Capítulo 88

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—No tienes buen aspecto desde esta mañana, Nina—Rina me miró directamente a los ojos mientras se cruzaba de brazos—. Si prefieres descansar...

—Estoy bien—la corté—. Ya tendré tiempo de hacerlo más tarde. 

No dijo nada, sino que asintió lentamente. Entonces, Gwen colocó ambas manos sobre la mesa de madera y comenzó a hablar.

—¿Qué te ha dicho cuando nos hemos ido todas?—curvó ligeramente los dedos, apoyándolos sobre la superficie plana—¿Te ha amenazado?

¿Amenazar? Quizás tratar de inculparme era la expresión adecuada.

Estábamos en la biblioteca, tal y como habíamos acordado. Apenas logré comer algo después de hablar con Morgan esa misma mañana. Lo único que quería hacer era cerrar lo ojos y evadirme de todo, pero sabía que no era posible y menos bajo las circunstancias en las que nos encontrábamos. Rina se quedó conmigo hasta que las náuseas desaparecieron por completo, después me duché y me tumbé, aunque no fui capaz de dormirme, ya que no logré deshacerme de aquella mala sensación que Morgan hizo crecer en mi interior con un par de palabras. 

Kai no vino a verme durante el día. Algo dentro de mí se retorció cuando no lo hizo, pero no lo culpé. Su prioridad era Morgan, no yo. Lo cierto era que estaba dispuesta a salvarlo, a pesar de que cada vez que recreaba ese escenario en mi cabeza, él siempre terminaba eligiéndola a ella por encima de todo. 

A medida que el cielo se oscurecía, comencé a ponerme más nerviosa. Las últimas horas de la tarde las pasé sentada en el escritorio con un folio delante. Perdí la cuenta de las veces que traté de traer el rostro de aquel niño de vuelta. Con el carboncillo trazaba los rasgos superficiales de su cara: el arco de las cejas, la barbilla, la nariz y el pelo, pero no podía recordar sus ojos. Al pensar en él, un profundo sentimiento de tristeza sacudía mi corazón. 

Cuando el reloj marcó la una de la madrugada, salí de mi habitación a hurtadillas. Las de mis compañeras estaban sumidas en la oscuridad y supuse que todas se encontraban en aquella celebración absurda y sin sentido. Bajé las escaleras y me coloqué frente a las puertas de la biblioteca. Antes de entrar, me detuve tratando de escuchar algún sonido procedente del piso inferior, pero no se oía nada. El crujido de la madera al abrir las puertas rompió el silencio sepulcral, aunque solo fue por un instante y entonces, las mismas emitieron un destello como respuesta al hechizo que Gwen acababa de poner sobre ellas. De esa forma, evitaba que alguien nos interrumpiera. Ambas me esperaban abajo y cuando llegué hasta ellas, Gwen me abrazó sin mediar palabra. 

—Me ha hablado de Ruby—dije clavando mis ojos sobre sus dedos—. Me ha dado a entender que todas sospechan de mí. 

—¿Sospechar en qué sentido?—preguntó Rina.

—En que fui yo quién pudo matarla, Rina—me llevé las manos a la cabeza y me froté las sienes—. Después de lo que ha pasado en la prueba de hoy, nada volverá a ser igual entre nosotras.

Gwen colocó la palma de su mano sobre mi espalda y me dio tres golpecitos.

—Eso depende de ellas, no de ti. No puedes martirizarte por eso. Pero ahora enserio—noté un ligero cambio en su forma de hablar—¿Qué es lo que te ha pasado?

Coloqué las manos sobre la mesa y las miré. Suponía que Gwen le había contado todo a Rina,  ya que esa mañana no tuve fuerzas para hablar y ella no me forzó a hacerlo. 

—Yo también estoy deseando saberlo—dijo Rina. Gwen ha decidido no contarme nada hasta que estuviéramos las tres, así que estoy algo perdida. 

—Es lo que hacen las amigasGwen se encogió de hombros cuando pronunció esas palabras. 

—Tienes razón—suspiró Rina. 

Luz de Luna (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora