Segundo

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La primera vez que sentí lo que era una violación fue una tarde de junio.

Pocos hombres se quedaron en la casa. Santiago tenía asuntos pendientes con una banda de La Florida y se dirigió a ellos con más de la mitad de sus bestias. Marco tuvo que acompañarlo para hacer presencia, pero se iría antes de que empezara el tiroteo, sabía que acabaría así. En la casa estábamos las Muñecas y algunas mujeres (esposas de los Vicencio) un par de hombres para vigilancia estaban en el comedor, y otros cuantos haciendo guardia o jugando allá afuera.

Víctor acababa de llegar de la escuela, cursaba 3° medio y no era muy bueno con eso. Pero a Santiago no le importaba la escuela, le importaba que sus hijos se dieran a conocer como los matones peligrosos de donde fuera que estuvieran presentes. Víctor amaba ser el matón y amaba hacerse notar. Lo había demostrado cuando le exigió a su padre una Muñeca. Le dijo que él era el mejor de todos sus hermanos, y que merecía una antes que los demás. Pero Santiago nunca transaba con sus reglas, lo que él decía se hacía y punto, mi presencia en la casa lo decía. Y para demostrarlo aún más, me dijo que me acercara.

- ¡Para que entiendas que lo que yo digo se hace y a quien yo quiero mando! – le dijo en un grito gutural, me agarró del brazo y me ordenó – golpéalo.

- ¡Padre! – exclamó Marco – ella es mía, no puedes mandarla a golpear a mi hermano. Menos frente a nosotros.

- Tu hermano entenderá que hasta que no cumpla su edad, hasta esta Muñeca tiene más derecho que él. Ya he dicho, Amapola golpéalo como te enseñó tu dueño – sacó su arma cuando no me moví – no te atrevas a desafiarme, Muñeca.

- No, señor. – le dije y arremetí mi puño en la cara de Víctor, quien cayó al suelo. Minutos después le saldría un moretón del porte de mi mano y sus ojos decían mucho más de lo que él hubiese querido.

- No vuelvas a pedir nada a lo que no tengas derecho, muchacho. O haré que esta Muñeca te golpee hasta tus veinte.

Esa noche cuando me dirigía a mi habitación, Víctor me acorraló en el pasillo, yo no podía gritar porque no tenía sentido. Ellos eran los dueños, eran los fuertes.

- ¿Te gustó golpearme, Muñeca? – me dijo poniendo sus manos en mi cuello y atrapándome contra la pared, estábamos nariz con nariz, y yo respiraba su aliento de menta y ron.

- Sabes que no quería hacerlo, tu padre me obligó.

- Pero lo disfrutaste. Vi tus ojos.

- No sabes leer mis ojos, Víctor. Pero no, no lo disfruté.

- Mentirosa... eres demasiado buena para mi hermano. Estás muy relajada bajo su brazo y no me gusta.

- No tiene que gustarte, porque no soy tuya.

- Si fueras mía sería diferente.

- Sin duda. – no quería ponerlo violento, era tan fuerte y duro como Marco, pero no tenía su corazón, Víctor era frío y codicioso.

- Algún día estarás indefensa y sola, entonces te tendré. Recuérdalo Amapola. Serás mía aunque seas de mi hermano. Yo merezco lo mejor aquí y por ahora tú eres lo mejor.

- ¿Y cuando te canses de mí?

- No creo que lo haga pronto. – dijo y me besó, su boca eran como cuchillas, frías y afiladas. Cuando escuchó venir a Marco me dejó y se perdió como una sombra.

Aquella tarde de junio era fresca, milagrosamente estaba cálida. Yo salía de la piscina que compartíamos las Muñecas y fui a mi habitación para cambiarme, había visto llegar a Víctor, enojado, violento y rápido. Golpeó a uno de sus primos cuando subió por las escaleras y se perdió de mí vista minutos antes. Ahora yo entraba y cerraba la puerta con una patada. Iba a cambiarme cuando escuché su respiración tras de mí.

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⏰ Última actualización: May 17, 2023 ⏰

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