos, posicionándose más alto entre sus pares y dejando boquiabiertos a la mayoría de los docentes. Por supuesto que dichos dotes eran solo el encabezado de su gran atractivo.

Tomoyo hablaba cuatro idiomas, era una ex patinadora artística galardonada, amante y practicante de la buena cocina y colaboradora en un hogar de niños; sin embargo, todas sus aptitudes quedaban obsoletas a primera vista. A cualquier mortal le arderían los ojos si se contuvieran de admirar cada paso que daba. Su radiante belleza te sometía a su antojo, porque el atractivo físico de esta mujer era divino, armónico y exuberante donde debía; curvas que resaltaban gracias a su fino gusto por la moda. Perfecta... Casi.

Habían transcurrido diez minutos en los que fingí corregir algunos detalles aunque me temblara el pulso de cansancio, y comencé a sopesar pequeños cambios tipográficos de los que ya habíamos planeado para la entrega.

Error. Sacudí el pensamiento de inmediato.

Tomoyo había manifestado, verbal y por escrito, que la utilización tipográfica seleccionada era pertinente con el partido conceptual que justificaba el diseño, y si tenía alguna sugerencia de cambio, debía tener excelentes fundamentos para refutarla. Dado el escaso tiempo, ello le implicaría un desgaste mental descomunal a mi pobre alma de chica trabajadora y estudiante sobrepasado.

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