Camino, Verdad y Vida (Jn 14,1-12)

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1 «No se turbe vuestro corazón. Crean en Dios: crean también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, les lo habría dicho; porque voy a prepararles un lugar. 3 Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y les tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes. 4 Y adonde yo voy saben el camino.» 5 Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 6 Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7 Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto.» 8 Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» 9 Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que les digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. 11 Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, créanlo por las obras. 12 En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre».

Un evangelio no muy sencillo, como sucede otras veces. Seguimos en el tiempo pascual hasta la solemnidad de la Ascensión del Señor. Seguimos también, ya por tercera vez, en el evangelio de san Juan. Sabemos que el calendario litúrgico se nutre durante los tres años litúrgicos de los evangelistas sinópticos. Sin embargo, durante estos tres años, el evangelio de Juan también es leído durante las misas dominicales pero no de manera continua como los otros, pero sí durante las grandes solemnidades para reforzar el misterio de Cristo.

El evangelio que acabas de leer es una parte breve de los 5 capítulos que Juan dedica a la Última Cena. Jesús estaba en el cenáculo, solo con sus discípulos. Judas poco antes, salió a tramar su plan humano. Jesús ya solo con los once, de un momento a otro, sin que ellos lo supieran o intuyan, comienza a despedirse. Una despedida larga, pues no se trata de un viaje temporal o de una misión repentina, sino de su muerte. Una despedida dura pero esperanzadora. Se despide de ellos, de sus amigos, porque dentro de poco sabe que morirá. Mientras se despide, les transmite lo más valioso, o sea, la síntesis de su misión, el objetivo de sus tres años con ellos, el significado de cada uno de sus signos y el por venir. O sea, es el momento en el cual Jesús les transmite su Testamento. Y cómo todo testamento, hay que leerlo con atención y seriedad, porque se trata de la voluntad última de la persona amada, en esta caso, de Jesús.

Tomás y Felipe

Son dos discípulos presentes en esta escena. Tomás aparece tres veces en el evangelio de Juan, siempre como el "gemelo" (el gemelo de cada cristiano) y siempre como aquel que interroga al Maestro, a veces con una actitud escéptica, como es la actitud de muchos de nosotros que interrogamos nuestra fe y las enseñanzas cristianas, y otras con una actitud suspicaz. No está mal, todo lo contrario. Es signo de interés. Preocupación por entender. Pero si solo es pura interrogante sin la apertura del corazón, se convierte en la actitud del mundo que cuestiona todo lo que viene de Jesús y de la Iglesia. Es una actitud negativa y muchas veces malvada. Así se pierden en la vorágine de las propuestas y respuestas que da el mundo, sin dar espacio, el mínimo espacio, a la propuesta divina. Aprende para comprender y pregunta para entender. Lo contrario es maligno.

Jesús comienza a hablarles de su despedida, de su muerte. No es la primera vez, pero si la primera en expresarlo de modo evidente y con cara de sufrimiento. Les habla del misterio de su muerte, que no es sino camino al Padre y preparación de una morada para ellos, en el cielo. Para que «donde esté yo estén también ustedes» (4). Jesús ha prometido estar siempre con nosotros, en esta vida o en la otra, con sus presencia real y misteriosa (sacramentum). Jesús, como buen Maestro, mientras les hablaba, como para llamar la atención, les dijo una frase precisa y concisa, como síntesis de sus tres años con ellos: «Adonde yo voy, saben el camino» (4). Tomás que no siempre está distraído, le respondió inmediatamente con la sinceridad de uno que quiere comprender y no dejarse tomar el pelo. «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» (5). Es decir, los discípulos, y Tomás con ellos, no entienden lo que el Maestro está hablando. Sucede lo mismo en muchas de nuestras catequesis y homilías. El predicador habla pero muchos fieles no comprenden. Y muchos de ellos se quedan en el limbo de la comprensión. Cómo sería de valioso si los fieles nos interrogarían en cada momento, en las homilías y en las catequesis. ¡Qué comprometedor sería, entonces, cada homilía para el predicador!

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⏰ Última actualización: May 14, 2023 ⏰

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