Capítulo 2

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¡Al fin nos librábamos de la entrega de fin de cuatrimestre!

Con Tomoyo estábamos más que conformes en cómo abordamos el proyecto y las correcciones previas nos abrieron el camino a la tranquilidad. Habíamos hecho un excelente trabajo durante el proceso y sin duda lo veríamos reflejado en la nota final. Por supuesto que el habernos encaminado a buen puerto desde el inicio no nos eximió de portar largas ojeras y cabellos crispados, lo segundo de mi parte, por treinta días consecutivos; motivo suficiente para ir directo a cobrar nuestro segundo premio: el descanso. Me había pasado toda la mañana y medio día del sábado durmiendo como morsa, recomponiendo energías para dejar atrás la pequeña Tomeda sumergida en el manto nocturno, camino a la gran ciudad.

Preparé con antelación la vestimenta para no sufrir contratiempos. Llevaba puesto un top de escote acotado y sin mangas que me llegaba por debajo del ombligo, pantalón ajustado engomado que resaltaba mi atributo más llamativo, botas bajas con algo de plataforma y una campera simil cuero con tachas oscuras: look total black. El único toque de color lo protagonizaban mis labios de un tono borgoña que me fascinaba, terminando con algo de rímel en las pestañas para no cargarme de maquillaje. El espejo coincidió conmigo: me veía bastante bien, y esas ondas improvisadas en mi corto cabello rompían con la monotonía habitual. Los veintiséis me sentaban de maravilla y estaba preparada para pasar una excelente noche en el bar que tanto quería conocer. El único inconveniente recaía en asistir en mi auto.

En momentos como esos, extrañaba a mi ex.

Ir con Hiro a cualquier evento significaba risas garantizadas. Con él nunca más tuve que preocuparme por pensar en cómo entablar conversación con los demás, y aunque la madurez me había obsequiado algo más de soltura, sin la ayuda del alcohol como desinhibidor oficial número uno, la tenía un poco complicada. Teniendo en cuenta que era el cumpleaños de Tomoyo y los invitados venían en grupos conformados, tendría que esperar a los pocos que confirmaron de la universidad, quienes avisaron llegarían pasadas las tres de la madrugada.

«Tendría que haber coincidido con ellos», me dije, tarde, cuando estaba por llegar a las doce de la noche al lugar, hora en que fuimos citados.

Había encontrado la forma de purgar por completo mi falta de puntualidad cuando inicié la carrera y el trabajo de medio tiempo. Aun así, la pereza y la torpeza eran natas en mí. Flaquear una vez sería el desencadenante de las llegadas tarde y no podía permitirlo, por más que fuera para disfrutar de una noche sin presiones.

El bar Rock Start tenía una fila tan larga como boliche top aun siendo la noche tan joven. Me dirigí a paso seguro por el costado de los que aguardaban, recibiendo todo tipo de miradas despectivas en el camino. Sonreí sin poder contenerlo porque era el bar más cotizado del momento y yo una privilegiada que prescindiría del frío nocturno y tendría entrada asegurada. Todo gracias a los contactos de mi colega, claro.

Vaya suerte la de Tomoyo el haber tenido un interesante pasado pasional con el hijo del dueño del bar, quien resultó ser el tal Yamada que me contó semanas atrás. Al parecer, la relación quedó en excelente forma como para reservarle tantos lugares, y aunque ella lo negara, sospechaba que habían aprovechado el llamado para recordar viejos tiempos, causantes de cierto brillo sin igual que le notaba en su rostro últimamente.

«Ojalá yo también pueda acabar con esta sequía».

Me costó bastante volver al ruedo luego de mi largo noviazgo. La universidad absorbía mi tiempo libre y con Tinder me había llevado los primero y únicos tres fiascos de toda mi vida como para querer volverla a utilizar. Con algo de suerte, esta noche de diversión lejos de obligaciones y vestida para romper corazones, podría congeniar con algún rufián. Por mis venas corría la necesidad de locura, de creerme que era una Diosa en busca de algo más que súbditos besándole los pies. Luego de tantos fines de semana de claustro y esfuerzo, quería alguien que me diera una buena sacudida para regresar con todo a la vida... Así, sin más.

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