En medio de la espesa neblina de los pantanos Numelle cualquiera puede desaparecer sin dejar rastro si no es lo suficientemente precavido, o si tiene mala suerte, como fue el caso de Tonpa, que sin compasión lo que alguna vez fue su cuerpo era abandonado en medio de tal lugar. Buitres y cuervos carroñeros sobrevolaban el cadáver de Tonpa, arrancando trozos de su carne, desgarraban lo que aun estaba sano, que no era mucho, y tragaban como si de un manjar se tratase. Recibió una ultima mirada, y nunca se volvió a saber nada mas de él, nadie quiso saber tampoco.
El aire estaba cargado de humedad, el suelo era blando bajo los pies de Chiya y el olor a podredumbre se filtraba por todas partes, el laberinto de pantanos parecía interminable, y ella se sentía atrapada en una pesadilla. Dándose por vencida, saco un celular con forma de escarabajo del bolso que colgaba de su hombro, y marco un numero. El tono sonó una, dos, tres veces, y finalmente fue atendida del otro lado.
-¿Ocurre algo?
Se escucho una difusa pero grave voz detrás del altavoz, de lo que pareciera ser de un hombre.
-Necesito que me envíes tu ubicación, perdí al instructor mientras hacia algo. A no ser que tu estés perdido también. - Ella se rio sobre la idea de que ambos estén perdidos, y ante la falta de respuesta agrego - Esta es la parte en la que tu ríes también.
-No estoy perdido, sabes que eso no me sucedería. Ya te envié los datos, dejen de perder tiempo y vengan, estamos por llegar al punto de inicio de la segunda fase.
-Gracias, eres el mejor. Y estoy sola, no sé que habrás pensado. Voy en camino.
-Comprendo, te espero. -Dejo un silencio antes de volver a hablar. -Y si me reí.
El finalmente colgó la llamada y ella sonrió con ternura ante la situación, mientras revisaba los datos en su celular. La pantalla iluminada por la tenue luz de la neblina que envolvía los pantanos de Numelle mostraba la ubicación y las posibles rutas en detalle. Cada dato destellaba con una claridad fría, como pequeñas luces en la penumbra. Una vez todo listo, Chiya se adentró en la densa vegetación, el camino borroso y oscuro que se extendía ante ella, apenas visible a través de la niebla. Cada paso era un desafío en medio de los pantanos traicioneros. El barro se aferraba a sus botas, pesando con cada zancada. El sonido de sus pasos se mezclaba con los murmullos distantes de las criaturas nocturnas que habitaban en los alrededores.
Estando a unos cuantos kilómetros del recorrido, un movimiento en la distancia llamó su atención. Alguien se acercaba, moviéndose con sigilo entre la niebla. Chiya se mantuvo alerta mientras la figura se acercaba, y finalmente, emergió de la neblina para revelar a un joven de cabellos plateados y ojos azules.
-Killua... -murmuró Chiya, sus ojos encontrándose con los de él en un reconocimiento silencioso.
El joven de cabellos plateados, Killua, se mantuvo en silencio durante un momento, sus ojos azules fijos en Chiya. La expresión en su rostro no revelaba sorpresa ni emoción, pero sus ojos parecían brillar con un ápice de complicidad.
-Chiya -respondió Killua con calma, como si estuviera saludando a una viejo amiga que hubiera encontrado por casualidad en un lugar inesperado.
No hubieron abrazos ni saludos efusivos, su relación estaba basada en la confianza y la cercanía, pero no necesitaban de grandes demostraciones de algún tipo de afecto. Por el contrario, eran bastante reacios a cualquier tipo de cariño entre ellos.
-Vaya sorpresa encontrarte aquí -dijo Chiya -Parece que estos pantanos son un lugar bastante concurrido.
Killua asintió, pero realmente sin mucho interés en continuar su conversación.