CAPÍTULO I: EL COMIENZO DE UNA HISTORIA.

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Un chico de cabellos azabaches se encontraba sentado frente a la ventana de la sala de su casa, el clima en la campiña permanecía húmedo desde hacía tres días; la brisa y el rocío solían combinarse sin previo aviso, debido a ello la madre del niño no le dejaba salir a jugar afuera.

Los ojos grisáceos del menor miraban con cansancio las nubes grises que había en en cielo. Su atención se desvió hacia su izquierda al escuchar el motor de un camión de carga, rápidamente miró el calendario que estaba colgado en la pared a su derecha, no era fecha de alguna feria por lo que aquello le intrigaba. Todas sus dudas se vieron resueltas al ver bajar a una pareja bajar del automóvil, siendo seguidos por un niño de complexión algo robusta, a comparación del clima, él parecía irradiar una cálida luz. Se asombró en demasía cuando ambas miradas chocaron, de pronto el contrario dejó de reír, Ego relajó su semblante y mantuvo su cara seria, grande fue su sorpresa cuando el bajito en lugar de desviar su mirada, le sonrió a la par que alzaba y movía sutilmente su manito.


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Un par de semanas después, la familia Gusteau ya se encontraba instalada por lo que ya había comenzado a interactuar con Auguste.

---Entonces si mezclas rosa con el azúl, obtendrás morado...

Anton sólo "fingía" que prestaba atención a las palabras del bajito, claro que escuchaba lo que decía, sin embargo, su mente se encontraba divagando acerca a su personalidad y la de su...¿Nuevo amigo? Ambos eran completamente diferentes, no sabía si eso era bueno o malo pero tenía claro que se complementaban el uno al otro. El pelinegro había estado esperando una chispita en su vida, y el castaño ansiaba tener a alguien a quien contarle todo lo que aprendía o se cruzaba por su mente.

---Hoy mamá cocinará un platillo especial. ¿Quieres venir y acompañarnos?---comentó el bajito.

El alto asintió un par de veces, durante ese poco tiempo que llevaban conociéndose el contrario solía invitarle de vez en cuando a su hogar (a veces para jugar, otras para comer y/o estudiar). Ambos debían tomar diferentes caminos para llegar a su hogar, despidiéndose con un saludo de manos y dejando la promesa de que se verían dentro de poco a la hora de la comida.

Esa tarde había sido como cualquier otra, o al menos para Ego.

La señora Gusteau había preparado una lasaña un tanto distinta (pues había usado pollo en lugar de res), Anton la había degustado y aprobado, poco después terminó en aceptar la invitación del contrario en quedarse a jugar.

Con el permiso previo, los dos subieron a la habitación del menor, Gusteau se encontraba sentado en la orilla de su cama, mantenido contacto visual y una amena plática con Ego.

---Entonces, cuando crezca voy a tener mi propio restaurante y haré felices a las personas al probar mis platillos.

---¿Ese es tu gran sueño, tener un restaurante?

---Pues claro, haré que todos sonrían; incluso tú lo harás.

---Pero si yo ya lo hago.

---Lo harás más.

---Ya lo veremos---ambos se sonrieron, siendo Ego quien tuvo que evadir la mirada del contrario.---Entonces al crecer, te compraré tu propio restaurante y haré reseñas sobre él.

Las regordetas mejillas del bajito se marcaron más por la amplia sonrisa que tenía en ese momento. Tal vez para Ego todo aquello era normal, cosas de niños, pero para Gusteau era todo lo contrario, él realmente sentía cada minuto como algo especial, tenía la esperanza de que todas aquellas "promesas" no se convirtieran sólo en recuerdos ni que se quedaran en el aire, él deseaba que se realizaran.

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⏰ Última actualización: May 19, 2023 ⏰

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