Capítulo uno

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Enero 17

Cuando Louis llegó a la casa de los Styles, Des lo recibió con una genuina sonrisa, dejándolo entrar a su acogedor y cálido hogar.

La decoración es sencilla y de colores neutros; cuenta con retratos familiares, plantas que se podían apreciar en cada habitación cercana y un aroma exquisito a café molido, el cual se coló en la nariz de Louis. Él sabía que ese olor no pertenecía a algún alfa ya que este tenía un toque dulce. Y tal vez si el castaño no fuera tan orgulloso, se permitiría admitir que su lobo se sintió feliz envuelto en tal aroma.

Ambos alfas se dirigieron al comedor donde se encontraba el futuro omega Tomlinson. Un hermoso ojiverde con piel porcelana y cabellos rizados color chocolate se encontraba acomodando un plato repleto de galletas encima de la mesa central. Harry se percató de su presencia solo hasta que notó las dos esencias en el cuarto, dándoles una tímida sonrisa.

— Vamos, cachorro, ha llegado tu alfa. — Un intenso color rojo se posó en sus mejillas y orejas al escuchar el apodo que su padre mencionó. — ¿Tus maletas ya están listas? ¿Necesitas ayuda con algo? —

—Todo está listo, papá. Dejé tus galletas favoritas recién horneadas en la mesa, quería hacerlas antes de marcharme para que no me olvides. — Bromeó un poco el rizado, acercándose a su progenitor para darle un fuerte y abrazo lleno de amor. — Te voy a extrañar mucho, papá. Prometo venir a visitarte y llamar seguido. —

En el aire había un toque de nostalgia y felicidad. El hombre estaba orgulloso por ver a su hijo crecer. Anne seguramente estaría más que feliz por su cachorro, llorando por lo rápido que creció.

—Yo igual te voy a extrañar, sin importar cuando hayas crecido, tú siempre serás mi pequeño cachorrito, Hazz. Nunca podría olvidarte... A menos que se me acaben las galletas. — El omega hizo un pequeño puchero por el comentario de su padre. —No te preocupes por mí, te dejo en buenas manos. Aun así, cualquier problema o situación, llámame, no importa si es de día o de noche, siempre estaré para ti. —Dijo besando la piel pálida en la frente de su hijo.

La escena era conmovedora y dulce, sin embargo, Louis solo pudo rodar los ojos ante la melosidad que presenciaba, esperando con un poco de impaciencia a que la despedida termine. — ¿Listo? — Interrumpe. — Creo que lo mejor será que vayamos a casa, aún hay muchas cosas por organizar y algunas otras por comprar. — La falsedad estaba muy bien oculta tras esa capa de entusiasmo en su voz. El amor familiar le hacía pitar los oídos, sintiendo leves grados de repulsión e incomodidad.

— Oh, sí, vamos. — Contestó Harry, alejándose de su padre para tomar las maletas que posaban en la entrada de su hogar. — Hasta luego, papá, cuídate. —

Salieron de la casa Styles hacia lo que sería una nueva etapa, una vida juntos.
Harry estaba nervioso, el profundo silencio del viaje le ponía incómodo. Veía como poco a poco dejaba de reconocer las calles que lo vieron crecer.

Lo primero que Harry notó al estacionar el auto, fue la enorme casa con atmósfera fría y desolada junto a un jardín un poco descuidado que desbordaba tristeza y abandono. Entrando se percató que carecía de decoración y colores. Si el alfa no hubiera entrado antes que él, junto con la limpieza de la zona, el rizado creería que había entrado a un lugar abandonado. Se preguntó cuánto tiempo Louis ha vivido así.

—Bien, hemos llegado. Sígueme. —

Y de una forma demasiado rápida el alfa le mostró su nuevo hogar. Algunas habitaciones estaban abandonadas por completo, sin cama, sin decoración, simples paredes haciendo espacios cerrados. —Este de aquí es el baño, la de enseguida es mi habitación. La tuya es la penúltima a la izquierda. Si necesitas otra habitación siéntete libre de tomarla.

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