Un último recorrido en la Luna

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-Mirá el cielo con la noche y dime, ¿Qué ves en medio de la oscuridad?- consultó señalando el cielo teñido de infinitos puntos brillosos y filosos.

-¿La luna?- respondí con la duda entre mis palabras.

- ¡Así es!- mencionó largando una carcajada pequeña por haberlo adivinado- la luna es el astro que ilumina nuestro cielo cuando todo está negro, tu eres mi astro cuando mi mundo está apagado.

Desperté mientras la luz del sol llegaba a mi vista, abrí mis ojos con aquel recuerdo en mente, se trataba de mi infancia, mi madre me daba la explicación de porqué decidió colocarme esté nombre que de a poco me sonaba melancólico. Todavía no entiendo cómo lo hice pero me levanté de mi cama borrando sobre mi mejilla izquierda la lágrima que se me había escapado cuando trataba de reunir mi mayor esfuerzo para poner un pie fuera de la habitación, hoy quería que fuera un día diferente, de esos en lo que te dices a tí misma que puede enfrentar a todo lo que se te avecina, siempre escuché decir que es fácil engañar a la mente, pero no sé sí eso se dé en mí, porque últimamente me está jugando una mala pasada aunque le haya advertido de que quería parar con esos pensamientos.

No hay mejor desayuno que sentir el gusto de una gran taza de café acompañado de una tostada con mermelada, de las pequeñas cosas también se disfruta me decía mi madre, pero en mi caso; no encuentro la esperanza en nada. Comiendo el último bocado de mi tostada me levanto de la silla para observar la rosa que cada día parece recaer más, la saqué al sol, le coloque la cantidad de agua necesaria, le puse algunas proteínas para que creciera más fuerte y aunque había días que renacía de forma radiante, también había días en que se marchitaba provocando que los pétalos de color rojizos cayeran sobre el piso de la amargura como la sangre que goteaba de mi brazo aquel día de cielo tormentoso, hoy la pequeña rosa amaneció con su raíz encorvada y sus hojas del tallo secas como la orilla de un mar sin olas, separé las cortinas y abrí las ventanas para que los rayos de sol llegarán a la flor, pero eso parecía desmotivarla más.

Me dirijo al cajón de mis materiales de pintura y acomodó todo para empezar a crear, pero la hoja en blanco que desde un tiempo trataba de rellenar seguía estando allí fija mirándome con desprecio, debes aprender a tener paciencia porque todo llega a su momento, me repetían de pequeña cuándo todos los niños de mí salón habían conseguido un compañero de confianza menos yo, después a medida que fui creciendo pude acostumbrarme a la soledad que de a poco se volvía un lugar no tan seguro para mí corazón, no sé porque sigo repitiendo estos recuerdos pero en mi mente llego aquel momento en qué, por primera vez pude contar un poco de lo que sentía aunque parecío ser un discurso silencioso para los demás, pero por dentro el ruido me estaba matando;

-Luna, levántate de tu asiento y comparte tu escrito- dirigió mi profesora de literatura que parecía ser la única que me comprendía.

-Yo no cr... creo q... que pueda- transmití inmediatamente casi en un susurro pero se que pude ser escuchada por ella y los demás.

- Tú sí puedes- menciono la profesora con una voz suave que me hacía animar a hacerlo.

-La lu... luna- carraspeó antes y respiré profundamente para calmar mis nervios.

Yo puedo; traté de repetir dentro mío esas dos palabras que siempre se dicen en estás ocasiones.

- La luna es bella como un copo de nieve cayendo del cielo, la luna es tan blanca como una hoja de aquel árbol misterioso en pleno invierno, la luna que finge muy bien su calidez ilumina el espacio aunque el frío habite en el, pero por más brillosa que sea no contiene luz propia, la luna es hermosa...¿Verdad?, tan perfecta que ni siquiera notan sus imperfecciones que se puede ver a simple vista, porque se han acostumbrado a verla de una forma que cuando realmente se transforma en su verdadero resplandor parece falso, pero esa pequeña luna que por fuera se ve grande, está pensando en rendirse, nadie es capaz de entenderla, porque nadie se ha detenido a mirarla con detalle.

Después de mi lectura, cómo era de esperarse, nadie le dió importancia a aquellas palabras desesperadas que pedían auxilio casi a gritó, ni la persona que le había puesto todas mis esperanzas se dió cuenta de lo que me ocurría, mi profesora que me hacía sentir encontrar la calma del mar desastroso, también me abandonó.

A pesar de todo, seguí adelante, porque siempre hay que darle una segunda oportunidad a las cosas antes de rendirse, decidí estudiar al extranjero, y creí que apartarme de los demás me ayudaría a encontrarme conmigo misma pero eso no me sirvió.

Agarré la bolsa que no contenía mucha basura y salí de mi departamento; algo que no hacía desde hace varios días. Detrás del edificio se encontraban los contenedores, están en un lugar bastante oscuro como el de un corazón que estalla y no tiene ni nada más ni nada menos que el vacío que lo acompaña, no sé de dónde vinieron las ganas pero quise recorrer la ciudad del invierno, quería dar aquellos pasos que cada vez eran más pesados, quería dar una vuelta al mundo porque tal vez se venía el final, y no hay mejor decisión que despedirme de éste aún cuando me hacía sentir una mancha pequeña que estropeaba el sitio de los demás.

Se dice qué: en el cerebro puede reproducirse en los últimos segundos antes de morir recuerdos o eventos importantes de la vida, pero estando aquí tan cerca de la muerte, no se me ha venido ningún recuerdo, yo creó qué es porqué ya lo he hecho en mi corta vida; repetir aquellos momentos decepcionantes que aunque pase el tiempo no se apartaban.

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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