Capítulo 81

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—¿Estás seguro?—su rostro estaba serio. Ser consciente de que no estaba bromeando me puso aún más nerviosa—. No voy a obligarte a hacer nada que no quieras. 

Asintió en respuesta y cerró los ojos. Fue uno de esos momentos en los que sentía que era él . Sin mentiras, ni verdades a medias. Sin palabras disfrazadas de ironía. 

Coloqué mis dedos alrededor del cuello de su camiseta y lo acerqué a mí hasta que la punta de su nariz rozó la mía y me hizo cosquillas. Un segundo después, le devolví el beso que me había dado y sus dedos se clavaron en mis costillas mientras alargaba el tiempo que nuestros labios se movían al mismo ritmo. Pasé de estar tumbada de costado, a estar sentada a horcajadas sobre su abdomen. Un jadeo entrecortado trepó por mi garganta cuando me separé de él. Capté el reflejo del cielo en sus ojos cuando coloqué mis manos temblorosas sobre su pecho y me incliné hacia atrás. Sus labios estaban entreabiertos y tenía el pelo negro ligeramente alborotado. No me contuve e introduje mis dedos en él, sorprendiéndome de su suavidad. Rocé sus orejas con las puntas de mis dedos y él colocó sus manos alrededor de mi cintura. Durante varios segundos, ninguno de los dos dijo nada. 

—Si hay cosas que todavía no puedes contarme, no lo hagas—el latido de su corazón era fuerte contra la palma de mi mano—. No te preocupes. Tenemos tiempo. 

Su agarre se hizo más fuerte y deslicé mis manos hacia delante hasta colocarlas sobre sus hombros.

—Nina...

—Prométeme algo.

Me miró con atención, pero no tardó en relajar su expresión y movió sus manos hacia la parte alta de mi espalda, invitándome a inclinarme hacia delante. 

—Dispara. 

Sentí que mi corazón se encogió cuando hablé.

—No te vayas, por favor. 

Sus cejas se arquearon y sus manos dejaron de estar colocadas sobre mi espalda para pasar a acunar mis mejillas. 

—Si me lo pides, no lo haré.

Mi corazón latió descontrolado. Las palmas de sus manos se sentían cálidas contra mis mejillas y lo único que pude hacer fue inclinarme más hacia delante. Le había confesado uno de mis mayores temores. Volver a quedarme sola. 

—Aunque te pida que te vayas, no lo hagas. 

El silencio que se cernió sobre nosotros me hizo pensar que llegaría a cuestionarse mi proposición. Sentí que debía pedirle que se quedara a mi lado, pasara lo que pasara. Había aparecido en mi vida por un motivo. Estuvo dispuesto a ayudarme desde un principio y cuando lo necesité, estuvo ahí. Conocí partes de su pasado que me hicieron ver que su vida no había sido fácil y descubrir que estaba conectado con Cassandra me hizo comprender que realmente las cosas no eran tan sencillas como a mí me gustaría. 

Deslicé lentamente mis dedos por las marcas rojizas de su cuello y la mirada en sus ojos me indicó que era demasiado pronto pasar conocer su historia.

—No lo haré. Te lo prometo. 

Cerré los ojos cuando pronunció esas palabras y moví las manos hacia sus mejillas. Primero besé una y después la otra. Su respiración acelerada me hizo temblar. Posé mis labios sobre su párpado derecho y sobre el izquierdo. Sus manos se colocaron sobre mis omoplatos en el instante que besé su frente y cuando me acerqué a sus labios de nuevo, abrí los ojos. Capté un ligero rubor en sus mejillas y observé con detalle algunos de los pequeños lunares que no podían percibirse a simple vista. Deslicé la yema de mis dedos por sus cejas y después por su nariz. Grabé a fuego sus rasgos para poder perfeccionarlos en mis dibujos y cuando tracé su arco de cupido, abrió los ojos. 

Luz de Luna (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora