SEIS

2.3K 300 52
                                    

Max se distanció sólo un minúsculo y diminuto paso, pero tan agigantado fue para el omega, que logró hacerle sentir demasiado mal.

Sergio no entendió enteramente porqué ahora un alfa dominante estaba logrando desestabilizarlo, cuando nunca lo hizo con anterioridad ni siquiera cuando era joven e inexperto.

—No, disculpa —Volvió a sostenerle — Es sólo que me tomó desprevenido — Era firme en su agarre sobre los hombros del mexicano.

—No debería —Intentó sacarse de entre las manos del holandés.

—Claro que debo disculparme —Gruñó irritado — Deseo casarme y formar una grande y numerosa familia contigo — Sonríe bobamente, enterneciendo involuntariamente a Sergio.

Pérez se ruborizó al escucharle tan deliberadamente. Jamás creyó que existiese en la "Amenaza de Verstappen" ese lado tan instintivo, protector y amable.

—¿Aún después de lo qué sabes, continúas queriendo? —El omega dejó de forcejear, analizando sólo los zafiros contrarios. Buscando alguna mentira en ellos.

—Lo anhelo. Deseo formar parte de tu vida, Checo —Llevó su mano izquierda al pómulo del mayor, apoyando su palma con suave ternura y armonía — Déjame formar parte de ella.

El mexicano no quiso caer ante los extraños, directos (pero sinceros) y tajantes palabras del muchacho delante suyo, no quería dejarse ir tan pronto y con tan poco.

—Eres un Verstappen.

—Mejor aún.

Sergio soltó una baja risilla. Ahí estaba el Max ególatra.

—Soy un hombre mayor.

—Deja de buscar excusas, Chequito —Tuteó con seducción — Permíteme cortejarte.

—¿No lo estabas haciendo? —Sonrió amplió y avergonzado el mexicano.

Max se sintió contagiado por esa actitud.

—Sí, pero dejaré de ser sutil —Aseveró.

Checo suspiró resignado y vencido.

—Sólo no digas que no te lo dije, soy mayor y estéril, y mi carrera automovilística va primero que casi todo —Declaró seguro de sí, anunciando su advertencia.

Max asintió presuroso sin borrar esa radiante sonrisa infantil.

—No interferiré —Aseguró.

—Más te vale —Amenazó sin severidad.

Y Max apartó su mano.

—¿Puedo invitarte a desayunar? —Encuestó.

—Está bien —Se cruzó de brazos, sintiendo las mejillas tibias y el corazón bombear con mucha mayor intensidad.

Después de tanto tiempo, finalmente alguien le estaba cortejando. Y no estaba siendo un idiota.

Esperaba no arrepentirse en un futuro.

Huida de ¿mala suerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora