Cuando mis padres me abandonaron en la escalera de una casa de acogida, probablemente yo no tenía más de un mes de vida. La mujer que me cuidó hasta que cumplí los siete años era una buena persona, la que le siguió no era una persona. Nos trataba como animales, apenas nos daban de comer y sufrimos toda clase de abuso. Escapé cuando cumplí nueve. Vagué durante meses en las calles de Santiago hasta que otra mujer me encontró.
Recuerdo exactamente el momento en que su mano se posó sobre mi febril cabeza y meneó la suya en tono de negación.
- Si no te ayudan morirás en cuestión de días.
Yo no sabía adónde me llevaría, pero sabía que no quería morir.
Dejé que me llevara con ella y se convirtió en mi tutora. Marice me llevó a lo que llamó La Casa de Muñecas, el lugar era como una mansión moderna, tenía televisión con cable, internet y muchas, muchas chicas paseándose en los pasillos, algunas llevaban ropas extrañas, otras no llevaban mucha. Algunos jóvenes también iban por la casa. Yo debía parecer una cosa rara porque muchos me miraban dos veces antes de seguir su camino. Marice se detuvo frente a un hombre bajo y fornido... yo tenía miedo, había visto esa clase de hombres en la casa de acogida semanas atrás, se iban con niñas mayores que yo y ellas no regresaban, ninguna de nosotras pensaba que iban a un lugar mejor, como un hogar.
- Esta es muy pequeña todavía.
- Estaba en la calle, seguramente no tiene adónde ir. Podemos cuidarla hasta que tenga la edad suficiente, podría comenzar a aprender desde ahora. Sería una nueva generación de Muñecas.
- Ella no parece ser de las que obedecen. – exclamó el hombre cruzando sus brazos. Observó mi atuendo, pero yo no tenía las fuerzas para ocultar mi rostro, por mucho miedo que tuviese, y lo reté a que me echara mirándolo fijamente.
- Puedo ver eso en unos días. Deja que me quede con ella. Por favor Patrick. – el hombre, Patrick, me miró con recelo antes de asentir.
- Bien, puedes quedarte con ella.
Me quedé en La Casa de Muñecas. Marice nos entrenaba para ser mujeres de entretención. Aprendí a cantar, bailar, preparar comidas extranjeras y manejar armas. Cuando cumplí los doce años, Marice me había dicho que yo sería especial. Dijo que era hermosa, también encantadora, y como tal debía ser una conquistadora.
- Las Muñecas fueron creadas para dar placer a los hombres peligrosos y a los que pueden pagar nuestra cuenta. Somos damas fieras de compañía, mujeres salvajes que toman su lugar en un mundo oscuro.
Marice quería demostrarnos que valíamos la pena y el costo, pero a medida que pasaba el tiempo comprendí que eso era solo una fantasía que había creado ella misma, un cuento de hadas que relatas una y otra vez frente al espejo hasta que crees tu propia mentira. En realidad, las Muñecas eran juguetes que los mafiosos compraban para sus hijos, mujeres que no tenían derecho a reclamo, que nunca se podrían casar ni tener hijos, que estaban para disposición de lo que su dueño quisiera.
Pero una noche entré en su habitación. La encontré mirando una página de diario muy antigua, cuando volteó a mirarme sus ojos estaban rojos y húmedos del llanto. Marice había sido secuestrada por un hombre años atrás en Colombia; fue vendida, violada y golpeada. Leyó en las noticias que su familia siguió buscándola durante décadas, pero nunca la hallaron. Marice sentía que nadie que tuviera una familia merecía ser tratada de esa forma, si los hombres querían jugar con alguien, que lo hicieran con quien no tuviera familia, sin pasado, sin futuro.
Escuché con atención cada palabra. Había niñas que fueron secuestradas por tipos que solo querían diversión de una noche y ellas quedaban embarazadas y muchas abortaban bebés que no tenían la culpa de ser engendrados por bestias. Ellas, que tenían la posibilidad de ser amadas, no merecían esta vida. Nosotras les dábamos la oportunidad de seguir viviendo una vida feliz.
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Amapola
Action"Nosotras somos Muñecas, nos criaron para esto, no tenemos familia, ni pasado, ni futuro. Esto es lo único que tenemos y es todo lo que somos"