Tiempo Prestado

El Mensaje

La ciudad de Nueva York se despertaba. El bullicio de la gente y el rugido de los taxis llenaban las calles con un ritmo constante y predecible. Sin embargo, en la oficina del piso 27 del Edificio Empire, las cosas estaban lejos de ser predecibles.

Daniel Carter, un detective privado con una trayectoria respetable, se encontraba revisando un montón de expedientes en su escritorio. La luz del sol matutino se filtraba por las persianas venecianas, iluminando la estancia con una luz dorada y cálida.

De repente, su teléfono sonó. Un número desconocido. Daniel desvió su mirada de los expedientes y cogió el auricular.

—¿Carter? —una voz ronca y desconocida preguntó por el otro lado de la línea.

—Habla él. ¿Quién es?

—No hay tiempo para explicaciones. Ve al parque Central, junto al estanque de los patos. Bajo el banco de madera más cercano, encontrarás un sobre. No le digas a nadie. El destino de muchas personas depende de ti.

La llamada terminó tan abruptamente como había comenzado. Daniel se quedó mirando el teléfono durante un momento, sus pensamientos corriendo.

No era ajeno a las llamadas misteriosas; después de todo, era parte de su trabajo como detective privado. Pero esta llamada... era diferente. Había un tono de desesperación en la voz del hombre que no pudo ignorar.

Miró el reloj. Eran las 7:45 de la mañana. Sin perder más tiempo, se puso la chaqueta y salió de la oficina. Las palabras del desconocido resonaban en su cabeza: "El destino de muchas personas depende de ti."

Mientras bajaba en el ascensor, se preguntaba qué encontraría en ese sobre. ¿Una confesión? ¿Una pista? ¿Una amenaza? No lo sabía. Lo único seguro era que estaba a punto de sumergirse en un nuevo caso, uno que prometía ser todo menos rutinario.

Caminando hacia el parque Central, Daniel se preparó para lo desconocido. En su línea de trabajo, la única certeza era la incertidumbre. Y, por alguna razón, tenía la sensación de que este caso pondría a prueba incluso su vasta experiencia.

Mientras se adentraba en el parque, la ciudad comenzaba a despertar a su alrededor. Pero por más viva y ruidosa que fuera la ciudad, no podía ahogar el silencio que llevaba en su mente. Un silencio lleno de preguntas. Un silencio que pronto sería roto por las respuestas que encontraría bajo un banco de madera, junto al estanque de los patos.