Es el momento exacto cuando te acercas a mí, que mi corazón se vuelve loco de felicidad y mi mente se encuentra en un estallido de emociones.
Como un viento escurridizo que atraviesa las paredes, tus ojos atraviesan mi alma, dejando su huella; no sé si es a propósito o lo haces sin querer, pero la paz que me provoca tu presencia es innegable, tan innegable como la existencia de una flor y tan inevitable como la muerte misma.
He esperado por ese momento desde hace tiempo, y cuando tus brazos vuelven a mi cuerpo, me doy cuenta de lo cálido que es, tanto como el calor del verano. Sí, si fueses una estación, sin duda serías el verano; o quizá la primavera.
Sin quererlo, estás presente en todas las estaciones, y ahora no puedo evitar pensar en ti cada vez que veo una flor, o cuando comienza el atardecer en un día soleado de Agosto; eres las hojas secas de los árboles que caen en otoño, su color me recuerda a tu vestimenta y a tus bellos ojos que no puedo evitar mirar; el invierno eres tú, dentro de su frialdad se encuentra la calidez.
Ahora que me has abrazado, solo quiero fundirme con tu cuerpo.
Pero cuando despierto, ya no estás ahí.