Hace tiempo que dejamos morir al planeta. En un primer momento la televisión solo decía pasos para reciclar, darle una vida a las prendas y otros recursos... en fin, cosas que solo requerían de un poco de voluntad personal.
Poco a poco, la cosa empezó a empeorar. Los bosques se quemaban día sí y día también, el suelo comenzó a abrirse por la sequía... Teníamos que hacer algo. Por otro lado ya no quedaba nada más que descubrir. Hemos superado las fronteras de nuestra propia galaxia. La Federación gobierna en todos y cada uno de los planetas de la galaxia. A veces se oye hablar de los campos de recursos. Poco a poco los bandos opresores callan a los que están en contra. Trabajo, trabajo y más trabajo. La felicidad existe entre las dos y las tres del mediodía, en nuestras charlas sociales. Una hora para que no nos olvidemos de las caras del resto.
Trabajo, enfermedades, muerte, pocos recursos... es algo que se repite en las noticias últimamente. Todo es desdicha y tristeza. Si no te enteras de la muerte de alguien por las noticias lo haces por los cotilleos de los vecinos. Es lo que tienen las casas de cristal, todo es transparente, la intimidad no existe.
Quizá fuese lunes, o a lo mejor martes, cuando me enteré de la noticia de que buscaban gente para explorar fuera de la galaxia. Lo emitieron en las noticias de la madrugada. Yo ya estaba vestida para ir a trabajar.
Me había preparado mi bol de cereales y estaba en el sofá. Entraba a las nueve, todavía tenía tiempo, aún no había amanecido.
«La Asociación Astral de La Federación está buscando gente y alienígenas entre dieciséis y sesenta y cuatro años. No se necesitan conocimientos previos, puesto que habrá un entrenamiento de semanas para poder estar a la altura de la misión. Podéis conseguir la información en el siguiente código QR»
Era una oportunidad de oro para escapar de aquí. Me hastiaba siempre la misma rutina. Solamente veía vida una hora al día. Antes de la Federación podías salir sin horario, estar en terrazas y disfrutar de la gente a la que quieres.
Ahora solo vivimos para el trabajo, estamos todo el rato buscando recursos. Lo peor es que La Federación no solo está en el Planeta Tierra, se extiende cómo un virus por toda la galaxia.
Antes había esperanza, ahora solamente nos resignamos a vivir en un planeta en el que la destrucción de recursos está a la orden del día.
A medida que iba escuchando aquella noticia, mis ansias de esperanza iban aumentando. Los muertos ya no importaban, ahora solo estábamos nosotros contra el mundo... o bueno, nosotros en la búsqueda de un mundo nuevo.
Había emigrado en otras ocasiones, pero siempre dentro del planeta. Una nueva esperanza podría recaer sobre mí y quería estar preparada.
Por una parte, me daba miedo dejar el planeta atrás. Había sido el paraje de todos mis buenos momentos, aunque también de los malos. Entre esos parques me había enamorado, había trepado por los árboles cuando era niña... Todo aquello se destruiría en cuestión de segundos. La inteligencia del ser humano era sorprendente, por mucho que nuestro planeta diese avisos no éramos capaces de verlo. Si los veíamos, quizá los ignorábamos.
Eché la solicitud para ir a la Sede de la Asociación Astral de La Federación. A decir verdad, tardaron poco en responder. Era lunes cuando mi teléfono sonó.
— ¿Sí?
— ¿Eres Elena?— mi interlocutora tenía una voz muy femenina y dulce.
— Sí, soy yo ¿Desde dónde llama?
— Desde la Sede de la Asociación Astral de la Federación.
Una parte de mí se quedó helada. No esperaba que contestasen tan rápido.
— ¿Qué puedo hacer para ayudar?
— Le informo de que ha sido cogida para el Proyecto Phobos. Enhorabuena, será una de las astronautas que irán en la nave. Bienvenida al futuro.
Ni siquiera sabía que responder.
— y... ¿Cuándo tengo que estar allí?
— En dos semanas comenzará su entrenamiento.
Después de que me diese la información colgué el teléfono. Iba a ser el futuro de la humanidad.