DOS

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Max se removió entre sueños, aferrándose a la almohada inconscientemente como si esta fuese el cuerpo de cierto joven mayor y compañero de equipo.

Su cuerpo brillaba gracias a una fina y única capa de sudor que se posicionó victoriosamente en todo su cuerpo, su respiración era densa y arrítmica, mientras que su alfa permanecía inquieto. Aullando interna y silenciosamente.

Restregó inconscientemente su pelvis contra la almohada entre sus piernas, intentando buscar su propia liberación aún dentro de su descanso.

Gruñó aún dormido.

Su espíritu, sus huesos, su piel, todo él palpitaba ante las imágenes y escenas que su cabeza le había dibujado cruelmente mientras descansaba.

Max lentamente comenzó a abrir los ojos cuando sintió que su miembro clamó finalmente por ser liberado. Removiéndose incómodo y avergonzado.

Suspiró agobiado.

Ocultó sus caninos y cerró los ojos con rudeza, sintiéndose frustrado de una y mil maneras posibles. Se reincorporó mientras se descubría, sentándose en la orilla de la cama y sintiéndose agotado y desganado para caminar hasta el baño de su habitación.

Gruñó una ocasión más, indignado por lo que estaba a nasa de hacer a continuación.

Max levantó un poco sus caderas, bajando su calzoncillo grisáceo con unas cuantas gotas del líquido preseminal y dejó que su miembro sobresaliera imponente fuera de la tela. Sintió las mejillas arder calurosamente ante la vergüenza y la lujuria combinada.

Verstappen tenía un libido bastante prominente, pero eso era algo que aún no sabía y que posiblemente descubriría en un futuro.

No es como si todas las noches el alfa llevara su mano derecha a su falo y comenzará a satisfacerse, en realidad, no era algo que le provocase demasiado interés o satisfacción al neerlandés, sin embargo, había ocasiones (como aquella noche) en el que su cuerpo de verdad le pedía a gritos silenciosos ser atendido sexualmente.

El de tez nívea llevó su mano derecha hacia su boca, ocupando de su saliva como lubricante, mientras que dirigía su izquierda hacia la cabeza de su miembro goteante y punzante.

Deslizó la yema de su pulgar sobre el orificio, esparciendo el líquido lentamente sobre la piel de aquella zona. Sostuvo con sus dígitos índice, medio y anular parte del falo a la par que los deslizaba sin lubricarlos.

Alejó su mano izquierda apenas húmeda de los dedos para acercar su derecha, contrayéndose mínimo al sentir aquella sensación de tibieza que disminuyó casi nada su calor de aquella zona.

Max comenzó casi pacientemente y sin pensar en nada más que no fuese en atenderse. El alfa deslizó su mano sin alcanzar a cerrarse alrededor de su longitud, hacia abajo y en dirección de sus testículos, sintiendo cómo su placer iba en aumento.

Como su necesidad sólo se acrecentaba.

Max inhaló hondo, intentando continuar lo más calmado posible mientras se masturbaba.

Volvió a ocupar su saliva cuando así lo sintió necesario, esta vez dejándola caer directamente en su miembro y no en su mano. Ejerció un poco de presión mientras deslizaba en un vaivén de arriba a abajo, gruñendo en bajo cuando necesitó más de ese movimiento.

—Maldición —Bramó entre dientes. No llevaba ni cinco minutos y ya necesitaba hacerlo más duro.

Max sabía que amaba los preámbulos. Sentía que era una manera poco burda de iniciar las cosas en el ámbito sexual, no obstante era poco paciente.

Continuó creando el vaivén de arriba abajo sin aumentar el ritmo, pero sí el intervalo y el recorrido que hacia su propia mano, a veces acortando su desliz hacia arriba o viceversa.

Hizo un anillo alrededor de la cabeza de su miembro con su dedo índice y pulgar, estimulándose suave pero profundamente. Empujó sus caderas hacia la dirección contraria a la que iba su mano.

Cerró los ojos cuando su respiración volvió a ser poco amable. Trayendo de regreso las imágenes del grácil, pero mayor omega.

Mordió su labio inferior, intentando reprimirse. Fue inútil.

Pues de un momento a otro, Max ya había considerado las mil y un formas de follar a Sergio.

Checo —Apoyó su mano izquierda sobre su muslo, deslizando su mano derecha hasta llegar a sus testículos y regresar por el mismo camino.

Enrolló toda su mano en su falo sin llegar a cubrirlo completamente, fingiendo embestidas y casi del modo en el que quisiese penetrar al mexicano.

Gruñó una baja maldición cuando supo que no era suficiente, que de verdad anhelaba sentir la cavidad estrecha de Sergio, succionándole y al final, rogándole por su nudo.

Se imaginó a Checo cabalgar sobre él, aferrándose a sus hombros mientras dejaba entrever el lugar en donde iría su marca. Max aceleró las embestidas a su propia mano, alejando el pudor y la vergüenza que anteriormente le habían invadido.

Echó la cabeza hacia atrás cuando su placer se intensificó.

—Carajo —Bramó excitado el alfa. Su corazón bombeaba rápidamente, su animal se retorcía impaciente y su lado racional sólo buscaba las imágenes dentro de sus recuerdos.

Sintió sus caninos relucir una vez más. Max jamás había perdido el control sobre estos o su animal, siempre lo había mantenido a raya y controlado, después de todo, él y aquella parte jamás habían ido realmente en contra de sus propios deseos.

Mordió nuevamente su labio inferior, para saciar la necesidad de incrustarlos en la piel del tapatío. Max, por más que quisiese, no podía pensar en otra persona que no fuese el mayor.

El neerlandés recordó parte de su sueño, en dónde palmeaba uno de los glúteos redondos del mexicano mientras se introducía profunda y hoscamente dentro de él. Sosteniéndole de las caderas.

Prácticamente en su sueño casi vivido, había intentado todas las posiciones que conocía con el omega.

Sintió la clásica sensación de cuando está a nada de correrse y anudar, sin embargo, su alfa se sintió indignado cuando lo único que lograría obtener en esos momentos sería eyacular sobre su propia mano.

Max no detuvo sus movimientos, aferrándose a su miembro como su de su vida dependiese de ello. Gruñendo demasiado bajo cuando finalmente su semen chorreó libremente y su nudo apareció al poco tiempo.

Suspiró agotado, avergonzado e imponente. Al menos sabía que dentro de quince días, sería la luna llena y ya podría perseguir a Sergio.

Le demostraría lo capaz y el buen candidato que es.

Huida de ¿mala suerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora