Testamento de Jesús (Jn 14,15-21)

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15 Si me aman, observarán mis mandamientos; 16 y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para siempre, 17 el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes. 18 No les dejaré huérfanos: volveré a vosotros. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes si me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. 20 Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. 21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»

¡Feliz Pascua! Seguimos en los 50 días de gozo en el Señor, hasta la fiesta de Pentecostés, donde viene el Espíritu Santo tal como lo ha prometido Jesús, en el texto sagrado que acabamos de leer. Vivimos un tiempo litúrgico especial, de gozo y esperanza. Será real si y sólo si lo experimentamos en nuestros corazones y lo testificamos a los demás. Es el misterio de la fe, es el misterio de la vida del cristiano y es el misterio de nuestra existencia, llamada a ser distinta a los demás.

Ayer, el mundo entero, recordó, vísperas del día de la mamá, a la madre de todo los cristianos. De la misma manera. Esta maternidad será real si y sólo sí nos sentimos y vivimos la filiación materna. Caminar en el mundo, no como huérfanos sino como hijos amados, es una prerrogativa singular que vive el cristiano desde su fe. Esta es la potencia liberadora, redentora y salvífica de la fe. Y aclaremos. Fe en una Persona y en las Personas divinas. Fe en una mujer, como es la Virgen de Fátima. Repito, la fe en una persona, divina o humana, es fortaleza para nuestra existencia. El resto es pura poesía, como la fe de aquellos que se apoyan en el cosmos, en la naturaleza, en la energía o en la fuerza. Nada hay más real que la relación interpersonal con el otro y con el Otro.

Testamento

Otro domingo o el último domingo en el cual leemos-analizamos-meditamos sobre el testamento de Jesús. Las últimas palabras del Maestro. Nadie puede objetar sobre la validez y el cumplimiento del último deseo de un familiar nuestro. El testamento son palabras valiosas, imperativas y comprometedoras, especialmente para los hijos que se quedan huérfanos.

¿Has ya escrito tu testamento? ¿Sabes qué priorizar a la hora de repartir tus bienes, tu trabajo, tu esfuerzo? ¿Has pensado al menos, tú padre de familia, en aquello que quieres dejar a tus hijos y cómo entregarles? Curiosamente, en la Sagrada Escritura, el testamento es uno de los elementos esenciales e infaltables de la vida de los personajes bíblicos. Se remonta, en la cultura del mundo semita, hasta lo más antiguo de la civilización. Abrahán, Jacob, Moisés, Salomón, David, etc., no dejaron sin testamento a sus descendientes. Es la mejor manera de dejar en paz el hogar y de descansar en paz. ¡Cuántas peleas me tocó constatar, entre odios y juicios, entre los mismos hijos por falta de un adecuado testamento! Repito, ¿Ya sabes qué escribir en tu testamento? Algunos reducen todo el esfuerzo de sus existencia en la repartición de bienes y objetos, de mucho o poco valor. Ahí se reduce su existencia. Ahí sale a flote aquello por lo cual vivieron o sobrevivieron en este mundo. Repartir bienes, cosas y objetos. Qué tristeza reducir toda una existencia a repartir objetos. Jesús, en cambio, en su testamento no nos dejó bienes para repartir, sino "escribió", para aquellos y para nosotros, la esencia del motivo de su existencia: el amor.

Mis mandamientos

Salta a la vista, en la lectura del evangelio, el plural «mis mandamientos». Parece que el Maestro se contradice, pues, en otra parte del evangelio él afirma casi lo contrario. «Les doy UN mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo les he amado» (Jn 13,34). ¿Es uno o son muchos? El amor (agape), para el Maestro, es obviamente uno, pero se manifiesta de distintas maneras. Posee diversas características. Se expresa de muchas maneras: el amor al prójimo, el amor al migrante, el amor a los pobres, el amor al enemigo, la visita a la casa de Zaqueo, el perdón a la pecadora, el abrazo al leproso, etc. Y todos esos gestos y palabras de amor se resumen en aquello que también dijo, como su última voluntad, en el capítulo siguiente: «No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 13). No dice, "amor más grande por el esposo, la esposa, los hijos, los abuelos... sino por los amigos". Su testamento es lo más valioso para el cristiano de todo los tiempos. Es el don más preciado para la humanidad. Debería ser esculpida en piedra y colocada en todas las plazas el mundo, como el monumento más importante. Pero la humanidad, como siempre camina contra corriente, hoy hace precisamente lo contrario. Derriba y quema sus Iglesias.

Mientras que los poderosos de aquella época así como los ilustrado de los últimos tiempos predican la venganza como una manera de aplacar el mal recibido, Jesús, en cambio, nos instruyó en la fuerza del amor. Su testamento no fue sino palabras de amor. Ningún otro personaje de la historia ha escrito así su testamento. Todo lo contrario. Solo repasa la vida de nuestros famosos "héroes". Muchos de ellos son figuras precisamente porque actúan diversamente al amor. ¡Que paradoja! Sin embargo, ¿Imagina tu familia viviendo el amor enseñado por Jesús? ¿Soñaste alguna vez con una sociedad donde reine el amor cristiano? Nadie tendría que estar cuidándose del otro. Nadie tendría que temer que le roben, que se aprovechen, que abusen o que lo maten. ¿Será posible el mundo soñado por Jesús? ¿Será factible la cristalización del testamento de Jesús? ¿O son puras palabras hermosas del Maestro?

El amor predicado por Jesús, y esculpido en piedra por medio de Juan, es tan real y posible, como nos lo demuestra el Maestro con su vida. El amor que proviene del otro, del prójimo es lo más real y valioso que pueda poseer el ser humano. El amor es salvador y transformador. Por eso, el símbolo del amor, lo serán siempre los enamorados. Nadie vive el amor en su aislamiento o soledad. Pues, el amor (y la felicidad) viene siempre del otro, y del Otro. No existe otra ecuación sobre el amor verdadero. «Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y yo en ustedes» (20). Nuestro Dios, nuestra Divinidad nunca se encuentra solo. No vive la soledad eterna de los otros dioses, que moran en el panteón moderno. Nuestro Dios, nunca está solo. Ergo, nadie puede vivir el amor o ser feliz en su soledad. Ningún ser humano que diga que "ama su soledad" es sincero. Es la hipocresías más evidente de una existencia frustrada.

Aquellas palabras, mejor dicho, el testamento del Maestro, no fue dicho en el mejor de los momentos de su comunidad, de su familia. Todo lo contrario. El por venir de aquella noche, después de la cena, no era sino la desolación completa. Aquellos que estaban escuchando a viva voz, el testamento del Maestro, en un par de horas estarán viviendo la soledad más dura de su existencia. También Jesús. Aquel día, no quiso estar solo en el Getsemaní. Se llevó consigo a tres de sus mejores amigos. Sin embargo, él y aquellos vivirán la soledad más dura, cada quien en su propio rincón. Pero la soledad, como la tristeza, para el Maestro no es la última Palabra. Hay que luchar para vivir y hacer realidad en nuestra existencia el Testamento de Jesús. El mal no puede ser mayor que el bien. El amor será siempre el valor más preciado de la humanidad, como don de nuestra divinidad. Pero no te olvides, el amor pro-viene del otro y del Otro. «Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y yo en ustedes» (20).

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⏰ Última actualización: May 14, 2023 ⏰

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