1. Del amor y la muerte

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No le gustaba mucho celebrar su cumpleaños. Al menos no desde que murió, pero de algún modo la celebración hacía feliz a la gente que le rodeaba. Quizás era sólo que celebrarlo les hacía sentir que nada había cambiado. Si celebraban el cumpleaños de Wen Ning, significaba que seguía vivo... o no muerto, lo que fuese que significara eso.

No, no era ingrato, sino realista; amargamente realista, de una forma que sólo se permitía ser cuando era tarde y obscuro y se encontraba solo, condenado a no volver a dormir jamás. A pesar de todo, estaba agradecido y (podría decirse) feliz. Agradecido por ver a su familia con vida, agradecido por cada día que se le concedía para ver a su querida JieJie. Y tan, tan, agradecido con él... por él. Feliz de que se le permitiera verlo de nuevo. Para devolverle toda la amabilidad que le mostró (a todos ellos) cuando nadie más lo hizo.

Pasó el día y llegó la noche. Dejó que su hermana le trenzara el cabello. A-Yuan le consiguió una corona de flores que él aceptó encantado. Nadie sabía de dónde las había sacado y cuando le preguntaron sólo soltó una risita. Era casi el atardecer cuando Wen Qing lo envió a buscar a Wei WuXian; éste estaba (como de costumbre) encerrado en su cueva, encorvado sobre sí mismo y garabateando notas en cualquier trozo de pergamino que lograba encontrar. Wen Ning tuvo que llamarlo varias veces hasta que Wei WuXian se dio cuenta.

Pero cuando por fin lo hizo, se levantó despacio, mirando fijamente a Wen Ning, con una suave sonrisa que sustituyó al ceño fruncido que llevaba hasta hacía unos segundos.

—Te queda bien—, dijo Wei WuXian, señalando las flores que llevaba en la cabeza. Le dedicó una sonrisa suave y una mirada que hizo que a Wen Ning se le retorciera el estómago. Tragó, incluso cuando no había nada que tragar.

—Gracias, Wei-Gongzi—, se escuchó decir a sí mismo. A veces las palabras parecían lejanas y débiles. Insuficientes. Especialmente cuando hablaba con Wei WuXian. Más específicamente, cuando hablaba con Wei WuXian en los últimos meses, desde que ellos... —Huh, jiejie dice que la cena está a punto de estar lista.

Wei WuXian dio un paso hacia él, con una expresión hambrienta en la mirada, jugando a arrinconarlo contra la pared, poniéndole una mano a cada lado de los hombros para que no pensara siquiera en huir; tan cerca que podía oler en su aliento la dulzura del licor y de los sueños hechos realidad. Wen Ning no pudo evitar mirar su cabello desordenado, tan largo y oscuro. Contemplar el tenue brillo rojo de sus ojos grises. No necesitaba trazar las finas líneas de su rostro, ahora conocía de memoria los rasgos delgados de Wei WuXian. Si su corazón pudiera latir, si su respiración pudiera entrecortarse, seguramente ahora mismo sería un desastre sonrojado.

Por suerte, la única inquietud estaba sólo en su mente, donde nadie podía darse cuenta.

Aunque eso seguía siendo un problema. Porque en su interior, Wei Ying le hacía sentir una especie de ansia, una especie de dolor que lo volvía blando como la arcilla. Un deseo ardiente de cumplir todos los antojos de Wei WuXian; y a veces se preguntaba si era algo relacionado con su condición de cadáver feroz o si era algo más, algo que había estado sintiendo desde mucho antes.

Wen Ning se inclinó hacia él, buscando darle lo que fuera que Wei WuXian ansiaba tanto.

—¡A-Ning!

La voz de su hermana llamándole le hizo estremecerse, se había olvidado por completo de su entorno y de que los demás ya le estaban esperando. Wen Ning se demoró a pesar de la segunda llamada, sus dedos casi tocando la túnica de Wei WuXian, su cálido aliento chocando contra sus labios entreabiertos. Sólo tenía que acortar la distancia y tomar un poco de lo que se le ofrecía.

Cadavre Exquis [NingXian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora