El Mito

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Érase una vez, una caja de males y una mujer curiosa, enviadas por los dioses, como castigo por anteriores ocurrencias. Érase una vez, una mujer poseída por la curiosidad, y luego, por los males de la caja. Y érase una vez, un marido preocupado, quien pidió ayuda a un reino después del mar para parar esto. Este hombre se hacía llamar Epimeteo.

El reino aceptó en ayudar, lo único a cambio era completar la peligrosa misión, era lo único importante (y con considerable diferencia). Así, el reino les dio sus mejores soldados, aunque por varios motivos, como que uno estaba enfermo, tuvieron que poner a un alto principiante sordo, de quien no sabían ni cómo llegó a ese puesto ¡Ni le contaron la misión! Le dieron una espada no muy potente, un escudo grande y una armadura de básico metal. Así que ale, para la misión. Y, rápidamente, se fueron en barco, nada es el tiempo que se podía gastar.

La tensión, ahí estaba, todos veían un aura oscura a lo lejos, el sordo supuso que era el objetivo a seguir. De repente... Los males ya tenían forma, representaciones y poca lógica. De las aguas, salieron para aterrizar del cielo unos seres muy extraños: tenían un gran ojo morado y una gran boca debajo como cabeza, dos colas de foca y dos piernas de águila, un pecho y espalda de pez, y unos brazos que, a la vez, eran alas y, a la vez, eran tentáculos con agujeros.

Una guerra comenzó en ese barco, el sordo tenía muy buenos reflejos y era rápido, pudiendo matar rápidamente a esos seres, quienes no hacían nada, así que la victoria parecía ser para los humanos... Pero... De un momento a otro... Un ser gritó hacia Epimeteo, paralizándolo; le agarró con los tentáculos y los puso en todos lados, usó los agujeros que habían en ellos para absorber todos y cada uno de sus fluidos y tiró el cuerpo al agua para terminárselo y volver... Murió el capitan... ¡Que cunda el pánico!

Absolutamente todos sufrieron el mismo proceso, todos menos el sordo, quien atacaba rápidamente y no era paralizado por los gritos de esos monstruos. Sin ese grito, no eran nada, no tenían fuerza para agarrar a su presa en movimiento. Así que los seres, al ver que sus posibilidades no subían de cero por ciento, tuvieron un descontrol. Empezaron a atacarse e intentar comerse entre ellos, como si tuvieran un HAMBRE incontrolable. No pararon hasta caer al mar y dejar al sordo solo, quien, valientemente, siguió su misión.

Tras un rato de tenso silencio, llegó a las orillas, pudo controlar con suficiente habilidad el barco. Ya tenía el aura más expuesta a sus ojos, solo le quedaba pasar un pueblo, un pueblo invadido por los males en forma de bestias. Pasó el lugar con mucho sigilo, y afortunadamente, no fue encontrado por ninguno de los abominables seres: una masa negra llena de todo tipo de instrumentos de tortura y que gritaba de SUFRIMIENTO, tejones gigantes en llamas y que destruían todo con mucha IRA, o unas hormigas gigantes y flotantes, las cuales podían tocar cualquier objeto o ser y hacerlo más y más VIEJO, hasta el punto de desintegrar el propio polvo.

Tras todo ese camino, unas escaleras oscuras conducían a una gran montaña, la cima, donde una plana construcción situaba a Pandora... O bueno... Lo que podía hacer saber que era ella. Después de pasar las plataformas y una tenebrosa niebla, nuestro protagonista llegó a la plana construcción. Ahí, se pudo ver a un ángel oscuro. Estaba lleno de alas de todo tipo de colores por la espalda, hasta de colores nunca vistos, uno en cada ala. Su cuerpo era como el de una bruja gigante con el rostro cubierto, tenía manos como pies y un increíble espadón oscuro, el cual no se le veían las manos con las que estaba siendo agarrado, era como si flotara.

Automáticamente, la pelea comenzó, una que marcará el futuro... No de décadas ni siglos, sino milenios o incluso el resto de existencia del planeta. El sordo simplemente podía esquivar los salvajes golpe del ángel, su espada no le tocaba, ni le haría nada. Esquivaba muy bien... Pero, como ser humano, debía cansarse si o si... El ángel lo agarró y lo lanzó contra la caja, el golpe le rompió alguna costilla. Parecía su fin en un sino trágico, el comienzo del mal por mucho o hasta infinito tiempo...

Pero, a su lado... Apareció el mango de una espada. Con las fuerzas que le quedaban la agarró y al mango le salió un filo de luz blanca... Una luz tan bella... Que repartía ESPERANZA. El sordo se levantó con más fuerzas, fue rápidamente e hizo dos cortes en el pecho del ángel, formando una V. Así, el ser cayó, y Pandora también. Esta despertó, y, tras eso, la espada flotó hasta el cielo y explotó.

Tras esa hazaña completada, el sordo se volvió un héroe y dio consuelo a Pandora, siendo su amor. Los dioses nada hicieron, siguieron a lo suyo ¿qué les importaba?... Y el mundo... Las bestias murieron, pero los males no. Y ya nunca morirán, ahora son parte del mundo, sin necesidad de tener representaciones físicas... Pero... Al menos... Ahí está la esperanza. Como otra parte del mundo, lo que hace a muchos males no ser tanto... Lo último que la gente pierde... Esa espada...

El sordo y la caja de Pandora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora