¡Maldigo este pueblo y a todos sus habitantes! ¡Mil veces malditos!
Orinimun.
La oscuridad rodeaba un galpón en la distancia, los focos estaban apagados, el único sonido que se oía era el de la sangre impactando contra el suelo, gota a gota cual gotero. Desde un travesaño de acero del techo, una cadena se hallaba fuertemente atada de un extremo y del otro, sostenía las piernas de un cuerpo inconsciente. La víctima, un varón de mediana edad: cabello castaño, estatura promedio, rostro anguloso, lleno de moretones e hinchazón. Había sido encontrado por las autoridades locales. La sangre salía del profundo corte que tenía en el corazón, causado por el cuchillo que aún seguía enterrado con rabia en el centro de su pecho.
Los oficiales de policía habían recibido una llamada anónima, informando del paradero de un cuerpo sin vida en un galpón a las afuera de la ciudad. Tres horas después, el lugar estaba rodeado de patrullas, todos expectantes con lo que pudieran encontrar dentro de aquel enorme armazón de chapa y acero. Grande fue la sorpresa de las autoridades pertinentes, al encontrar el cadáver colgando del techo, pero lo que más estupor pudo haberles causado, fue reconocer el cuerpo sin vida de un famoso empresario de la ciudad.
— ¿Quién pudo haberte matado? —preguntó Tomás Zabala, al cuerpo sin vida de Juan que descansaba sobre una mesa de la morgue.
Recostado sobre el marco de la puerta cerrada, se hallaba Raúl Gonzáles (el compañero de equipo de Tomás), siguiendo con la vista cada uno de los movimiento que hacía el médico.
—Cobraban venganza quizás —sugirió el forense—. Un hombre como Juan Forebell siempre tiene muchos enemigos.
Se quedaron en la morgue un rato más, luego se dispusieron a irse a descansar, ya era muy tarde y ninguno de los dos había descansado muy bien la noche anterior. Llegaron hasta la calle, en donde se despidieron y siguieron caminos separados.
Si en algo coincidía Tomás con Raúl, era sobre la extrañes del caso. Nunca antes había pasado algo similar en el pueblo, o al menos que él recordara. Juan había sido un empresario respetable y un buen hombre de familia ¿cómo es que pudieron matarlo de ese modo tan repulsivo?
Tomás había dormido solo cuatro horas, cuando el sonido del teléfono lo despertó de su pesadilla, lo tomó con rapidez y al ver que era Raúl, frunció el ceño ¿sería posible que aún no se hubiera dormido?
—Será mejor que me des una muy buena razón para despertarme a estas horas —exigió con la voz ronca por el sueño.
—El cuerpo de Juan ha desaparecido.
— ¿Qué estás diciendo?
Aquella noticia era lo único que le faltaba para empeorar su malhumor mañanero.
—Te veré en la morgue —dijo Tomás, antes de cortar la comunicación.
Se frotó la cara para despabilarse y se levantó.
Después de tomar una ducha fría, el cansancio no se le notaba tanto en la cara, pero sí en su verde mirada y en las pequeñas bolsas que pasaban casi desapercibidas debajo de los ojos. Su negro cabello cortado casi al rape estaba creciendo otra vez, lo notó al pasar las manos por él, en un débil intento de peinarse. Se vistió de negro, como todos los días, y tomando su campera de cuero se dirigió a su coche.
— ¿Qué es lo que ha pasado? —interrogó al ayudante del médico forense.
El muchacho que aún estaba medio en shock por lo sucedido, lo miró a la cara, su rostro estaba pálido como si hubiese visto un fantasma.
—Y-yo…
—Aquí estás —interrumpió Raúl, entrando por las dobles puertas de la sala. El muchacho junto a Tomás miró el suelo abatido, sus manos estrujando los lados de su bata celeste.
— ¿Alguna pista? —preguntó Tomás, su compañero negó con la cabeza.
—Lo único que se sabe es que Julian ingresó a la morgue a las tres y media de la mañana, encontrando el cuerpo sin vida de Cristóbal en el piso, y el cadáver de Juan no estaba en la mesa donde estaba siendo examinado.
—Sucedió poco tiempo después de que nos fuéramos de aquí —dijo Tomás—. Eso quiere decir que el asesino de Cristóbal y quién se llevó el cuerpo de Juan, estaba cerca.
—Exacto ¿pero por qué secuestrar un cadáver?
Tomás también se cuestionaba lo mismo.
— ¿Crees que el asesino volvió por su cuerpo?
—Eso es lo que debemos averiguar —sentenció Tomás, dándose la vuelta para dirigirse hacia la puerta, deteniéndose con el picaporte en la mano. Un temblor recorrió su cuerpo en ese momento, mientras su vista se vio nublada.
—Tomás ¿estás bien? —oyó la voz de Raúl, junto a él.
—Sí —contestó Tomás, recobrando la compostura—. Supongo que el no haber dormido en dos días tiene sus consecuencias.
Raúl asistió, sabía la condición de insomnio de su compañero.
—Vamos —dijo Raúl, abriendo la puerta y saliendo al exterior. Tomás lo siguió sintiendo esa extraña sensación en su pecho. Sabía que algo malo se estaba acercando, lo presentía. Así como también, sabía desde el fondo de su alma, que el infierno se había desatado y los demonios que todo ese tiempo habían estado torturando su mente, se habían escapado.
Una oscura tormenta se avecinaba.
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Seis Máscaras
HorrorSeis almas serán reclamas por la oscura bestia que habitaba en el bosque de Amalgama. Seis veces el terror recorrerá las calles de aquel pueblo maldito, donde todo empezó. Seis veces más volverá a nacer el odio primero. Seis veces más sucimbirán las...