Tuve que sentarme a digerir la noticia. Aquella llamada de la Asociación de la Federación Austral confirmando mi participación había sido toda una sorpresa. La solicitud había sido una de esas cosas que no pensé que pasarían pero que eché por si colaba. La noche de antes, recorrí el vecindario con la mirada. Sin duda había un deterioro latente, las casa de cristal estaban con grietas, los árboles de los parques emanaban un tono parduzco y el aire... bueno, estaba cargado de humo. Di paseos por las calles, preguntándome si algún día podría volver a la Tierra. Tenía miedo de que todos los buenos momentos que había vivido se convirtieran en polvo.
Al llegar la mañana, me dirigí al punto de encuentro que me habían especificado. La verdad es que el edificio de la sede de la Asociación de la Federación Austral era imponente. Fui recibida por dos mujeres de tez tersa y un uniforme blanco impoluto. Tras una breve orientación nos dirigieron a todos los seleccionados a una sala. Me impactó la diversidad de rostros que había entre humanos y aliens. Claramente estábamos ante una misión importante que afectaba a muchas especies.
— El primer día serán pruebas físicas. Es por eso por lo que os pedimos que rellenéis vuestro peso. Haréis las pruebas por parejas.
Todos asentimos con la cabeza.
— Estas pruebas se repetirán a lo largo de los días durante estas dos semanas.
Un chico delgado de gafas preguntó.
— ¿Por qué solo son dos semanas? Creo que la misión requiere más tiempo.
— Vaya, un listillo. Son dos semanas porque el gobierno cree que no tiene tiempo. Estamos ante una misión de urgencia.
— Pero... creo que debería ser más tiempo.
Uno de los guardias con pistola se puso en guardia.
— Pare, Stévez, no vamos a llegar a nada si hay disparos.
La chica que había contestado anteriormente levantó una mano en modo autoritario.
La jornada transcurrió tranquila. No dejaba de mirar a una chica cuya apariencia parecía humana. Había algo que me hacía sospechar que era una extraterrestre.
— ¡Eh, tú!
Mierda, me había pillado.
—¿Sí?— contesté cuando me di cuenta de que la chica a la que estaba mirando se dirigía hacia mi.
— ¿Tengo ojos en la cara?
Debió ver mi cara de susto porque acto seguido soltó una risotada.
— Soy Kira. Neo-Terrana.
— Elena, proveniente de la Tierra.
— Oh la Antigua Tierra.
¿Antigua? ¿Había más Tierras a parte de la nuestra? Es cierto que en los pasillos había oído hablar de las colonias Neo-terranas en Júpiter pero pensaba que solamente era eso, un rumor de pasillo.
— ¿A qué te dedicas?
Le pregunté con una sonrisa.
— Soy química biológica. Estoy en el grupo de Josh, son los que analizarán las plantas en el nuevo lugar al que vayamos.
Parecía decirlo con fastidio, cómo si aquello le resultase monótono.
— ¿No te gusta lo que haces? —pregunté, tratando de sonsacarle más información.
Ella suspiró, mirando hacia la ventana de la nave que mostraba el vasto espacio exterior.
— No es eso... Es solo que me resulta difícil emocionarme por algo que ya hemos hecho antes. —Dijo, con un leve encogimiento de hombros—. Las Neo-Tierras, las colonias en Júpiter... Todo se siente como un ciclo repetido. Vamos, analizamos, colonizamos, y luego todo se convierte en una versión más de lo que dejamos atrás.
Por una parte, entiendo su punto de vista. La Federación Astral tendía a replicar errores del pasado. La historia se repetía, y a veces parecía que la humanidad estaba destinada a un ciclo interminable de descubrimientos y destrucción.
— ¿Crees qué nos espera algo diferente en esta misión?
— Solo espero que La Federación vea que puede hacer las cosas de manera diferente.
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